Pueblo chico, infierno grande

Hay publicidades que pueden hacer mucho daño a una película, descontextualizadas. Por ejemplo, si decimos que ‘La isla de las mentiras’ cuenta la historia del Titanic gallego, no estaremos mintiendo, pero puede que algún lector despistado se imagine tres horas de efectos especiales, proas mágicas y románticas y música de Óscar.

La excelente película de la cineasta coruñesa Paula Cons, estrenada directamente en Filmin, ese portal a cuyas bondades llevamos dos años rendidos de forma indisimulada; parte del naufragio del transatlántico Santa Isabel, acaecido el 2 de enero de 1921. El barco chocó contra las rocas de la isla de Sálvora, frente a la ría de Arousa, y murieron 213 de los 266 pasajeros que viajaban a bordo del buque.

En ‘La isla de las mentiras’ apenas se cuenta nada de lo que ocurrió en el buque. El naufragio está sugerido en pantalla, pero el oportuno uso de la niebla hace que quede en un segundo plano. Como la hazaña de las llamadas tres heroínas de Sálvora que se echaron a las aguas en una barca para tratar de salvar los restos del naufragio.

No sé si, de haber tenido más presupuesto, Paula Cons le hubiera dedicado más tiempo y espacio al naufragio, pero lo dudo. Porque lo realmente importante de la historia que nos cuenta es lo que pasaba en tierra. Antes, durante y después de que el barco se fuera a pique.

Y ahí es donde entra en juego Darío Grandinetti, el periodista porteño que asoma por Sálvora para contar a sus lectores lo que ha pasado. A través de su mirada, limpia y desprejuiciada, se desvelarán algunas de las mentiras que campan por la isla, a sus anchas.

Una mirada que se cruza con la de Nerea Barros, la prodigiosa actriz que interpreta a la salvaje, indomable e inconformista María, uno de los grandes personajes del cine español de este año, que huele a Goya.

Cuesta trabajo clasificar ‘La isla de las mentiras’ como película policíaca, de acuerdo al canon. Aunque hay una trama más negra que el asfalto que, por aquellos entonces, aún no se usaba en aquellos andurriales. La pregunta: ¿fue accidental el naufragio o provocado?

Si les gustan las historias náuticas, sabrán que uno de sus temas clásicos y recurrentes es el de los habitantes de enclaves costeros pobres y rocosos que, en las noches de tormenta, encendían fuegos en la costa para confundir a los navegantes, cuyos barcos encallaban y eran expoliados por los lugareños.

‘La isla de las mentiras’ es, en fin, una película de realismo social y de denuncia de un sistema caciquil, machista y explotador contra el que solo cabe una rebelión individual, feroz y decidida.

Jesús Lens