Compromiso y responsabilidad

En la última escena de la película ‘Las uvas de la ira’, el vapuleado patriarca de la familia Joad se lamenta de lo duro que les está sacudiendo la crisis. La madre, más fuerte, más resiliente, le contesta lo siguiente: «Lo sé. Eso nos da fuerzas… estamos vivos y seguimos caminando. No pueden acabar con nosotros ni aplastarnos. Saldremos siempre adelante. Porque somos la gente».

Este monólogo, popularmente conocido como ‘We the people’, es el que me ha movido y animado este mes para contarles a ustedes a través de IDEAL cómo afronta la pandemia la gente que está todos los días a pie de calle, trabajando para que, con todas sus complicaciones y dificultades, la vida siga.

Estas semanas han sido un torrente emocional. Cada salida era un desafío. Sin embargo, cada conversación con la gente, representada en este maravilloso collage fotográfico, era un chute de vitalidad que me insuflaba optimismo. Ha sido un privilegio escuchar de primera mano las vivencias de esa gente que, a pesar del miedo, los nervios, las dudas y las zozobras; abre todos los días las puertas de sus negocios para hacernos más llevadera la cuarentena al común de los ciudadanos. Negocios que, en muchos casos, apenas si generan beneficios. Negocios que, más bien, abren por responsabilidad social y personal, necesarios para darle sentido cívico y actual al título de una de las grandes películas de Federico Fellini: ‘Y la nave va’.

Estos treinta días me han hecho comprender que, gracias a esta gente, saldremos siempre adelante. Porque la vida real es esta, no la ficticia e interesada de las redes sociales o los anónimos insultantes. Nuestro día a día es posible porque hay mucha buena gente y muy responsable que hace lo que debe hacer, que tiene lo que hay que tener: valor, coraje y sentido cívico. Gente comprometida con su profesión y con la sociedad. Gente que, cuando es preciso, da un paso adelante y, con sus mascarillas, sus geles y sus guantes, consigue que, después de tantas semanas de encierro, la vida continúe.  (AQUÍ, enlace con todas las entregas de ‘Abierto por coronavirus’)

Una serie de reportajes que no habría sido posible sin el trabajo de los fotógrafos que han retratado a todos y cada uno de los entrevistados: Alfredo Aguilar, Pepe Marín y Ramón L. Pérez; ni la maquetación de los compañeros de Arte: Jose Santos y Carlos Valdemoros. Gracias, también, a la sabia dirección de Eduardo Peralta, Elena de Miguel, Quico Chirino y Maria Victoria Cobo.

A todo el equipo de IDEAL, una sola palabra: ¡GRACIAS!

Jesús Lens

Abierto por Cuarentena

Estos próximos días no tendré columna en IDEAL. Cambio de sección y, mientras el cuerpo aguante, voy a escribir una serie de reportajes titulados ‘Abiertos por coronavirus’.

Como estarán en la web del periódico todos los días y estos días está abierta para todo el público, suscriptor o no, iré enlazando en esta misma entrada cada uno de ellos.

Miércoles 18 de marzo. El pollo como valor refugio.

Jueves 19 de marzo. Una explosión de luz y color en nuestras calles.

Viernes 20 de marzo. Alimento para la mente y para el alma.

Sábado 21 de marzo. Frutas y verduras frescas y lujuriosas.

Domingo 22 de marzo. Hemos metido el templo en el salón de casa.

Lunes 23 de marzo: Farmacéuticas. Titanes de bata blanca.

Martes 24 de marzo: Combustible para los coches y para el cuerpo.

Miércoles 25 de marzo: El pescado más fresco, todos los días.

Jueves 26 de marzo: Las asesorías granadinas, a destajo.

Viernes 27 de marzo: Recargas de móvil, internet y optimismo.

Sábado 28 de marzo: Unas chuches para animarnos.

Domingo 29 de marzo: Infusiones frente a la crisis.

Lunes 30 de marzo: A nadie le amarga un dulce.

Martes 31 de marzo: Congelados para salir lo menos posible.

Miércoles 1 de abril: Estancos. Con cada bulo hay un repunte en la venta.

Jueves 2 de abril: Material educativo y artístico.

Viernes 3 de abril: Un viaje por Granada a través del sabor.

Sábado 4 de abril: Perretes transmisores de cariño.

Domingo 5 de abril: Adaptación activa al teletrabajo.

Lunes 6 de abril: Huevos, alimento de primera necesidad.

Martes 7 de abril: La compra a domicilio, por pequeña que sea.

Miércoles 8 de abril: Hornos y fogones encendidos.

Jueves 9 de abril: En contacto a través de los móviles.

Viernes 10 de abril: Entrega especial. Los gritos del Silencio.

Domingo 12 de abril: Muletas, férulas o sillas de ruedas para una urgencia.

Lunes 13 de abril: Endulzar el final de la Semana Santa.

Martes 14 de abril: Salir de casa para hacer la colada y lavar la ropa.

Miércoles 15 de abril: Sin enlace a los protésicos dentales.

Jueves 16 de abril: Sin viajeros ni turistas, el taxi está al ralentí.

Viernes 17 de abril: Pollos asados y otros platos cocinados cada día.

Sábado 18 de abril: La mejor comida japonesa, en casa.

Domingo 19 de abril: Compromiso y responsabilidad.

Jesús Lens

 

Ojito con la desescalada

Máximo cuidado con la desescalada. Y mucho ojito con los cientos de maestros desescaladores que ya están apareciendo en las redes sociales.

Los aficionados a la montaña sabemos bien que el auténtico peligro está en los descensos. La mayor parte de los accidentes de montaña se producen al bajar de la cumbre. Por el cansancio y la falta de concentración. Porque, una vez conseguida la cumbre y asimilado el chute de adrenalina que conlleva, queda lo más aburrido, lo menos espectacular. También lo más duro e ingrato.

Cuando salimos a la montaña y nos fijamos como objetivo coronar un pico, solo pensamos en la ida. En el reto de subir y doblegarlo. La vuelta, el regreso, carecen de la épica de la subida. No tienen su atractivo.

Y es ahí, en la bajada, donde más riesgos se corren.

Item mas: técnicamente también es más complicado bajar que subir. Que les pregunten a esos gatos que se encaraman en la rama de un árbol con destreza y habilidad y, después, no consiguen bajar.

Insisto: los aficionados a la montaña lo hemos experimentado muchas veces. Empezamos a trochar subiendo y, sin darnos cuenta, ya no podemos bajar. Como nos hayamos equivocado solo tenemos dos opciones: arriesgarnos a rompernos la crisma o emprender un amplio rodeo que nos permita salvar el desnivel sin menoscabo de nuestra integridad física.

Las bajadas, además, son mu tracioneras. Parecen sencillas, pero no lo son. Los desniveles son mucho más aparentemente fáciles de vencer con la mirada y la vista que ejecutarlos con tobillos y rodillas.

Recordémoslo antes de empezar a sentar cátedra con lo que habría que hacer durante la fase de desescalada del confinamiento. Porque va a ser largo, cansado y sufrido. No les quepa duda.

Jesús Lens

Modelo económico, productivo y social

Para mí, lo tristemente revelador de la profunda crisis que estamos viviendo es que muestra las carencias, fallas y debilidades del modelo económico y productivo de nuestro país.

Durante años y años se nos ha llenado la boca hablando de E-commerce y E-learning, conectividad, internet de las cosas, 5S, Smart Cities, Human Tech, robótica e inteligencia artificial.

Sin embargo, vamos para seis semanas desde que se decretó el Estado de Alarma y, de momento, seguimos sin mascarillas, sin tests rápidos y sin App alguna que monitorice a las personas infectadas para hacer un seguimiento de sus contactos y movimientos.

Hay loables prácticas a pequeña escala, sin resultados apreciables por el momento.

No lean esto como una crítica al gobierno. No lo es. Si en vez de estos hubieran estado los otros, habría ocurrido exactamente lo mismo. Hubiera dado igual. Porque esta no es una crisis de gobierno. Ni de timonel. Es una crisis de identidad social, económica y productiva.

Ahora es momento de continuar doblando la curva, minimizar los contagios y meter en vereda al bicho. OK. Pero a no mucho tardar deberíamos pensar y debatir sobre el modelo económico, productivo y social de la España del futuro.

Jesús Lens

Complot en Estambul

Hay novelas que, desde el título, parecen escritas para uno. A mí me ha pasado con ‘Complot en Estambul’, de Charles Cumming, publicada por Salamandra Black. Dentro de la amplia panoplia de subgéneros del noir, el de espías es uno de los más atractivos. El problema es que resulta difícil encontrar novelas creíbles de espías, más allá de los clásicos británicos de toda la vida.

El cine ha condicionado exageradamente el género de espías, metiéndole adrenalina y dosis de acción por un tubo desde los tiempos de James Bond. Como muestra, las Misiones radicalmente Imposibles de Tom Cruise o el robótico Jason Bourne.

De un tiempo a esta parte y gracias a las series de televisión, las tramas de espionaje están descendiendo a ras de tierra, humanizando a los personajes, haciéndoles interaccionar con una tecnología razonable y mostrando sus dudas y zozobras, más allá de sus músculos. El ejemplo paradigmático es la portentosa ‘Oficina de infiltrados’ de la que en otras ocasiones les he hablado.

De ahí mi alborozo al hincarle el diente a ‘Complot en Estambul’, una novela adulta sobre espías contemporáneos en la que la máxima proeza atlética del protagonista, Thomas Kell, es subir unas escaleras a todo correr y terminar roto y extenuado, con el corazón a punto de salírsele del pecho.

Kell es un antiguo espía que, caído en desgracia, trata de volver a incorporarse al MI6 británico. Hizo su aparición literaria en ‘En un país extraño’, también publicada por Salamandra Black, pero he preferido sumergirme directamente en una trama que transcurre en una de mis ciudades favoritas, entre el puente Gálata y el Bósforo.

No les cuento nada sobre la trama de ‘Complot en Estambul’, más allá de que se trata de una historia de agentes dobles, lealtades y traiciones muy bien construida. Viaja de Gran Bretaña a Turquía, pasando por Grecia y Croacia. Comienza con la exfiltración de un agente iraní y termina… ¡Ay, cómo termina!

Detalle importante: el autor de la novela, Charles Cumming, además de licenciarse en literatura inglesa, fue tentado por el Servicio Secreto Británico para unirse a sus filas. Hizo los primeros cursos de formación, pero terminó dándole con la puerta en las narices al MI6 y se dedicó a contar en su obra literaria lo que aprendió durante aquellos años de aprendizaje, por lo que sabe bien de lo que escribe.

Jesús Lens