Zarpan, para no volver

Ayer zarpó el barco de Open Arms con rumbo a Barcelona, quién sabe si para no volver. Llegó a Motril para participar en las labores de rescate de esos inmigrantes que se juegan la vida cruzando el mar de Alborán y, tras dos meses esperando la firma de un convenio de colaboración con Salvamento Marítimo, aburridos y cansados, se vuelven a la ciudad condal.

Hola… y adiós.

Salvamento Marítimo es una entidad pública empresarial dependiente del Ministerio de Fomento. Penilla que su equipo, integrado por más de 1.500 trabajadores, no haya encontrado hueco para firmar ese convenio con Open Arms, con la falta que hace la colaboración entre agencias en un tema tan delicado como el de la inmigración.

Me acuerdo ahora de otro barco que partió, también para no volver. En este caso, su destino fueron las Islas Canarias. El catamarán Boatdil era el único barco que hacía rutas turísticas diarias y regulares en la Costa Tropical y su responsable tiró la toalla en septiembre, aburrido por la burocracia… y por Fomento. Otra vez.

“La alcaldesa de Salobreña y la gente de la Autoridad Portuaria son los únicos que nos han ayudado”, denunciaba en IDEAL Juan Pablo Fajardo, creador de la empresa que hacía rutas turísticas por Maro-Cerro Gordo o el cabo Sacratif. “¿Por qué el turista repite en la Costa del Sol y se ha enganchado a Almería? Aquí en Granada tenemos un problema con la administración, su burocracia y sus técnicos sin eficacia y visión”, seguía diciendo, antes de marcharse con viento fresco.

Y remataba con otra perla para enmarcar: “En Granada los políticos se van a las ferias de turismo a perder el tiempo mientras se maltrata a los emprendedores”. ¡Toma del frasco! (Lean AQUÍ la información completa)

En dos meses, dos barcos muy diferentes se han marchado de la Costa Tropical. Paradójicamente, por las mismas razones: el aburrimiento y de la desesperación provocados por la burocracia del ministerio de Fomento. En serio, ¿qué le hizo Granada al joío Fomento en una vida anterior? ¿Por qué parece tenérnosla jurada? ¿Qué le dan, en Málaga? Preguntas sin respuesta.

Jesús Lens

Megabibliotecón

Impactado me quedé ayer miércoles, Día Internacional de las Bibliotecas, con la portada de IDEAL y la noticia del traslado de la Biblioteca de Andalucía al antiguo hospital de San Cecilio. (Leer AQUÍ)

Foto: González Molero

Que el grandioso MagoMigue y su pionero y rompedor Hocus Pocus compartieran la misma portada no podía ser casualidad, que esa transformación arquitectónica me parece mágica, fantástica e ilusionante. Casi tanto como volver a ver la firma de González Molero en un pie de foto. De repente, efectivamente, estábamos en Gran Hada.

Pedazo de exclusiva de Pablo Rodríguez para conmemorar el día mundial dedicado a las bibliotecas como homenaje, paradójicamente, a un hecho tan simbólico como terrible: el incendio de la Biblioteca de Sarajevo, en 1992, durante el infernal y criminal asedio serbio a la capital de Bosnia-Herzegovina en lo que se ha dado en llamar, eufemísticamente, el Conflicto de los Balcanes.

Foto: Gervasio Sánchez

Todavía recuerdo el escalofrío que sentí al ver sus ruinas, justo después de bajar del tren nocturno procedente de Zagreb. Era un poco después del amanecer y, mientras la ciudad despertaba, podía tocar en las paredes los restos de los disparos, las muescas de las balas; recuerdo de aquellos años atroces en los que la imagen del violonchelista Vedran Smajlovic nunca se podrá olvidar.

La restauración de la Biblioteca de Sarajevo, realizada con dinero de la UE y en la que España desempeñó un papel determinante, es el símbolo de un nuevo amanecer para Bosnia.

Salvando las distancias y en unas circunstancias afortunadamente muy distintas, la noticia de que el antiguo hospital de San Cecilio va a ser integralmente reformado para albergar la gran Biblioteca de Andalucía es una de las grandes noticias del año.

Por lo simbólico y lo cultural, claro que sí. Pero también por lo material. En un doble sentido. Por un lado, los cinco millones de euros que tiene previsto invertir la Junta de Andalucía en la restauración y adecuación del edificio. Pero también es básico resaltar la nueva vida que la Biblioteca le va a insuflar al barrio de San Lázaro. Que anda que no se va a quedar collejo e interesante, con la antigua Facultad de Medicina convertida en el gran espacio cultural de la UGR y, ahora, el megabibliotecón.

Una magnífica noticia para la Granada cultural que nos debe animar, por supuesto, a leer más. Y mejor. A seguir leyendo. Y soñando.

Jesús Lens

 

Historias sobre el Narco en México

Este verano me pasó una cosa curiosa. Dos buenos amigos -y ambos enormes escritores- me recomendaron la lectura del mismo libro: “Alacrán”, de Salva Alemany. Me lo pusieron tan, tan, tan bien que no tardé un chispo en hacerme con él.

Les confieso que, al principio, desconfié. ¿Por qué escribe un tipo de Valencia sobre el tráfico de drogas en México? Sobre todo, teniendo en cuenta que el del narco mexicano es un género en sí mismo, con novelas como “El poder del perro”, de Don Winslow; las de Elmer Mendoza, Barry Gifford o la mismísima Reina del Sur de Pérez Reverte.

Si hablamos de referentes cinematográficos, ahí están “Sicario” o “El infierno” de Luis Estrada. Y series televisivas tenemos desde “El puente” hasta “Breaking Bad” o su estratosférica precuela: “Better Call Saul”.

Fiándome del criterio de Toni Hill y Carlos Bassas, empecé la lectura de “Alacrán” y no tardé más de 24 horas en acabarla. De hecho, la historia de Santos, Lupe y Don Dimas me arrebató de tal manera que, al terminar sus 250 páginas, tenía mono. Quería más. Y aproveché para hincarle el diente a “El Cártel”, la continuación de la magistral e impactante “El poder del perro”, de la que escribí AQUÍ. Don Winslow la publicó en 2015 y había ido postergando su lectura. Hasta ahora, que sufrí la picadura del alacrán…

Salva Alemany en Granada Noir. Foto: Laura Muñoz

¿Saben qué les digo? Que siendo “El Cártel” una gran novela, “Alacrán” no le va a la zaga ni tiene nada que envidiarle, dada la contundencia de su propuesta, la enjundia de sus personajes, la hilazón de una sólida trama y el gran conocimiento del medio mostrado por Salva Alemany, parafraseando a la asignatura de la ESO.

No les voy a contar de qué van ninguna de las dos novelas. Radicadas en la frontera entre México y los Estados Unidos, ustedes se pueden hacer una idea. Aunque en “Alacrán”, el narcotráfico no es el tema central de la narración, está presente a lo largo de la historia, condicionando las vidas de los protagonistas.

Salva Alemany estuvo en Granada Noir, pero no tuve el tiempo necesario como para sentarme a hablar largo y tendido con él sobre “Alacrán”, la génesis de la novela, la labor de documentación y, en general, por su forma de afrontar la escritura y su concepción de la literatura.

Salva es un viajero impenitente que, antes de venir a Granada, anduvo recorriendo Canadá, uno de mis países no visitados favorito. Tanto que, desde niño, nunca falta en mi armario una camisa de cuadros, rojos y negros, por si surge de improviso la oportunidad de visitar el país de la hoja de arce. Además, otra de las novelas de Salva, “Éire”, transcurre en Irlanda, otro de mis países favoritos, este sí visitado en varias ocasiones.

Lean “Alacrán”, publicado por la editorial Amarante. Van a descubrir a dos personajazos. De los que enamoran. Y a un villano de los que no se olvidan. pónganse en manos de Salva y déjense guiar por una de las zonas más peligrosas del mundo… sin riesgos para su integridad física. Lo más, algunas palpitaciones producto de la intensidad narrativa.

¿Y qué decir de “El Cártel”? Pues que es una extraordinaria continuación de “El poder del perro”, aunque parte con una desventaja: haber perdido el efecto sorpresa de la relación entre Keller y Adán Barrera.

Aunque, bien pensado, “El Cártel” no parece una continuación al uso. Da la sensación, más bien, de que Don Winslow dividió en dos partes su monumental obra sobre el narco mexicano, que ambas novelas forman un corpus totémico; “El Padrino” del siglo XXI, podríamos decir.

La narrativa de Winslow es dura y sin concesiones. Algunos de los momentos descritos en “El poder del perro” resultaban especialmente estremecedores. Pero la realidad el narco es así de dura.

La continuación de la historia de Barrera y Keller, ganadora del Premio RBA de Novela Negra del 2015, es buena muestra de lo que supone eso que tan pomposamente se ha dado en llamar La Guerra contra las Drogas. Una guerra que parece perdida de antemano. Porque, mientras exista una demanda tan brutal de cocaína, heroína, metanfetamina o marihuana a nivel global, siempre habrá proveedores encargados de suministrarla. Da lo mismo cuántos capos vayan cayendo: siempre corre el escalafón.

“El Cártel” va más allá de México. Habla de los Estados Unidos, por supuesto. Pero también del resto de Centroamérica. Del papel de la CIA en todo este tinglado. De las bases operativas de los cárteles en Guatemala.

De hecho, he tenido que leer a Winslow para entender lo que me dijo una amiga mexicana cuando se enteró de que había estado viajando por carretera, entre Guatemala y la ciudad Mérida, en el Yucatán mexicano, atravesando Chiapas: “te has arriesgado a que te maten. No eres consciente de la barbaridad que has hecho”. En su momento pensé que exageraba. Después de leer “El Cártel”, no lo tengo ya tan claro. Y es que la literatura, la buena literatura negra y policial, también sirve para comprender el mundo que nos rodea.

Jesús Lens

Ofendidos cibernéticos

Contrasta la ola de indignación cibernética sobre la postura del personal de Ryanair en el affaire racista de su vuelo Barcelona-Londres con la tibia reacción de las decenas de personas que, físicamente, fueron testigos del mismo.

¿Qué haría usted si un pasajero llamara a su vecina de asiento negra fea bastarda, delante de sus narices, y se negara a viajar junto a ella? ¿Intervendría de alguna manera o se limitaría a indignarse en las redes sociales?

En frío y a toro pasado, desde la comodidad de nuestro sillón favorito o desde la barra del bar en que está usted leyendo esto, todos somos héroes y, por supuesto, habríamos intervenido para poner firme al mamarracho en cuestión. Además, también tenemos la solución para el banquillo del Real Madrid y para la reordenación más eficiente de las líneas de autobuses de la Rober. Pero no nos desviemos.

Porque la realidad es más cruel y prosaica. La realidad es como esa réplica ingeniosa, brillante e incontestable que se te ocurre… cuando tu adversario dialéctico ya baja en el ascensor, después de haberte sacado los colores delante de todo el mundo.

La realidad es como el contrato para la construcción de las corbetas para Arabia o la venta de misiles de guiado láser a un régimen teocrático anclado en la Edad Media: por muy democráticos y de izquierdas que seamos, la pela es la pela.

Desde ahora, ya nadie va a volar en Ryanair, si hacemos caso a las proclamas públicas de miles de internautas. Es lo que nos pide el cuerpo. Pero, sobre todo, tuitearlo con un par de hashtags abrasadores, es muy sencillo. Cumplirlo es ya otra cosa…

¿Cómo afectará a la venta de billetes esta crisis reputacional -la enésima- en Ryanair? ¿Se disculpará la empresa, siquiera como gesto de buena voluntad? ¿Quién ganará la batalla, el encendido ofendidismo virtual o los billetes a bajo precio de la compañía aérea?

En Granada, lo tenemos fácil. He entrado en la web de Ryanair y no he encontrado ninguna ruta que opere desde nuestro aeropuerto. Así, lo podemos proclamar alto y claro: ¡pongo a Dios por testigo de que no cogeré ningún vuelo de Michael O’Leary que salga o aterrice del aeródromo de Chauchina!

—¿Y de Málaga?

—Bueno, llegado el caso, habría que analizar los diferentes escenarios y las posibilidades reales de…

—Ya, ya, ya.

Jesús Lens

Los infiltrados van a la oficina

Ya que los distribuidores de la serie en España han bautizado con el nada atractivo título de “Oficina de infiltrados” a una de las mejores series de la televisión contemporánea, permítanme que contribuya un poco más a su descrédito nominal a través de otro título infame: los infiltrados van a la oficina.

“Le bureau des légendes” es el título original de la serie producida por el Canal + francés. Bureau, en su primera traducción, es despacho. Y légendes… pues eso. Leyendas. Así las cosas, el que decidió ponerle “Oficina de infiltrados” a una de las perlas de la televisión europea, se quedó a gusto y descansando.

De hecho, cada vez que la recomiendo, me harto de usar peros, sin embargos y demás adversativas: al ver la cara de suspicacia de mi interlocutor cuando le juro que tiene que ver “Oficina de infiltrados”, le insisto en que es una serie cojonuda, a pesar de tener un nombre tan ridículo y poco convincente.

Pero vayamos al grano. ¿Quieren saber ustedes cómo funcionan los servicios secretos en el siglo XXI? Vean “Oficina de infiltrados”. Y ya está. Punto. Así de claro y rotundo lo digo. Ni la igualmente brillante “Homeland” transmite esa sensación de credibilidad, de apego a la realidad.

El personaje central de la serie protagonizada por Mathieu Kassovitz y sobre el que pivota la trama es un agente francés infiltrado en Siria que vuelve a Francia. En Damasco deja a una mujer con la que ha entablado una relación sexual. ¿Quizá también afectiva? ¿Amorosa, incluso? Porque es cierto que los agentes infiltrados se acuestan con sus fuentes, si lo consideran necesario o beneficioso para su coartada.

Guillaume Debailly conocido en la Dirección General de Seguridad Exterior francesa como Malotru, retorna a París después de varios años infiltrado entre Siria y Jordania. En Oriente Medio vivía y trabajaba desempeñando el papel de un investigador y escritor bajo el nombre de Paul Lefevre. Estamos en plena guerra de Siria y su trabajo como agente infiltrado puede haber sido determinante -o no- en diversas operaciones contra el terrorismo yihadista.

Al volver a casa y tras devolver -casi- toda la documentación de Paul Lefevre, Malotru se incorpora a un frío edificio administrativo compartido por un amplio ramillete de jefes, colaboradores y subordinados, donde comen menús de cafetería mustios y poco apetitosos y se comportan como cualquier otro funcionario del estado. Malotru comienza a hacer un burocrático trabajo de despacho mientras intenta recomponer su relación con una hija adolescente. Y entonces, aparece ella. En París. Misteriosamente. Nadia El Mansour.

Se trata de la especialista en historia y geografía de Oriente Medio con la que Lefevre mantuvo un tórrido idilio en Damasco. Solo que ahora, Malotru ya no es Lefevre. ¿O sí? Ni que decir tiene que debería mantenerse alejado de ella. Pero la tentación es tan fuerte…

Mientras que este hilo de la trama avanza por un lado, a lo largo de las tres adictivas temporadas de “Oficina de infiltrados” estrenadas hasta ahora asistimos al adiestramiento y puesta en servicio de otra agente, Marina, que operará en Irán. Y es que la DGSE está presente en diferentes escenarios conflictivos del mundo contemporáneo, teniéndoselas que ver con la CIA, el Mossad o el MI6 que, en unas ocasiones son aliados y, en otras, rivales.

Triangulaciones a través de satélites, sofisticados métodos de escuchas y, también, obtención de información tete a tete. Persecuciones y seguimientos que nada tienen que ver a los que estamos acostumbrados en los thrillers del Hollywood más convencional. Operaciones arriesgadas al borde de la lógica y el sentido común. Canjes de prisioneros. Deserciones. El papel de las grandes corporaciones en el concierto geoestratégico mundial, la colaboración de diferentes instituciones del estado en la consecución de los objetivos del Elíseo… Y el ISIS. Y Daesh. Y la guerra en Siria. Y los esbirros de Bashar al-Asad. ¿No se les ha acelerado el pulso?

Sin olvidar la conexión iraní. Que Marina es una experta sismóloga que, a través de su vasto -¿o no tanto?- conocimiento de las fallas tectónicas y los terremotos, es invitada a participar en importantes congresos en países estratégicos de Oriente, como Azerbayán. O a colaborar con institutos científicos de Irán, lo que le permitirá tener acceso a información sobre la capacidad nuclear del país de los Ayatolás.

Piratería informática, infección de redes a través de troyanos, modernas técnicas psicológicas para desenmascarar a agentes dobles, cómo engañar al polígrafo… “Oficina de infiltrados” es una mina de información que, por supuesto, deja un amplio espacio a las relaciones personales entre los protagonistas de la serie. A sus relaciones laborales y afectivas. Porque la tecnología resulta imprescindible en el espionaje contemporáneo, pero nunca se puede echar al olvido el célebre factor humano que tan bien relatara el pionero Graham Greene en su famosa novela sobre el MI6 británico.

A la espera del estreno en España de la cuarta temporada de “Oficina de infiltrados”, que ya está a punto de caramelo, con Rusia como nuevo escenario en el tablero del juego geoestratégico; no dejen de ponerse al día con una de las mejores series de este siglo.

Jesús Lens