Qué tendrá Granada

Aparté las gruesas maromas trenzadas que servían de separación entre los dos espacios y accedí a una estancia de color azul; cúbica, vacía, misteriosa e intrigante. En ella, solo un asiento. Enfrente, una cámara y unos micrófonos.

Me senté frente a la cámara como si estuviera en la Habitación Roja de Twin Peaks. De repente, entró un tipo. No era David Lynch. Pero podría haberlo sido. Porque, de forma lacónica, me dijo que la cámara ya estaba grabando. Salió del Cubo Azul tan discretamente como había entrado. Y allí estábamos, la cámara y yo. Solos. Desafiantes. Mirándonos frente a frente, como en un OK Corral lisérgico, amaneciendo en otro planeta…

 

Comencé por aclararme la voz y por balbucear alguna incoherencia. Pero no tardé en soltar la lengua para defender mi tesis: el agua. Para mí, una de las cosas más especiales que tiene Granada es su agua. El problema es que me había tomado unas cervezas antes de mi enfrentamiento con la cámara y no sé si conseguí transmitir mis ideas con credibilidad y convencimiento.

El agua que hace brotar la vida, el agua que conforma el 60% de nuestro peso corporal y el 70% del Planeta Azul; el agua que nos sacia, nos refresca y nos limpia; es original y diferente en Granada. Especial. El agua del Darro, que como bien sostiene Antonio Arias, debe tener algún componente mineral único que desata la creatividad de artistas, músicos y escritores.

 

El agua del Genil que nace en las altas cumbres de Sierra Nevada, en la Laguna de la Mosca, al pie del Mulhacén. A esas alturas, discurre como río Valdecasillas, al que no tarda en unirse el Valdeinfierno para conformar el Río Real. El Genil nacerá un poco más abajo, cuando confluya con ese Guarnón que desciende vertiginosamente desde el mismísimo Veleta.

Estas altas aguas conforman el ser granadino. Aguas montaraces, libres y salvajes que, desde hace 90 años, se utilizan para fabricar otro de los tesoros de Granada: esa Cerveza Alhambra que acaba de inaugurar un espacio único, en la calle Alhóndiga. Un espacio efímero donde disfrutar, durante unas semanas, de la historia de la cervecera, además de asistir a catas, conciertos acústicos, talleres y otras actividades. Un espacio en cuya Habitación Azul podemos dejar testimonio de por qué Granada nos parece tan especial. ¿Quién se apunta? Yo pienso volver…

 

Jesús Lens