Elecciones glocales

A la jornada de reflexión habría que cambiarle el nombre y denominarla jornada de desintoxicación. Un sábado como el de ayer resulta imprescindible para sacudirnos los restos de la campaña electoral que inevitablemente se nos han ido quedado adheridos: las mentirijillas de unos, los delirios de grandeza de otros, los últimos cruces de insultos o acusaciones entre candidatos…

Una jornada de desintoxicación que nos permite coger fuerzas e impulso para ir hoy a votar. A votar en dos urnas diferentes, por mucho que el 95% de nuestro tiempo, esfuerzo y dedicación lo hayamos volcado en las municipales.

Hoy tenemos unas elecciones glocales: se vota para elegir a nuestros representantes locales y, a la vez, a los diputados que nos representarán en el Parlamento Europeo. ¿Soy yo o cada vez le prestamos menos atención a lo que ocurre allá por Bruselas, Luxemburgo y alrededores?

Que el auge de la ultraderecha y la proliferación de un discurso de tintes fascistas por todo el continente conviva con el apogeo de los nacionalismos más rancios, retrógrados y excluyentes, Brexit incluido, hace que las elecciones europeas de hoy domingo tengan una significación especial que va más allá del propio funcionamiento de las instituciones comunitarias.

¿Cómo quedarán constituidas las nuevas mayorías en el Europarlamento? ¿Qué grandes bloques se conformarán? ¿Qué resultados obtendrán los Salvini, Le Pen, Wilders y demás representantes del neofascismo del siglo XXI? ¿Qué porcentaje de voto ultra y xenófobo vendrá de los países escandinavos? ¿Qué votarán mayoritariamente en la Gran Bretaña del caos brexitiano?

Me confieso demasiado distanciado del proyecto europeo. Y eso que soy un euroconvencido militante. Las cosas de casa nos tienen demasiado ocupados y entretenidos y corremos el riesgo de olvidar la importancia de una Europa que, en medio del choque de trenes entre los Estados Unidos, China y Rusia, debería estar más unida que nunca.

Hoy domingo elegimos a nuestros futuros alcaldes y concejales, pero también a los representantes que deben defender en Europa nuestras ideas y posicionamientos en cuestiones como la inmigración, los derechos sociales, los refugiados y un largo etcétera.

Por todo ello, ir a votar hoy es doblemente importante: se celebran unas elecciones locales y, a la vez, unas elecciones de ámbito global para los ciudadanos europeos.

Jesús Lens

Guadalupe Plata & David Lynch

Ayer viernes y hoy sábado, Guadalupe Plata están aportando su música, honda, oscura y pantanosa, a la jornada de reflexión. Este fin de semana estamos de enhorabuena en Granada: los jiennenses GP, un grupo descomunal, absolutamente imprescindible en el panorama musical español contemporáneo, presentan su nuevo disco en el Planta Baja.

¿Saben ustedes la suerte que tenemos de disfrutar a Guadalupe Plata dos o tres veces al año, gracias al buen hacer de este monstruo, ese titán que es Toni Anguiano? Si tuviéramos en Granada a diez Anguianos con serpientes multicolor enroscadas en su cuello, Sevilla y Málaga nos tendrían que hablar de usted, contra-culturalmente hablando…

Hay que ver en directo a Guadalupe Plata siempre que sea posible. No pasa nada por repetir: el día menos pensado, Pedro de Dios, Carlos y Paco Luis se afincarán definitivamente en los Estados Unidos para dedicarse a recorrer las carreteras secundarias que jalonan la Ruta 61, entre Memphis y Nueva Orleans, siguiendo el curso del Mississippi. Será entonces cuando les echemos de menos.

Les cuento un sueño: David Lynch escucha tocar a Guadalupe Plata en algún tugurio de un pueblo perdido de la zona pantanosa de Luisiana. Al acabar su actuación, el cineasta les invita a una cerveza, comienzan a hablar y, cuando les pregunta por su procedencia, Perico de Dios le habla de la profundidad insondable de los olivares andaluces, tierra de linces, buitres y lobos, generosamente regada por el Guadalssissippi.

A Lynch le pica la curiosidad y llama a Mark Frost, uno de sus socios creativos. Compran sendos billetes de avión y se vienen para acá, a ver qué encuentran. Fascinados por Úbeda y Baeza, enamorados de Cazorla y Sierra Morena; llegan a Granada. Vuelven a leer a Lorca. Van a Fuente Vaqueros y Valderrubio. Escuchan blues en el Alexis Viernes y descubren los secaderos de tabaco de Vegas del Genil.

Será tomando unos vinos en el Charavinillo que Lynch y Frost tomen la decisión: antes de que los creadores de ‘True Detective’ o ‘Fargo’ descubran el potencial visual y creativo de nuestra tierra, serán ellos quienes filmen una serie que recree la atmósfera de ‘Twin Peaks’ en nuestra Andalucía ancestral. Con banda sonora de Guadalupe Plata, por supuesto.

Jesús Lens

Hoy se terminan

Como el próximo domingo no voy a estar aquí y ya he votado por correo, no se hacen ustedes a la idea de lo extraño que es seguir expuesto a la campaña electoral.

He abierto el buzón y se me han caído a los pies los caretos de varios candidatos, ansiosos por salir de su encierro. Lo sé, lo sé. La culpa es mía por no haberle escrito al INE para que me borre de la base de datos correspondiente, pero no se puede estar en todo.

Tengo un par de invitaciones, o diez, para ir a los penúltimos actos del campaña, incluyendo los “grandes” mítines de cierre. “¿Y ya para qué, criaturos míos?” me pregunto mientras pulso con insistencia el icono de la Papelera y la pestaña de Mostrar-menos-anuncios-como-este.

Aun así, no deja de sorprenderme el arrojo del PSOE, que lo mismo anuncia la próxima venta de billetes del AVE, aunque no especifique desde cuándo se podrá viajar de Granada a las dos capitales del reino, Madrid y Barcelona; que se fotografía recepcionando el legado de Brazam que, según acusa el PP, puede estar en curso de una investigación penal.

Hoy viernes termina una campaña electoral que empezó a mitad de noviembre pasado, con las Andaluzas. Desde entonces no hemos tenido tregua. Eso sí: a nada que las mayorías de gobierno dimanantes de las urnas sean estables -por mucho que nos irriten algunas de ellas- tenemos cuatro sin citas electorales por delante.

¿Se imaginan que, ante este escenario, los cargos electos se dediquen a legislar, a cumplir con el mandato de los ciudadanos, dejando en segundo plano el postureo, el careo y la apariencia? ¿Se los imaginan en sus despachos, trabajando, dialogando, consensuando y sacando adelante iniciativas que beneficien a la ciudadanía en general y no a su ego particular?

Sé que es injusto meterlos a todos en la misma cesta, pero ustedes saben a quiénes me refiero. Los otros, los que trabajan día a día, han seguido en segundo plano, dando el callo de forma callada y discreta.

Por todo ello, hoy va a ser un gran día. Para bien o para mejor, hoy termina(n) la(s) campaña(s) electoral(es).

Jesús Lens

De tres en tres

Resulta paradójico que, en la historia de Granada, se recuerde al famoso Tripartito de Moratalla como algo muy parecido al infierno cuando, según la lógica electoral del futuro inmediato, nuestro próximo alcalde necesitará el respaldo de, al menos, tres formaciones políticas diferentes.

Los portavoces de cada formación, oficiales u oficiosos, sostienen que les salen las cuentas. Imagino que utilizarán una de aquellas indescifrables calculadoras científicas del BUP porque a mí, con la del móvil, no me cuadran los 27 concejales. Quico Chirino, que de esto sabe lo suyo, dice que a él le salen 40. Y no. Va a ser que no…

Si Paco Cuenca quiere repetir, necesitará el apoyo de la confluencia de Cambril, pero es poco probable que, ni por esas, lleguen a sumar los 14 concejales. La gran incógnita es saber si Vamos Granada y/o Centrados por Granada sacarán concejal o solo arañarán unos cuantos miles de votos. Y si, de sacar concejal, apoyarán al PSOE.

En las derechas, la cosa es parecida. Dando por descontado el pacto entre Sebastián Pérez y Luis Salvador, la gran incógnita es saber qué harán si necesitan el voto de la ultraderecha para ser alcalde, uno u otro. Y qué exigirá la extrema derecha a cambio, posibles cabezas de cartel incluidas. ¡Eso sí que iba a ser un Tripartito, uno y trino!

Mientras, la campaña agoniza y hace agonizar a la gente, saturada de promesas, debates y discursos electorales. La decisión de Susana Díaz de adelantar sus elecciones nos ha obligado a tragarnos tres campañas seguidas y esto no hay cuerpo -ni cerebro- que lo soporte.

Más que nada porque lo realmente duro y complicado comenzará el domingo por la noche, a eso de las once, cuando se conozca el reparto definitivo de concejalías y haya que sentarse a negociar, sobre todo y en primer lugar, los planes económicos para sacar al Ayuntamiento de la ruina.

De ahí mi perplejidad de estos días al ver la campaña polarizada entre dos quimeras: el Gran Túnel de la Gran Granada y el desembovedado del Darro propuesto por PIUA que, con el Corredor Verde, sí había acertado de pleno. ¿Serán los tripartitos los que hagan pisar tierra firme a los concejales electos?

Jesús Lens

Todos a bordo de «El último barco», de Domingo Villar

Confieso: hubo un tiempo en que estaba convencido de que ya no lo leería. Ni yo… ni nadie. Al nuevo libro de Domingo Villar, me refiero. Por fortuna, me equivoqué. Yo, y todos los que pensaban como yo. Que eran muchos.

Porque Domingo Villar ha vuelto a las librerías con ‘El último barco’, la nueva novela protagonizada por Leo Caldas, su personaje de referencia. ¡Y cómo han vuelto, Caldas y Villar! Esta novela policíaca de 700 páginas se ha convertido en uno de los títulos imprescindibles del año, de lectura obligatoria para los amantes del Noir… y para quienes no sean aficionados al género negro, que tiene un componente realista y humanista que gustará a todo el espectro lector.

Estamos de enhorabuena, pues. Especialmente porque Domingo Villar se había convertido en un enigma y, durante los diez años transcurridos desde la publicación de su anterior novela, ‘La playa de los ahogados’, empezaron a correr diversas leyendas urbanas sobre su nuevo manuscrito. Aunque, en el caso de Domingo, más que urbanas, debían ser marinas.

Como si de un misterioso personaje mitológico de Cunqueiro se tratara, Domingo escribía, reescribía y volvía a escribir una novela cuya única copia pudo quedarse en un taxi, olvidada por el autor. Aunque también podría haberse disuelto en las entrañas de un ordenador que pasó a mejor vida, sin que Villar hubiera hecho copia de seguridad.

El halo de misterio que le rodeaba pareció desvanecerse en 2012, cuando el boletín de novedades de Siruela anunció la publicación de ‘Cruces de piedra’. Estábamos tan próximos a leerla que incluso nos deleitamos con una excelente portada, entre lo evocador y lo misterioso, con el océano como protagonista.

Pero el libro no salió: en un ejercicio de honestidad brutal y de compromiso con la máxima exigencia literaria y personal, el autor decidió que, por circunstancias íntimas, aquella no podía ser la nueva historia de Leo Caldas. Y empezó a escribir, de nuevo, una historia diferente y original.

Por todo ello entenderán lo emocionante de ir a la librería Picasso y comprar, ahora sí, la nueva novela de Domingo Villar, ‘El último barco’, de nuevo publicada por Siruela, editorial a la que es necesario agradecer el mimo con el que ha cuidado a su autor.

Cuando me gustan… ¡cómo me gusta que las novelas sean largas! Sirva esa tautología como declaración de principios: disfruto cuando los buenos libros se demoran en la presentación de los personajes, cuando la trama se va desmadejando despacio, cuando las relaciones entre los protagonistas fluyen delante de mis ojos. Me gustan las anécdotas y digresiones, la multiplicidad de personajes y que el autor me muestre un amplio abanico de posibilidades argumentales, sin llevarme a hopo, sin resuello o con las bridas tensas.

De ahí que las 700 páginas de ‘El último barco’ se me hayan hecho cortas y que, al llegar a su recta final, pasando de la 500, ya tuviera claro que no iba a levantarme del sofá hasta terminar de leer esta fascinante historia.

La capacidad de Villar para concentrar en escasos días y en un reducidísimo número de escenarios la investigación de la desaparición de una mujer, manteniendo en todo momento la tensión y el interés del lector, es la mejor prueba de su extraordinario talento narrador.

A destacar su encendida y entusiasta descripción del trabajo que se hace en las Escuelas de Arte y Oficios, una defensa a ultranza de la labor paciente y esmerada de los artesanos, de la labor manual realizada sin prisas, poniendo los cinco sentidos en modelar barro o tallar madera para hacer piezas de cerámica o instrumentos de música.

Una labor que tanto tiene que ver con la paciente investigación de Leo Caldas, ese brutote encantador que es Estévez y la efectiva Clara. Una labor tan emparentada, también, con el arte de contar historias. De escribir novelas. Un arte que, como el de los buenos diálogos y las mejores conversaciones, requiere de tiempo, calma y sosiego.

Así las cosas, al terminar la lectura de ‘El último barco’, ardía por hablar de ella. ¡Pero cualquiera decía nada, con la que está cayendo con los spoilers! Me toca esperar al día 13 de junio, a la próxima reunión del Club de Lectura de Granada Noir, cuando entraremos a saco para destriparla, final incluido. Es lo que tienen las mejores lecturas: incitan a la charla y al intercambio de opiniones.

‘El último barco’ es uno de los grandes libros del año y muerdo por hablar de él. ¿Se animan? Estoy seguro de que al gran Paco Camarasa, nuestro añorado librero de Negra y Criminal, también le habría entusiasmado y andaría recomendándolo encendidamente, con el convencimiento del que acierta seguro y sin margen de error.

Jesús Lens