Volver a ver ‘El Padrino’

Tenía 14 años la primera vez que oí hablar de ‘El Padrino’. Fue cruzando el Puente Romano, a la vuelta del instituto. Venía con un compañero de clase que había visto la segunda parte de la saga durante el fin de semana. Cuando le planteé que me dejara la cinta antes de devolverla al video-club para verla esa misma tarde, me dijo que no me iba a enterar de nada, que a él le había costado seguirla a pesar de haber visto el primer Padrino. 

Efectivamente, no entendí mucho de lo que pasaba, pero me impresionó sobremanera la balacera contra Michael Corleone cuando estaba en su dormitorio, con su mujer, donde entran sus hijos a jugar. Y las transiciones entre el presente y el pasado. Y Cuba. Y lo de Fredo. Y la procesión, Vito y Fanucci. Y la frase “si algo ha enseñado la historia es que se puede matar a cualquiera”. Y Hyman Roth. Y… 

Poco después vi el comienzo de la saga y me quedé prendado de ella por siempre jamás. Puedo recitar de memoria varios diálogos, incluido el monólogo inicial: “Creo en América. América hizo mi fortuna y he dado a mi hija una educación americana…”. Hasta llegar a la mítica sentencia: “La justicia nos la hará Don Corleone”. La cantidad de implicaciones que tiene ese monólogo, poniendo en solfa el mito de la tierra de la libertad y cuestionando la esencia del capitalismo, la integración y la igualdad de oportunidades. 

Este año se cumplen 50 años del estreno de ‘El Padrino’, obra maestra de un Francis Ford Coppola que, dos años después, se superó a sí mismo con la mítica ‘El Padrino II’. Y ojo a la grandeza de ‘El Padrino III’, otra joya del cine cada vez más valorada y reivindicada, con justicia.

A lo largo de los años, son decenas y decenas los momentos en los que mi vida se ha entreverado de la saga de los Corleone. Una vez, en Madrid, como ‘calentamiento’ para al estreno de la tercera parte, nos encontramos con que proyectaban las dos primeras cintas en los cines Renoir, en VOS. ¡Qué maratón más fantástico hicimos Jorge, Curro y yo, con tiempo para tomar una birra y una ración de lacón entrambas! O el subidón al encontrar la máscara mortuoria de Michael Corleone en un museo de Nueva York. O los pósters, las colecciones de fotografías, las bandas sonoras, el facsímil del guion original, el Bar Vitelli, los arancini, las nuevas versiones remasterizadas, las secuencias eliminadas de los montajes finales, las novelas escritas para rellenar las ‘lagunas’ entre los episodios narrados en las películas, la improbable (aunque no imposible) posibilidad de ‘El Padrino IV’, un tema sobre el que ya fabulamos AQUÍ   

Con motivo del 50 aniversario de su estreno, esta semana ha vuelto ‘El Padrino’ a los cines. Esta tarde, en concreto, a las 20.30 horas, hay una sesión en versión original subtitulada en Kinépolis. Si el tiempo lo permite y la autoridad no lo prohíbe, ahí estaré, nada más terminar nuestra sesión del Club de Lectura de Granada Noir. Saldré disparado para no llegar tarde. 

El visionado de ‘El Padrino’ de hoy, en pantalla grande, se lo dedicaré a Fernando Marías, claro que sí. Uno de sus proyectos más loco era alquilar una sala de cine para ver, en buena compañía, clásicos del cine. Y hablar de ellos al terminar la proyección, por supuesto. 

Cuando charlábamos de lo jodido que es tratar de ganarse la vida en el mundo de la cultura, Fernando remataba con una frase que he hecho mía: por mucho que la cosa vaya mal y la realidad se nos ponga cuesta arriba, “siempre podemos volver a ver ‘El Padrino’”. Justo eso es lo que haré hoy, como homenaje a una pasión compartida por el cine y por los Corleone. 

Jesús Lens

Nuevas corrientes del Noir español contemporáneo

Mis dos lecturas más recientes son buena prueba de la excelente salud del género negro español, algo de lo que tampoco tenía excesivas dudas, y de las diferentes corrientes temáticas y estilísticas por las que transitan nuestros autores contemporáneos. 

Para los amantes del noir canónico, áspero y seco como los acuíferos de Doñana, para los aficionados al hard boiled duro como la cara de Villarejo y paralizante como una mirada retadora de Putin; ‘En el descuento’ es su libro. 

Lo escriben a cuatro manos Jordi Ledesma y José Ángel Mañas y es una granada de mano a la que sus autores ya habían quitado la espoleta antes de que Alrevés la pusiera en las librerías, por lo que te explota en la cara nada más abrir sus páginas y empezar a leer. 

El Chúster es un antiguo jugador de fútbol que se deslizó por la mala vida, como el Marlon Brando de ‘La ley del silencio’, y que acabó en la trena cumpliendo condena por no chivarse de su jefe, Francisco, que le espera en la puerta de la cárcel un viernes 4 de octubre cualquiera a las 17.14 de la tarde, cuando sale para un permiso de fin de semana.

El Chúster quiere pasar un par de días de tranqui, disfrutando sin agobios y viendo a su chaval, promesa del fútbol, debutar con el Atleti. Pero Fernando tiene otros planes. Por ejemplo, pasarse por el Topless a tomar unos tragos. Y dar un salto a Barcelona para recoger una mercancía antes del partido. Nada complicado. Ir y venir. Y ya. Pero si algo sabemos los aficionados al género negro es que hasta los planes más sencillos tienden a complicarse para los héroes del noir. Y no digamos ya si son antihéroes, como el Chúster. 

Las 150 páginas de ‘En el descuento’ no se leen. Se beben. Se inyectan en vena. Cada una de sus frases es un puñetazo, un ejercicio de estilo, una declaración de intenciones. No falta ni sobra una palabra en una novela monumental que ya está entre mis favoritas del año. 

Myriam Imedio, por su parte, nos sorprende con ‘La isla más remota del mundo’, publicada por la Serie Negra de RBA, que ya ha empezado a publicar a autores españoles. 

En este caso nos encontramos con una novela que bebe de las tramas de esos autores franceses que juegan con la salud mental de sus protagonistas y de los nórdicos más sádicos y amorales, capaces de las peores tropelías. 

Nunca me olvidaré del comienzo de la película ‘Corredor sin retorno’, la desasosegante e inquietante obra maestra de Samuel Fuller, con una frase atribuida a Eurípides: “A quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”. Las tramas policíacas que juegan con la salud mental tienen algo especial. Como la mayoría están narradas desde el punto de vista del supuesto ‘loco’, el lector nunca sabe si lo que cuenta, piensa o ve es real o es una fabulación de su mente trastornada.

Lis de Fez es una psicóloga enfrentada a una situación límite: en un autobús y después de darle las gracias, una mujer a la que no conoce de nada se suicida delante de ella, provocándole una crisis nerviosa que desemboca en su ingreso en un psiquiátrico. Porque Lis ve cosas que nadie más ve. Habla con personas que no existen y escucha mensajes fantasmagóricos. Y siempre, una referencia: Kaminski. Y el Proyecto Bouvet.

‘La isla más remota del mundo’ gustará a los aficionados a las tramas psicológicas y a los bailes de identidades, con personajes muy bien trazados, ambientes consistentes y una secundaria de lujo, Sam, a la que hay que querer, sí o también. ¿O quizá no tanto? 

Jesús Lens

Pierre Lemaitre y su pasión por el Noir

Llevo varios días sobando las 500 páginas de un libro que podría acompañarme en la mochila por siempre jamás. Se titula ‘Diccionario apasionado de la novela negra’, lo escribe uno de los grandes del noir europeo, Pierre Lemaitre, y lo publica la excitante editorial Salamandra, que me tiene loco perdido, sin dar tregua lectora. 

“No tiene muchas novelas en su haber, apenas una decena. Cierren los ojos y cojan cualquiera de ellas. Los desafío a dejarla. Es apostar sobre seguro porque, tratándose de Pete Dexter, como se metan en una de sus historias ya no habrá quién los saque”. ¡Pete Dexter! Me fui a mis estanterías dedicadas al noir. Recuerdo un libro azul, del Círculo de Lectores, creo. Todavía no lo he encontrado, pero sí me he topado con un Kenneth Fearing que tenía perdido. Casualidades. 

Me gusta leer diccionarios y picotear en sus entradas de forma anárquica y desordenada. Por eso hemos propuesto un ejercicio diferente y original en el Club de Lectura y Cine de Granada Noir: cada uno elegiremos una entrada con la que estemos de acuerdo con Lemaitre y, más divertido aún, otra con la que no comulguemos. Y también algún descubrimiento que nos parezca particularmente prometedor.

Como todo diccionario de autor que se precie, el de Lemaitre es personal y subjetivo, con sus filias, muchas, y alguna fobia. Vebigracia, John Grisham. ¿Entonces, por qué le incluye? “Porque sin duda es irritante, pero puedes meterte en una de sus novelas y no enterarte de que pasan las horas porque sus tramas son sólidas y estás bien construidas”. Y, como remate, el guiño cómplice, el que te hace sentir que te estás tomando una caña con Lemaitre mientras hablas de libros: “Por superficial que sea el placer, es un placer. Es como comerte un dulce: lamentas haber cedido a la tentación y te prometes que no volverás a hacerlo, pero no tienes más remedio que reconocer que te ha gustado”. 

Lo habitual de la mayoría de entradas es que Lemaitre hable bien, con pasión argumentada, que no forofista, de los autores reseñados. Contextualiza su vida, si lo considera necesario para hablar de sus obras; da unas pinceladas de los argumentos, sin spoilers, y se centra en los porqués: por qué le gusta una novela, un autor, una trama, una película o una serie de televisión. 

Porque ‘The Wire’ tiene una entrada muy amplia, y ahí están ‘Seven’, ‘El silencio de los corderos’, Hitchcock, ‘El cartero siempre llama dos veces’ o ‘Breaking Bad’. Y es que el noir es un género transversal en el que necesariamente se imbrican literatura, cine, cómic, música, periodismo, arte, política, sociología…

¿Y de España? Un autor incontestable: Manuel Vázquez Montalbán y su Carvalho. Y otro que está mucho más vinculado al género negro por ahí fuera que en casa, donde se ha constituido en un género en sí mismo: Arturo Pérez Reverte. 

Voy a participar en el juego que les comentaba antes. Coincido con Lemaitre en que la trilogía de El Padrino “se ha instalado en el pelotón de cabeza de mis películas de Pávlov: aquellas que me hacen salivar en cuanto pienso en ellas”. 

Un proyecto inmediato de lectura: David Peace. “Envidio a quienes aún no lo hayan leído. ¡Qué suerte tienen! Al acabar esta entrada, se abalanzarán sobre el Red Riding Quartet y se sumergirán en uno de los relatos más absorbentes, más morbosos, más políticos y más asombrosos de la literatura negra de los últimos años. Considero a David Peace uno de los mejores escritores de su generación (nació en 1967), y a esta tetralogía una de las cumbres del género negro europeo”. 

¿Y en qué discrepo con Lemaitre? Me lo reservo para nuestra reunión presencial de los Adictos al Crimen en Librería Picasso, que así lo pasaremos mejor.          

Jesús Lens

Edipo detective o la fuerza del sino

El pasado sábado participé, un año más, en BCNegra, el gran festival dedicado al género policíaco y criminal. Fue en una mesa redonda de lo más singular, dedicada al Edipo de Sófocles como detective. 

Foto: Imprescindible Charo

La propuesta partió, cómo no, de Carlos Zanón, que también se inventó otra mesa sobre los Hermanos Marx y Freedonia o nos condujo por el universo gótico de Faulkner, por Onetti, Narnia… Y es que no solo de Chandler y Hammett vive el Noir. 

Él no lo sabía, pero no se pueden hacer una idea de la inmensa alegría que me dio con esta idea. ¡Por fin podría hablar de esa mitología griega en la que mi padre era apasionado especialista, entreverándola del género negro que a mí me arrebata! Ni en el mejor de mis sueños… 

El caso es que Edipo nos sirvió de excusa a Carlos Bassas del Rey, Pilar Gómez y un servidor, moderados por Ana Castells, para hablar de la predeterminación. Del personaje trágico condenado a cumplir su destino. Entre los ejemplos por excelencia, la mítica película, que antes fue novela, ‘El corazón del ángel’, en la que un detective privado es contratado para encontrar a un famoso cantante que, herido en la II Segunda Mundial, anda desaparecido tras recibir un golpe en la cabeza y perder la memoria. 

A lo largo de su investigación, el detective interpretado por un Mickey Rourke anterior al boxeo, el bótox y las operaciones, se internará en los territorios del vudú y se verá obligado a descubrir cosas de lo más inquietantes… sobre sí mismo. La búsqueda de la verdad tiene riesgos y puede ser muy peligrosa. Ya lo vimos en el caso de Edipo, cuyos hallazgos terminaron por dejarle ciego, literalmente hablando.

Precisamente los problemas de memoria están en la base argumental de ‘Memento’, un peliculón del Christopher Nolan más primerizo, basado en un relato de su hermano Jonathan. El protagonista sufre amnesia anterógrada y no puede fijar en la memoria lo que le va ocurriendo desde que recibió un golpe en la cabeza, durante un asalto que se saldó con la muerte de su mujer. La trabajosa y procelosa reconstrucción de qué pasó hará descubrir a Leonard aspectos de su personalidad que no hubiera creído posibles.

¿Y qué me dicen de Jane Fonda, cuándo se despertó con una terrible resaca en la cama de una habitación que no conoce junto a un hombre igualmente desconocido que, para más inri, está muerto? El fiambre a primera hora nos parece un remedio demasiado expeditivo para combatir los estragos del alcohol, pero en ‘A la mañana siguiente’ nos demuestran que puede funcionar.    

Sigamos hablando de problemas de identidad. En su novela ‘Homo Faber’, el suizo Max Frisch nos cuenta la historia de un ingeniero, racionalista él, que se enamora de una chica joven. Poco a poco y por una serie de casuales circunstancias, empieza a barruntar que esa chica a la que ama locamente podría ser su hija. La razón enfrentada a la pasión. Y el destino, claro, llamando a la puerta para poner las cosas en su sitio.

Con la cuestión de las falsas identidades, Alfred Hitchcock se puso las botas. Muchas de sus tramas parten de confusiones más o menos tontas. La más espectacular y divertida, la de Roger O. Thornhill de ‘Con la muerte en los talones’. Más siniestra resulta ‘Psicosis’: a estas alturas de la película, todos sabemos que la madre de Norman Bates no era la asesina. ¿O quizá sí? 

De esta manera enlazaríamos con otro tema íntimamente relacionado con los problemas de identidad en el género negro: el del falso culpable. Lo dejamos momentáneamente aquí, gritando “¡Yo sé quién soy!”, pero no tardaremos en retomar el asunto.

Jesús Lens

Inmortal Fernando Marías, siempre

Amaba a Fernando Marías antes incluso de saber quién era Fernando Marías. Le amaba y le admiraba desde que leí ‘El niño de los coroneles’ y, deslumbrado, comprendí que se podía ganar el Nadal con el tipo de novela que a mí me gustaba: moderna, metaliteraria y metacinematográfica, desbordando imaginación y conocimiento de la historia para fabular con ella.

¡Quién me iba a decir entonces que Fernando Marías terminaría siendo uno de mis mejores amigos, persona capital en mi vida, maestro, cómplice y guía en tantas y tantas aventuras! Si leen ustedes todo lo que se está escribiendo de un autor esencial de la literatura española de las últimas décadas, verán que su obra es necesaria e imperecedera. Pero yo quiero destacar su faceta de catalizador y agitador cultural, la de creador de proyectos que nos electrizan, activan y conectan.

Las ideas de Fernando Marías eran generosas y participativas, integradoras y comprometidas. Involucraban a decenas de personas y fructificaban en libros que tenían vida propia, larga y fecunda. Cuentos y relatos que saltaban del papel a las mesas de los festivales, a los escenarios de los teatros, a los micrófonos de la radio, a las paredes de museos y galerías, a las barras de los bares, cafés, clubes y garitos. Desde que escribió ‘Esta noche moriré’, Fernando se reinventaba todos y cada uno de los días.

Conversar con Fernando era vibrar y trascender el aquí y el ahora para habitar en una realidad paralela hecha de western y noir, de aventuras y viajes sin fin. De centauros del desierto y grupos salvajes, padrinos, gángsteres, barcos y piratas. En la pasada edición de Granada Noir le encontré cansado. Su mirada limpia y su sonrisa cómplice eran las mismas, eso sí. Y su entusiasmo. Quiso la casualidad que, la primera noche, ambos nos presentáramos a cenar vistiendo una camiseta de Pulp Fiction. Nuestra vida está hecha de detalles tan tontos, tan reveladores.

Llevo con orgullo ser Hijo de Mary Shelley, como ser hijo de Maria Julia y Jesús. El sábado, en BCNegra, hablaba de la fuerza del destino con Carlos Bassas, convocados por Carlos Zanón en torno a la figura del Edipo de Sófocles. A Fernando le habría encantado esa mesa. ¿Llegó a ver la exposición de Kubrick? Nunca hablamos de Kubrick, por cierto. Al menos, no en profundidad. Siempre presentó mis libros, desde aquel remoto y maravilloso ‘Hasta donde el cine nos lleve’, escrito a cuatro manos con mi querido Fran J. Ortiz; presentado en la librería Estudio en escarlata. Y escribió los prólogos de los siguientes aunque había jurado no hacerlo nunca más. Siempre excesivo y generoso. Siempre amigo.

Aunque ya estaba malito, seguíamos tramando sin descanso: hay que celebrar el centenario de Arthur Penn y proyectar ‘Bonnie and Clyde’ en pantalla grande, para disfrutar de la esplendorosa Faye Dunaway. Releo sus wasaps, recordándome los aniversarios de ‘Deliverance’ y ‘La huída’. Y, por supuesto, de ‘El Padrino’. Sus guiones, sus adaptaciones para el teatro, sus proyectos para el público infantil y juvenil…

Dicen que ha muerto Fernando Marías, pero no es cierto: Fernando Marías, I Viajero en el Tiempo de Gravite, estará siempre ahí, acompañándonos en todo lo que hagamos. Buen viaje, maestro, cómplice y amigo.

Jesús Lens