La newsletter como género

Es una de las palabras en inglés que cuesta trabajo traducir al español sin que pierda su fuerza. Newsletter, perfecta combinación entre dos palabras tan bonitas como noticias y carta. En estos tiempos en que las únicas cartas que recibimos son facturas o, peor aún, requerimientos de pago, estas misivas repletas de noticias son una bocanada de aire fresco. ‘Boletín de novedades’ podría ser una traducción justa y oportuna, pero no le hace justicia a la poética de newsletter.

Durante muchos años escribí una newsletter diaria comentando las novedades que subía a mi bitácora, nombre mucho más elegante, este sí, que el de blog. Pero me cansé. Apenas recibía respuesta y, con el auge de las redes sociales, me pareció un formato que se había quedado antiguo y obsoleto.

Ahora, miren ustedes por donde, no hay empresa, institución y/o medio de comunicación que se precie sin su newsletter. Se ha convertido en un género en sí mismo cada vez más exigente. De hecho, ya hay gente que vive de él, con una lista de suscriptores fieles que pagan por recibir una selección de noticias útiles e interesantes.

Si son ustedes suscriptores de IDEAL, recibirán todas las mañanas en su bandeja de entrada un correo electrónico en el que se introducen los contenidos del periódico a través de una primorosa —y a veces punzante e irónica— crónica. Son textos que tienen un currazo, pero que en menos de cinco minutos de lectura te permiten hacerte una idea de todo lo que pasa para, después, ir pinchando los enlaces con las noticias. Y ojito a la titulada Rumore, Rumore que firma Quico Chirino los miércoles: corrosiva, ácida y sarcástica, muchas veces críptica al estilo de los icebergs; siempre lleva ‘comía’ de la buena. Picante, o sea. Sin olvidar las newsletters especializadas en temas diversos, sean deportivos, culturales, científicos y un largo etcétera. Para gustos, los colores.

Yo estoy suscrito a muchas. A demasiadas, quizá. De ahí que se queden sin abrir en la bandeja de entrada como la carta en una botella que, lanzada al océano, se pierde entre sus procelosas aguas, sin llegar a playa alguna.

Me gustan las newsletters. Son un remanso de paz entre el caos infoxicativo imperante. Le estoy dando vueltas a recuperar aquella vieja tradición. La duda es si modernizarme e incluir vídeos y material gráfico o centrarme en el texto escrito. ¡Qué sin vivir, oigan!

Jesús Lens