Brújula al Este

Leo la impresionante, compleja y poliédrica novela “Brúluja”, de Mathias Enard, un canto al Oriente en su más amplia y variada acepción y, al final del libro me encuentro con que la protagonista asiste en Granada a un aburrido congreso durante el que, sin embargo, se ve sacudida por una comunicación sobre las conexiones entre la lírica hebraica y la árabe en Andalucía a través de los poemas de Ibn Nagrella, un poeta-soldado que escribía y componía, incluso, en los campos de batalla.

Conmovida por el descubrimiento de dicho personaje, Sarah se marchó al único lugar posible: “Fui a pasearme por la Alhambra. Hacía muy buen tiempo y el cielo contrastaba con las paredes rojas de los edificios, el color azul los encuadraba, como una imagen. Me sentí asaltada por un sentimiento extraño; tuve la impresión de hallarme ante todo el tumulto del tiempo. Ibn Nagrella murió mucho antes del esplendor de la Alhambra, y sin embargo cantaba a las fuentes y a los jardines, a las rosas y a la primavera; esas flores del Generalife ya no son las mismas flores, las piedras de las paredes ya no son las mismas piedras; pensé en las idas y venidas de mi familia, de la historia, que me devolvían allí donde probablemente viviesen mis lejanos ancestros y tuve la sensación, muy fuerte, de que todas las rosas no son sino una sola, todas las vidas una sola vida, que el tiempo es un movimiento tan ilusorio como la marea o el trayecto del sol… tuve la visión de una Europa tan indistinta, tan múltiple, tan diversa como esos rosales de la Alhambra que, sin darse cuenta, hunden sus raíces tan profundamente en el pasado y el futuro, hasta el punto de que resulta imposible decir dónde surgen realmente. Y esa sensación vertiginosa no era desagradable, al contrario, me reconciliaba un momento con el mundo, me desvelaba por un instante el ovillo de lana de la Rueda”.

Disculpen, ustedes y el autor, el pedazo de párrafo transcrito, pero me parece de una fuerza y de una clarividencia tan, tan poderosas… Granada. Ciudad imprescindible para soñar con el concepto del Viaje en el Tiempo. Espero poder preguntarle por ello a Enard en la próxima Feria del Libro, que participará en el “Tres Festival, voces del Mediterráneo”, invitado por la Fundación Tres Culturas.

AQUÍ, más sobre una idea de Granada como capital mundial del Viaje en el Tiempo.

Jesús Lens

4, 6 & 8 D

Lo único que le faltaba a esta semana sería que el gobierno de Susana Díaz decretara el 4-D como festivo en toda Andalucía, de forma que pudiéramos enlazar el que sería el Puente más Largo del Mundo, dejando pequeñas a esas osadas e imposibles obras de ingeniería chinas que tan bien lucen en Internet.

En serio: si queremos afrontar un debate sereno y constructivo sobre la reforma constitucional, lo primero que debemos hacer es cambiar la fecha en que la celebramos. No parece coherente hablar de cambios en nuestra norma suprema a la vez que celebramos el puente de la Constitución Inmaculada, con cientos de miles de personas atrapadas en un atasco o asfixiándose de humo mientras tratan de encender las chimeneas de los flamantes alojamientos rurales en los que pasarán estos días.

Cuando se habla de reforma constitucional, todos sabemos que, en realidad, nos referimos a la llamada cuestión territorial, neutral eufemismo empleado para no reconocer que los nacionalismos se han hecho dueños absolutos del debate y la atención mediática y ciudadana.

Leo estos días los sesudos análisis tactistas de la última decisión del juez Llarena y me da pena, rabia e impotencia pensar en la cantidad de tiempo, esfuerzos e inteligencia empleados en la cuestión nacionalista. ¡Qué desperdicio, que esos miles y miles de horas de estudio y reflexión no se dediquen a fomentar un debate constructivo sobre la precariedad del empleo, la violencia machista, la inteligencia artificial o los desafíos de la inmigración!

Este año, como efecto colateral del TEMA, en Andalucía hemos asistido a un 4D más reivindicativo y vistoso, con mucho tono verdiblanco en las redes sociales. Quizá sea necesario, a la vista de tanto esteladismo, cuponazo y conciertazo, sacar pecho y reivindicar el columnismo de Hércules y el Green Power de nuestra tierra. Pero, insisto, me gustaría que tanto esfuerzo de exaltación nacionalista se empleara en reflexionar sobre la sequía y los previsibles problemas de agua que nos van a aquejar de aquí a nada.

Y luego está la reacción a la reacción: el interesado auge de un supuesto nacionalismo granadino que, apelando al “Sevilla nos roba”, trata de encauzar el legítimo descontento ciudadano, ganado a pulso por determinadas políticas fallidas, hacia un movimiento con menos cabeza que pies, una amalgama de descabalgados y plataformeros que veremos a ver por dónde nos sale.

Jesús Lens

El hogar perturbado

Es, posiblemente, la novela más desasosegante, perturbadora e inquietante de las que he leído en los últimos meses. “Canción dulce”, de Leila Slimani, publicada por la editorial Cabaret Voltaire y ganadora del Premio Goncourt del año 2016, el más reputado y reconocido de las letras francesas. Una autora, por cierto, que vendrá a Granada el próximo año, a la Feria del Libro, en el marco del “Tres Festival, voces del Mediterráneo”, de la Fundación Tres Culturas.

“El bebé ha muerto. Bastaron unos pocos segundos. El médico aseguró que no había sufrido. Lo tendieron en una funda gris y cerraron la cremallera sobre el cuerpo desarticulado que flotaba entre los juguetes. La niña, en cambio, seguía viva cuando llegaron los del servicio de emergencias. Se debatió como una fiera. Había huellas de forcejeo, fragmentos de piel en sus uñas blandas.”

Así arranca una novela que, a la vista está, muestra sus cartas desde el inicio de la narración, sin engañar al lector en ningún momento. Una novela valiente, por tanto, que no busca sorprendernos con giros imposibles en la historia ni con sorprendentes escorzos en la trama. Una novela que, partiendo de la peor y más aterradora premisa, ofrece una explicación, que no justificación, a unos hechos aterradores y espeluznantes, narrados con la frialdad de un informe forense, para tratar de condicionar lo mínimo posible al sobrecogido lector. Si tal es posible, claro.

(Seguir leyendo esta entrada de El Rincón Oscuro AQUÍ, en Calibre 38, nuestra página hermana)

 

Jesús Lens

En bici y a lo loco

En Manchester, no tardaron en aparecer arrojadas al canal,  metidas en los contenedores de basura o lanzadas a los jardines de las casas unifamiliares. En Londres, el mismo día de la puesta en marcha del servicio de bicicletas de alquiler, algunas de ellas aparecieron abandonadas en mitad de las vías del tren y Amsterdam, una de las ciudades con más ciclistas por metro cuadrado del mundo, prohibió el uso de las bicicletas amarillas menos de un mes después de inaugurada la iniciativa.

En China ya saben lo que es el problema

De todo ello podemos sacar dos conclusiones: en Granada somos tan incívicos como en Inglaterra y, como tantas otras veces, llegamos tarde a una iniciativa “pionera”… sin aprender de los errores ajenos.

Lo están viendo ustedes estos días: por un lado, bicicletas amarillas arrojadas al cauce seco y hormigonado del Genil, colgando en lo alto de los árboles a modo de surrealista decoración navideña o rotas y mutiladas en un descampado.

Por otro lado, surgen ciclos amarillos en mitad de cualquier sitio, como por arte de ensalmo: cruzadas en la calle, obstaculizando el tránsito en los pasos de peatones o peligrosamente arrimadas a la calzada, sostenidas por una frágil patilla.

Insisto: nada de todo esto es nuevo y los problemas generados por las bicicletas de alquiler, recientemente implantadas en Granada, se repiten en todas las ciudades a las que llegan esas misteriosas empresas que, recibidas como un Mr. Marshall del siglo XXI, siembran el espacio público con sus productos… y allá se las apañen ustedes.

En China, otra de las mecas del ciclismo urbano como vía de transporte para cientos de miles de personas, las bicicletas de alquiler se han convertido en un grave incordio en decenas de ciudades, donde han tenido que habilitar inabarcables cementerios de bicis que ofrecen imágenes marcianas, tomadas desde el aire.

Francisco Puentedura, concejal de IU del Ayuntamiento de Granada, critica la improvisación con la que se ha permitido el desembarco de la bicis amarillas en nuestras calles, el Ayuntamiento señala que va a instalar marquesinas en determinados puntos de la ciudad, a modo de aparcamiento, y todos los ciudadanos nos echamos las manos a la cabeza, ora por el vandalismo de unos, ora por la falta de sentido común de otros.

Y esto no ha hecho más que comenzar. Que vamos a tener dialéctica y polémica con las bicis de marras.

Jesús Lens

Yo, el Tirano

Hará un año, me desperté crujido de dolor. Como ya había sufrido un cólico nefrítico antes, sabía de qué se trataba. Aguanté la noche a base de Buscapina y, al amanecer, pedí cita con el médico. El programa me la dio para esa misma mañana, el facultativo me encargó unas pruebas y salí del centro de salud pensando en lo bien que funcionaba la sanidad. Si me hubieran pasado una encuesta de satisfacción, le hubiera dado un 10.

Una de las pruebas era una ecografía. Más de un año después, sigo esperando que el SAS se acuerde de mi riñón. Si a aquella arenilla le hubiera dado por solidificarse, ahora mismo podría estar albergando un meteorito en mi interior, completamente invisible para el sistema. Una vergüenza. ¡Qué suspenso les daría!

Hace meses, un insoportable dolor en un pie me dejó cojo. Volví a comprobar que, dando citas, atendiendo al paciente en primera instancia y realizando radiografías a una velocidad vertiginosa, el SAS es insuperable. Que el médico que vio la radiografía ni siquiera se dignara mirar -y no digamos palpar- mi pie, limitándose a recomendarme antiinflamatorios y reposo, me tocó la moral. Imagino que el riesgo de que la consulta oliera a Cabrales el resto de la tarde era demasiado grande. El caso es que tenía un edema óseo, pero eso no sale en una radiografía.

Dependiendo de cuándo me hubieran preguntado, la sanidad andaluza y sus facultativos hubieran sido la joya de la corona de la que presume el gobierno autonómico, pero también la hez denunciada en redes sociales.

Es el problema de juzgarlo todo de acuerdo a nuestra experiencia personal: careciendo de perspectiva y dependiendo de cómo nos haya ido la feria, extraemos conclusiones que elevamos a generales… con grave riesgo de equivocarnos.

Ahí tienen a los terraplanistas, el ejemplo más reciente de que el ser humano camina irremediablemente hacia la extinción: como ellos, por mucho que anden y por lejos que miren, no alcanzan a percibir la curvatura del planeta, concluyen que tiene que ser necesariamente plano. ¡Y que se jodan miles de años de historia de la ciencia! ¡A ellos, informados y sesudos librepensadores, van a ir la NASA y otros vendidos pelagatos a decirles cómo pensar!

¡Sí, tú!

Los terraplanistas, como los antivacunas, son prueba incontestable de los peligros del egocentrismo exacerbado y de la tiranía del Yo.

Jesús Lens