El escándalo Magrudis

Ayer y sólo ayer fueron detenidos los máximos responsables de Magrudis, los fabricantes de la polémica carne ‘La Mechá’ que provocó el brote de listeriosis que ha matado a varias personas.

Ayer y sólo ayer fueron detenidos por miembros de la Unidad Central Operativa de Medio Ambiente (Ucoma) de la Guardia Civil los administradores de una empresa que, cuanto más se escarba, más miedo y asco da.

Lo de las fábricas y almacenes clandestinos que Magrudis tenía en Dos Hermanas es un escándalo de enormes proporciones, máxime cuando se ha sabido que, en febrero, un lote de carne de Magrudis dio positivo por listeria en un análisis. ¡En febrero! Los resultados de dichos análisis les fueron comunicados en tiempo y forma y, a la vista está, la cosa les trajo sin cuidado.

Todo este episodio debería abochornar a la consejería de Salud de la Junta de Andalucía, cuyo proceder en el tema de la listeriosis ha sido muy deficiente. Para empezar, el consejero del ramo le quitó hierro al asunto, permitiéndose hasta frivolizar con el tema de los abortos. Además, se puso de parte de la empresa desde el principio, apelando a la mala suerte y destacando lo muy colaboradores que se mostraban sus directivos. (Escribí de ello en IDEAL a vuelta de septiembre. Lo puedes leer AQUÍ)

¿Cómo puede apelar a ‘la mala suerte’ Jesús Aguirre, todo un consejero de Salud? ¿Qué patética excusa es esa? ¡Que hablamos de la SA-LUD, oiga! Lo mismo, a la hora de prescribir medicinas y tratamientos a los pacientes, los médicos deberían utilizar las cartas del tarot. ¡Qué menos, si dejamos que la buena o la mala suerte entren en liza a la hora de hablar de la salud!

La partidista presunción de inocencia mostrada por Jesús Aguirre se ha demostrado temeraria y no es descartable que aquel apoyo velado a la empresa conllevara una tardanza complaciente a la hora de tomar decisiones. Como la de retirar otros productos de Magrudis del mercado.

Poco a poco, la Guardia Civil va tirando del hilo de una madeja pútrida y de tintes mafiosos que debería tener consecuencias para el gobierno de la Junta.

Jesús Lens

La cocina tradicional de la familia Corleone

No sé yo si a los Corleone les habría gustado esto de ver aireados sus secretos a los cuatro vientos, aunque sean los de su cocina. La familia Corleone es, en general, muy celosa de su intimidad. Sólo Fredo se salía del molde, demasiado aficionado a la fiesta. Sonny también daba que hablar, más por sus accesos de genio que por otra cosa, pero los Corleone son gente discreta y prefieren disfrutar de una buena comida en familia antes que dejarse ver por ahí fuera, haciendo ostentación de su fortuna.

Para los Corleone, la comida es algo serio. De hecho, ’El Padrino’ arranca con un convite: es la boda de Connie, la única hija de Don Vito, y el vino, la pasta y los embutidos corren con generosidad. Ahí están Michael y Kay, por ejemplo, compartiendo una lasaña. Volveremos a ver a los Corleone reunidos en torno a una mesa varias veces más. Son comidas alegres y festivas, en las que no se habla de negocios. Comidas para recordar otros tiempos y, también, a quienes ya no están.

En la saga de ‘El Padrino’, la comida tiene multitud de simbolismos y significados, desde la famosa frase pronunciada por Clemenza, ‘leave the gun, take the canoli’ (deja la pistola y coge los canoli), a la amenazadora presencia de las naranjas en pantalla, anticipo de que algo violento y perjudicial para los Corleone va a ocurrir.

Liliana Battle, autora de origen italiano especializada en gastronomía, ha escrito ‘El libro de cocina de la familia Corleone’, bellamente ilustrado con las fotografías de Stacey Tyzzer y recientemente publicado en España por la editorial Norma. Una edición que sirve para celebrar el 50 aniversario de la primera edición de ‘El Padrino’, la novela original de Mario Puzo con la que todo comenzó.

El trabajo de Battle es un gozoso homenaje a una de las sagas míticas de la historia del cine en el que se repasan momentos esenciales de sus tres películas relacionados con la comida. Por ejemplo, la famosa receta de la salsa de Clemenza que el capo le desgrana a Michael Corleone cuando andan preparándose para la guerra.

“Primero echas un poco de aceite de buena calidad. Luego fríes un ajo y después echas bastante tomate y lo rehogas todo procurando que no se agarre. Echas luego tus salchichas y tus albóndigas. Y añades vino y un poco de azúcar. Es mi truco”.

¡Ay, Clemenza y sus trucos! Desde que tengo uso de razón, siempre le he echado una pizca de azúcar a la salsa de los espagueti y los macarrones, en homenaje al orondo capo de los Corleone. Y eso que, en realidad, el gran truco de Clemenza no era el azúcar, sino añadir un chorreón de vino tinto a la salsa, algo habitual en la gastronomía del norte de Italia, pero a lo que los sicilianos no estaban acostumbrados.

Liliana Battle, además de explicar con todo lujo de detalles algunas de las recetas de los diferentes platos que aparecen en las tres películas de ‘El Padrino’, tiene el detalle de dedicarles algunas recetas a miembros destacados de los Corleone, muy adecuados a su temperamento. Por ejemplo, la pasta alla Sonny, que “no se anda con contemplaciones. Su nombre tradicional es pasta arrabiata —pasta furiosa— y tiene la misma personalidad que Santino: explosiva, ardiente y llena de sabor, como un puñetazo en la boca”, explica Liliana.

O los fettuccine Alfredo, “un plato con nata y queso que te reconforta el alma, dedicado al pobre Fredo; bueno, cariñoso, sensible, sincero… como un abrazo. Siempre tratando de agradar”.

Algo importante que no podemos olvidar: por mucho que todos sepamos a qué se dedican en realidad los Corleone, la empresa oficial de Don Vito, montada junto a su amigo y consejero Genco, está dedicada a la importación y venta de aceite de oliva, uno de los tesoros culinarios de Italia… y de nuestra tierra, por supuesto.

¿Y qué tal algo de pescado? Cuando Michael está en Sicilia, conoce a una mujer arrebatadora: Apollonia, hija de Don Vitelli. Como parecen gustarse, las familias organizan una comida en el propio restaurante de Vitelli y en el menú figuran varias fuentes de pescado empanado que los invitados devoran mientras los dos tortolitos… se devoran entre sí. Con la mirada. De momento. Esta secuencia, como todas las que transcurren en Sicilia, fue rodada en diferentes localizaciones de la isla y, en concreto, el local de Vitelli continúa abierto en la actualidad. Se encuentra en la localidad de Savoca, provincia de Messina, y además de albergar mucha memorabilia y recuerdos del rodaje de la película, su granizada de limón es famosa en toda Sicilia.

En la saga de ‘El Padrino’, la gastronomía también sirve para mostrar los cambios de costumbres y la evolución de la sociedad. Así, ‘El Padrino II’ se abre con otra celebración. La familia Corleone se ha trasladado de Nueva York al lago Tahoe, en Nevada, y en vez de vino tinto, los comensales disfrutan de los más sofisticados cócteles de champán. Al bueno de Frank Pentangelli, italiano chapado a la antigua, no le hace gracia tanta modernidad y no dudará en reprochárselo a Michael. Comienzan los problemas…

O las ostras rellenas con las que se homenajea al propio Michael en ‘El Padrino III’, en el transcurso de una suntuosa fiesta en la que se celebra su consecución de la medalla de San Sebastián, impuesta en la mismísima catedral de San Patricio por las más altas autoridades de la iglesia.

¿Se acuerdan de qué hacía Don Vito al final de su vida? Efectivamente: hacer reír a su nieto y cultivar tomates. ¿Qué tal si terminamos este repaso por ‘El libro de cocina de la familia Corleone’ con una deliciosa, fresca, sana y natural ensalada caprese? Tomates, mozarella fresca, sal, pimienta negra recién molida y un chorro de aceite de oliva. Porque la vida, al final, está hecha de grandes momentos sencillos.

En Granada Noir 5, gracias a Cervezas Alhambra, en el 4U Hostel se va a celebrar una cena homenaje al 50 aniversario de la publicación de El Padrino. Permanezcan atentos a sus pantallas.

Jesús Lens

Emociones censurables

Resulta hasta entrañable. Es una imagen tantas veces vista en estos cien días que ya le he cogido incluso cariño. A Onofre Miralles y lo de su moción de censura, me refiero. Se va a convertir en todo clásico de nuestra tierra. Igual que El Almendro vuelve por Navidad y El Corte Inglés nos marca la vuelta al cole, no pasa un mes sin que el concejal de Vox aparezca en los medios blandiendo la emocionante posibilidad de una moción de censura que descabalgue a Luis Salvador de la alcaldía de Granada.

Foto: Ramón L. Pérez

Lo de ayer estuvo muy bien. Fue un golpe de efecto muy hábil. Cs y PP habían convocado a los medios para hacer un balance conjunto de estos primeros 100 días de gobierno —o lo que sea— y cuatro minutos antes de la hora prevista para la comparecencia, alguien cayó en la cuenta de que la agenda marcaba otras prioridades. ¿A quién lo le ha pasado, darse cuenta de que ha quedado en dos sitios distintos a la vez? Los lunes, es lo que tienen.

Aprovechando el silencioso vacío de la sala de prensa, Onofre concitó el interés de los periodistas con su petición de disculpas a la ciudadanía por ser cómplice —¿o será cooperador necesario?— del sindiós que preside la Plaza del Carmen en los últimos meses.

Yo le entiendo, ya les digo. Que no se me borra de la retina la imagen de un Miralles sonriente y confiado, mostrando la papeleta con su voto en el pleno de investidura que hizo alcalde de Granada a Luis Salvador. Tiene que ser duro saberse el tonto útil de dos políticos con tablas y experiencia que llevan ninguneándole desde aquel preciso instante.

Metáfora de 100 días de gobierno en Granada. Foto: Ramón L. Pérez

Por mucho que Miralles tire de Esopo y no deje de utilizar metáforas protagonizadas por animales, sean toros o sean gallos, lo cierto es que esto se parece más a la fábula de Pedro y el lobo: con tanto amenazar en vano, el día en que haya que plantearse una moción de censura, de verdad, no se lo va a creer nadie.

Jesús Lens

El bar de al lado

Domingo. Entorno del Palacio de los Deportes. Quedo para tomar unas cañas en uno de los bares más populares y concurridos de la zona. Aunque apenas pasan unos minutos de la una, su terraza está llena. Como hace buen tiempo y no tengo ganas de encerrarme, opto por sentarme en la terraza del bar de al lado donde, misteriosamente, no hay un alma.

Resulta curioso el contraste. A un lado, todo de bote en bote. Al otro, vacío absoluto. ¡Qué injusta puede ser la vida! Unos tanto y otros tan poco… Me pongo filosófico y meditabundo, reflexionando sobre el ser y la nada a sabiendas de que todavía pasaré un buen rato a solas, que me he adelantado mucho.

Mientras en el bar de al lado un diligente camarero no deja de entrar y salir del garito, llevando bandejas repletas de cervezas, vinos y tapas humeantes; nadie sale del mío siquiera a preguntar qué quiero. Como es temprano y no tengo prisa, sigo leyendo mi IDEAL tranquilamente. Eso sí: reconozco que estuve por pedirle una birra al chaval del bar de al lado. Por hacer la gracia, más que otra cosa.

Diez minutos después se queda libre una mesa en la terraza del bar de al lado. Salto como un resorte, abro codos, tomo la posición en la zona y consigo hacerme con una mesa de privilegio. Un par de minutos después estoy dándole el primer trago a mi Alhambra Especial mientras espero a que se enfríe la tapa de morcilla.

Imagino que los del bar de al lado se pasarán la vida rumiando sus penas y quejándose amargamente por lo mal que les va el negocio, haciendo cuentas y lamentándose de que no les salgan los números. A lo peor, acaban cerrando. Y vendrá otra persona a hacerse cargo del bar. Y le costará Dios y ayuda levantarlo dado que clientes con mala experiencia previa, como yo, no volverán a sentarse en su terraza ni aunque les den dinero, esperando pacientemente a que se quede vacía una mesa en el bar de al lado.

Jesús Lens

Violencia machista y xenofobia

Tratan de desmarcarse del ignominioso mensaje colgado en Facebook denigrando a la reina de las fiestas de Otura, pero a Vox, cada vez que sale el tema de la xenofobia, le revientan las costuras. Y con la cuestión de la violencia contra la mujer, también. Lo hemos visto esta semana en Madrid, con Almeida enfrentándose a Ortega Smith. Que manda huevos, como dijera aquel otro popular.

El pasado viernes por la noche, unas mil personas salimos a la calle a reivindicar que la noche también es para ellas. Que tienen derecho a salir y emborracharse, como cualquier hijo de vecino, sin tener que sentirse amenazadas. Pasar por Pedro Antonio se convirtió, pues, en una declaración de intenciones.

Personalmente me hubiera gustado que fuéramos varios miles de personas en las calles, pero son pasos que hay que ir dando. De denuncia, compromiso y concienciación.

Cuando, irritados como estamos, amenazamos con no ir a votar en las próximas elecciones, es necesario recordar las posturas de determinados partidos y sus representantes con según qué temas. La xenofobia y el machismo, sin ir más lejos. Sí. Estamos cabreados, molestos e indignados por todo lo acontecido y, sobre todo, por lo no acontecido tras la victoria del PSOE en la cita del pasado 28 de abril. ¿Solucionará algo no ir a votar, sin embargo? A las personas progresistas, me refiero, que son las que mayoritariamente sostienen que prefieren irse a pasar el día en el campo antes que volver a las urnas. Porque a la gente de las derechas, más o menos extremas, más o menos centradas; no la veo yo con tantos remilgos.

Cuando me asalten dudas sobre qué hacer en la próxima cita electoral, me acordaré de la joven de Otura, vilipendiada por alguien de Vox por su origen marroquí. Me acordaré de Ortega Smith y su 1% aplicado como excusa para no condenar la violencia contra la mujer, el mismo día en que una joven era violada en el centro de Granada, a las siete de la mañana, en la puerta de la pensión en que se alojaba.

Jesús Lens