Otro Renacimiento en Granada

El Renacimiento fue generoso con Granada en el siglo XVI, más allá del simbólico Palacio de Carlos V o la soberbia fachada de la Chancillería. El mestizaje entre lo mudéjar, el gótico y lo renacentista cambió el aspecto de la ciudad y la hizo evolucionar, crecer y transformarse.

Hace unos días hemos recibido una distinción simbólica que debería habernos hecho saltar de alegría: la compañía tecnológica china Huawei, en su informe “Epicentros del Nuevo Renacimiento”, sitúa a Granada como una de las cuatro ciudades españolas con mayor innovación tecnológica, junto a Madrid, Barcelona y Salamanca. (Lean AQUÍ la información de Andrea G. Parra)

¿Qué les parece? Vale que estamos en Corpus y que, posiblemente, tengamos nuestro propio esqueleto castigado y maltrecho, pero no me digan que ser el epicentro del Nuevo Renacimiento no invita a saltar de alegría…

Vale. El informe en cuestión “solo” habla de innovación tecnológica y de la creación de miles de puestos de trabajo vinculados al sector cultural y creativo. No dice que Granada sea la ciudad más bonita ni espercojá del mundo, pero no deberíamos despreciar lo que dice esta gente de Huawei: de innovación, algo sabrá…

Y, de nuevo, la Universidad, nuestra UGR, en el centro neurálgico de un movimiento llamado a cambiarle el paso a la socioeconomía de nuestra tierra.

Hace unas semanas escribí sobre un ¿estudio? publicado por una ignota Fundación financiada por un banco cuyos colores corporativos son paradójicamente rojos. Una Fundación radicada en Cataluña que terminaba concluyendo que las mejores universidades de España estaban… en Cataluña. Un ¿estudio? que dejaba en mal lugar a nuestra Universidad.

Les confieso que me arrepentí de aquella columna: debería haber sido haber sido más riguroso a la hora de comprobar la credibilidad de la Fundación de marras antes de dar pábulo a sus conclusiones.

Esto de Huawei me parece bastante más serio y creíble: la marca comercial no se envuelve en el prestigio de una Fundación para emitir un informe al que no veo cómo podrían afectarle los intereses espúreos.

Un orgullo y una inyección de optimismo, leer que estamos inmersos en una revolución cultural similar a la del Renacimiento, provocada por la interacción entre tecnología y comunidad creativa, y que Granada es una de las ciudades españolas en la que siente “el impulso de nuevas formas de creación, intercambio cultural e innovación”, tal y como nos contaba ayer Andrea G. Parra.

Jesús Lens

El proxeneta: un libro imprescindible

Si son ustedes aficionados a la crítica literaria y/o cinematográfica sabrán que, en muchas ocasiones, se alude a la necesidad o, más habitualmente, a la prescindibilidad de determinados libros o películas. Es uno de los baremos que más me irritan, como lector habitual de suplementos culturales. ¿Qué demonios es eso de dividir el arte entre prescindible o imprescindible? ¿Qué características deben tener un libro o una película “imprescindibles”?

Pues miren ustedes por dónde, a medida que iba avanzando en la lectura de “El proxeneta”, de Mabel Lozano, un pensamiento se hizo fuerte en mi hipotálamo: se trata de un libro imprescindible que todo el mundo debería leer.

Publicado por Alrevés, una de las editoriales capitales en la difusión del mejor noir que se escribe ahora mismo en España, “El proxeneta” cuenta la historia de Miguel, apodado “El músico” y de profesión… tratante de mujeres.

Escrita en primera persona, esta historia de no ficción, más que invitar al lector a leer sin desmayo, le obliga a hacerlo. Desde la primera página hasta la última. Porque todo lo que cuenta es verdad, toda la verdad y nada más -y nada menos- que la verdad. Y la verdad que subyace detrás de la prostitución es brutal, salvaje y descarnada.

En un momento de la historia, el Músico cuenta cómo la “patronal” de la prostitución se organizó en torno a ANELA, la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne, que hacía una importante labor de lobby en favor del sector, con argumentarios sobre el derecho de las mujeres a prostituirse libremente, por ser un trabajo cualquiera. Pero Miguel recuerda un pequeño detalle: “estas mujeres no llegaban a la prostitución por voluntad propia ni en libertad, sino por la precariedad en la que vivían, por la necesidad de sus familias y porque nosotros, conociendo su vulnerabilidad, les dábamos caza como si fueran animales indefensos”.

A lo largo de 350 impactantes páginas, Mabel Lozano desmenuza los entresijos más siniestros de un negocio tolerado y admitido en la sociedad como algo normal y corriente, del que se benefician muchas más personas de las que, a priori, podíamos imaginar. Son esos parásitos sin cuyo concurso, la trata y la explotación de las mujeres no sería posible. O, al menos, sería más complicada.

Especialmente significativo es el capítulo 5 de “El proxeneta”, titulado “El prostituyente” y que comienza así: “No existe línea más fina que la que separa el bien del mal. Una línea que yo crucé hace muchos años de manera consciente. Me instalé en el mal, monté mis negocios en el mal y construí mi forma de vida en torno al mal. Y, como yo, lo hicieron otros muchos delincuentes. Todos sabíamos lo que hacíamos. Sabíamos que tratábamos con mujeres para su explotación sexual, que comerciábamos con ellas, que las esclavizábamos…”. E, inmediatamente, la pregunta: ¿qué pasa con los prostituyentes? Los puteros. Los usuarios. Los depredadores. ¿No tienen ellos, todos y cada uno de ellos, una responsabilidad compartida?

Continúa hablando Miguel, que tuvo ocasión de hablar y conocer a todo tipo de puteros durante su vida como proxeneta: “la percepción de todos ellos respecto a las mujeres era la misma: ellas no eran personas. Solo un simple objeto. Un producto para su placer”.

Y un enorme problema: los jóvenes siguen acudiendo a los burdeles, utilizando la misma técnica del avestruz que nos insensibiliza frente a los dramas que se desarrollan a nuestro alrededor: “no plantearse nada, ignorar que esos productos tan baratos tienen ese precio tan asequible porque vienen de países pobres y están siendo explotados. Eso y callar, con cobardía, es imprescindible para visitar los clubes una y otra vez sin remordimientos y sin problemas”.

Es necesario, imprescindible, leer “El proxeneta”. Porque el primer paso para cambiar una realidad injusta, desagradable y nauseabunda, es ser conscientes de ella. Conocerla. Saber cómo funcionan las mafias de la prostitución, cómo operan los captadores, cómo se organizan los dueños de los clubes.

Y de todo nos habla Mabel Lozano a través de Miguel, el Músico. Que “El proxeneta” esté escrita en primera persona y desde el punto de vista de uno de los tipos que han vivido de la prostitución en nuestro país, a cuerpo de rey y durante decenios, es un acierto que contribuye a iluminar muchos de los aspectos más turbios que existen en el mundo de la prostitución. Como los entramados financieros que sirven para blanquear el dinero negro o las íntimas y peligrosas relaciones entre los “empresarios” de la prostitución y las fuerzas vivas de las ciudades y pueblos en que operan sus clubes.

Lean “El proxeneta”. Lean uno de los títulos imprescindibles del mercado editorial español del 2018. Lean y pásmense con lo que ocurre ahí al lado. En ese club tan cercano y conocido que anima a la gente a pasar un buen rato… a costa de miles de mujeres cruelmente explotadas y esclavizadas.

Jesús Lens