El dolor de los demás y la autoficción Noir

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—¿Has leído “El dolor de los demás”? Podríamos estar ante nuestra propia “A sangre fría”…

El remitente es, por supuesto, Fernando Marías, una de las personas más atentas a todo lo que ocurre en el mundillo cultural español. Sobre todo, en lo que tiene que ver con la innovación.

Escribo sobre la marcha a Librería Picasso, preguntando si lo tienen en la tienda. Su respuesta me anima a salir a escape en su busca: “nos queda solo uno”.

Empiezo la lectura esa misma tarde. Por la noche tengo que salir. Al día siguiente, lo he terminado. Y contacto con el autor, Miguel Ángel Hernández: “¿Te vendrías a Granada Noir, el próximo octubre?”

Ha sido el libro del verano. No sé en ventas, pero sí en cuanto a reseñas críticas y a referencias en todo tipo de revistas y publicaciones, literarias y no literarias. Y no me extraña. Porque “El dolor de los demás” es uno de esos fenómenos llamados a perdurar y a trascender. A crear escuela. A abrir caminos, ampliar miras y marcar territorios.

1995. Nochebuena. Huerta murciana. Un joven mata a su hermana después de haberla violado y, acto seguido, se suicida, tirándose por un barranco cuando los vecinos, de madrugada, andaban su busca. Es el mejor amigo de Miguel Ángel Hernández y su relación era afectuosa, cálida y cercana. Dado que los hechos están meridianamente claros y el quién lo hizo no admite discusión, la investigación oficial no tarda en cerrarse. Sin embargo, una pregunta sin respuesta se quedó flotando en el aire: ¿Por qué? Nunca llegó a entenderse ni a comprenderse el porqué lo hizo… más allá de la rumorología inherente a un caso de estas circunstancias.

Veinte años después, cuando el manto del olvido parece haber sepultado aquel crimen, Miguel Ángel Hernández vuelve a sus raíces, regresa a la huerta… y comienza a preguntar. Empieza así una investigación que le llevará a reverdecer años pretéritos, dando el pistoletazo de salida de un viaje en el tiempo de consecuencias imprevisibles.

¿Existen límites que no debe traspasar un escritor? ¿Hasta dónde es moralmente lícito remover dolorosos acontecimientos del pasado? Ahí es donde chocamos con el título de un libro tan inclasificable como imprescindible: “El dolor de los demás”.

En España, efectivamente, no estamos acostumbrados a la autoficción en la que la vida del autor se convierte en el material narrativo con el que confecciona su obra. De ahí la sorpresa provocada por Miguel Ángel Hernández: en cuanto empieza a bucear en los acontecimientos que rodearon la tragedia que destrozó a la familia de su mejor amigo, su propio pasado empieza a emerger. Y resultará imposible de contener.

Cuando Miguel Ángel regresa a investigar a la huerta, en 2015, ya estamos bien entrados en los años de la crisis económica y financiera que asoló España. Él es todo un profesor de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, con amplia experiencia investigadora y docente en Estados Unidos. El contraste con la España profunda, por tanto, va a ser enorme. Ahí radica otro de los puntos fuertes del libro.

Más contrastes: la sociedad española de hoy y la de entonces. Nacido en 1977, Miguel Ángel Hernández tuvo que hacer la migración del ciudadano analógico al digital. Y entre la España rural y autárquica de los años 80 del pasado siglo y la España comunitaria de hoy en día también hay un buen trecho. ¿O no tanto? En esencia, quiero decir…

¿Cómo cae la vuelta del profesor universitario a la huerta? Un profesor que, además, ya es escritor. Aunque sus libros están relacionados con la materia docente e investigadora en que se ha especializado: el arte y la estética. Y, más importante aún: ¿cómo se recibe entre los paisanos su intención de escribir sobre un tema tan escabroso? Item más: ¿cómo le acogen, más allá de su labor investigadora?

Y el otro tema esencial de “El dolor de los demás”: el punto de vista adoptado a la hora de interpretar los acontecimientos. Un punto de vista que está íntimamente relacionado con los afectos. Hasta ahora hemos hablado de Miguel Ángel Hernández y de la investigación emprendida para esclarecer los hechos que asolaron a la familia de su amigo. Una investigación que servirá, también, para sacar a flote recuerdos del pasado del propio autor, lo que nos permitirá conocerle y descubrirle. Sin embargo, ¿no echan de menos a otra persona en esta relación de hechos? ¿No falta un factor esencial en la ecuación?

A través de viejos programas de televisión y de fotos olvidadas, de las hemerotecas, las conversaciones y las entrevistas, Miguel Ángel Hernández teje un tupido mosaico en el que todos nos podemos encontrar reflejados. Es la clave de la buena autoficción: hablando de sí mismo y de sus circunstancias, el autor debe involucrar al lector, hacerle recordar cosas de su propia vida, invitarle a que se plantee preguntas, a que reflexione sobre el cuándo, el cómo y el porqué de determinados episodios… y sobre su trascendencia vital.

Y, por si se lo estaban preguntando: ¡SÍ! Miguel Ángel Hernández nos acompañará en la cuarta edición de Granada Noir y, con la colaboración de Cervezas Alhambra, mantendrá una conversación abierta al público con nuestro querido Fernando Marías, el martes 2 de octubre, en el Teatro CajaGranada. Una de esas citas obligatorias e imperdibles.

Jesús Lens

El sedentarismo asesino

El martes me desperté a eso de las 5 am y ya no conseguí dormirme. Estamos con los preparativos de la cuarta edición de Granada Noir, que arrancamos a final de este mes, y la ansiedad comienza a hacer de las suyas. Cogí el libro de la mesilla y me puse a leer. Pero un pensamiento recurrente me tenía mosca: “Esto, mientras has estado en danza por toda la provincia, no te pasaba”.

El miércoles salí a correr con las Cabras Locas. A trotar más bien, que fueron apenas 8 kms. de suave rodar, contándonos cosas y sin parar de hablar. A la mañana siguiente, la alarma del móvil tuvo que emplearse a fondo para traerme de vuelta desde el Séptimo Cielo por el que andaba buscando historias para un Verano en bermudas ultraterrenal.

Puede ser casualidad. O no. Pero la OMS advierte: el sedentarismo pone en peligro a una cuarta parte de la población adulta. Lo leíamos ayer en Ideal Digital: unos 1.400 millones de personas se encuentra en peligro de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, demencia y cáncer debido a sus hábitos de vida.

Lo sé, lo sé. Preocuparse por la salud y dar consejillos sobre la necesidad de cuidarse y llevar una vida saludable es un síntoma inequívoco de viejunismo. Pero no me resisto a comentar una información repleta de paradojas que, no por sabida, resulta menos preocupante.

Con las bermudas arremangás, fotografiando un puente

Por ejemplo, la moda de los patines y las bicis eléctricas. Que está muy bien favorecer la movilidad y ser innovadores, pero que a este ritmo, en los países desarrollados no vamos a dar un paso ni para ir a la barra del bar a reclamar la tapa de morcilla pendiente.

A mayor nivel de desarrollo, más flojera. Cuánta más pasta manejamos, menos nos movemos: conducir todo tipo de vehículos es signo de clase y distinción. Por contra, ir andando a cualquier sitio parece ser de tiesos. No tienen más que ver el síndrome del coche oficial y su efecto colateral más palmario: el barriguismo. ¡Con lo bien que se resolverían los asuntos de estado a pie y caminando!

Los Len2 con los 200 escalones de la bajada a La Joya a sus pies

Reconozco que escribo esta columna a modo de autoayuda, autoafirmación y casi, casi de autoritarismo: no dejo de coger peso y necesito convencerme a mí mismo de que seré capaz de dejarme unos kilos en los caminos. ¿Y ustedes?

Jesús Lens