NIN, Reznor y Ross: música Tétrico-Noir

En la vida de todo seriéfilo, cinéfilo y aficionado al género negro hay un antes y un después del episodio 8 de la nueva temporada de “Twin Peaks”. Nunca se había hecho nada igual. Se trata de una hora de fascinante ida de olla, en el más estricto sentido de la expresión, en la que pasan un montón de cosas aunque, en realidad, no ocurre nada. Narrativamente hablando.

El episodio 8 de “Twin Peaks” obliga al espectador a posicionarse, fervientemente a favor o iracundamente en contra. No caben medias tintas, que para David Lynch y para Mark Frost, la virtud jamás puede estar en el término medio.

 

El episodio 8 es una concatenación de secuencias oníricas, recreaciones pictóricas y personajes surgidos de un surrealista Más Allá en el que la música, como en todas las películas y series de David Lynch, desempeña un papel esencial. Y, como no podía ser de otra manera, el grupo que protagoniza la actuación musical de este capítulo, histórico y memorable, de la historia de la televisión es Nine Inch Nails.

 

Hablar de NIN es hablar de su fundador y único miembro oficial de la banda, el fascinante y camaleónico Trent Reznor, en su quíntuple función de productor, cantante, compositor, multiinstrumentista e ingeniero de sonido.

 

Hablamos de una de las grandes bandas de rock industrial de los años 90, la década prodigiosa del metal norteamericano, y cuya impronta permitió la aparición de otros grupos míticos e icónicos como Marilyn Manson, con tantas vinculaciones estéticas y temáticas con lo más oscuro y terrorífico del Noir norteamericano.

 

Discos como “The Downward Spiral” o “The Fragile”, que ocupan la cúspide de la escena musical de los 90, permiten múltiples reinterpretaciones y adaptaciones para sus presentaciones en directo, que NIN es un grupo abierto y en permanente estado de cambio y adaptación. De esa manera, era inevitable que Reznor llegara al cine. Y lo hizo por la puerta grande, en 1997, cuando produjo la banda sonora de la película “Lost Highway”, dirigida por David Lynch.

 

“Carretera Perdida” es una de las obras maestras del cineasta. Una película extraña, conceptual y aterradora, en la que los mismísimos Marilyn Manson aparecían brevemente en pantalla, como protagonistas de la filmación de una siniestra película pornográfica. Ahí estaba ya todo lo malsano y lo onírico, lo extraño, lo paranoico y lo radical del mejor cine de Lynch, cuya simbiosis con Reznor resultó de lo más estimulante. No es de extrañar, pues, que haya recurrido a él como fetiche para ese episodio número 8 de la vuelta de “Twin Peaks”, magno evento del que ya hablamos en esta sección hace unos meses. (Leer AQUÍ)

 

También hablamos en esta página de la vinculación de Reznor con el séptimo arte, Óscar incluido. (Leer AQUÍ) Y es que, tras su colaboración con Lynch, el definido como “el artista más vital de la música” por la revista Spin siguió trabajando para cineastas tan interesantes como David Fincher, de la mano de su socio creativo y alter ego musical: Atticus Ross, otro músico visionario, ingeniero, productor y programador vinculado a proyectos de músicos tan icónicos como Zach de la Rosa (RATM) o de grupos míticos como Jane’s Addiction.

 

Ross, que también aparece en el tan nombrado Episodio 8, debutó en el cine como compositor de la banda sonora de una excelente película distópica, “El libro de Eli”. Y, ya con Reznor, trabajó en la oscarizada “La Red Social”, en “47 Ronin” y en “Perdida”, también dirigida por David Fincher y oscura e inquietante muestra de Domestic Noir que convierte en escenario de pesadilla a los habitualmente cálidos y amables barrios residenciales de las ciudades de Estados Unidos.

 

Y así llegamos a este 2017. Al estreno de “Día de patriotas”, actualmente en cartelera. Se trata de una interesantísima película de Peter Berg protagonizada por Mark Whalberg en la que se cuenta el atentado de Boston de 2013, cuando dos terroristas detonaron sendas bombas durante el transcurso de su internacionalmente famosa maratón.

En realidad, lo más interesante de la película es la investigación posterior al atentado y la caza del hombre desatada en una ciudad aterrorizada que busca a los asesinos en los suburbios y en los barrios residenciales de Boston. Y precisamente ahí es donde vuelven a entrar en juego Reznor y Ross, que han compuesto una banda sonora extraordinaria, al pelo con las imágenes que vemos en pantalla.

 

Porque la clave de una buena banda sonora no radica, solo, en la calidad de la música, sino en que esté al servicio de la historia. Que contribuya a generar atmósferas. Que sirva para mostrar el estado de ánimo de los personajes. Que genere tensión dramática. Que lleve en volandas a los protagonistas en las escenas de acción. Pero sin que se note. Sin que resalte. Sin que se haga explícita. Al menos, hasta los títulos de crédito.

 

En todo ello, la banda sonora de “Día de patriotas” es modélica y ejemplar, con el tono justo en cada momento. Y no era fácil, que la película es larga y con momentos muy diferentes, desde la presentación de los personajes, en el primer cuarto; al impacto de las explosiones, el duelo por las víctimas y, finalmente, la investigación y la persecución de los sospechosos, larga y brillantemente contada.

 

Hay que destacar el tratamiento de los personajes de los terroristas: dos jóvenes e inexpertos, atolondrados y torpes; que en el secuestro de un joven asiático muestran su impericia y falta de preparación, lo que los aleja de esos supervillanos a los que Hollywood nos tiene tan acostumbrados.

Una muy buena película que prueba que la música es elemento imprescindible de la narración audiovisual y una muestra más de que Trent Reznor y a Atticus Ross son dos de los grandes referentes del cine negro del siglo XXI.

 

Jesús Lens

Vacaciones Sinfuentes

Hace muchos, muchos años, me tocó en (mala) suerte un jefe que no salía a tomar café, alardeando de que él venía desayunado de casa. También fantasmeaba sobre otras actividades que dejaba resueltas en su sacrosanto hogar antes de salir de buena mañana, pero esa es otra historia.

El caso es que el hombre nunca dijo nada sobre el hecho de que saliéramos a la calle a tomar un café y una tostada, pero sufría con aquello. Sufría tanto que, cada vez que nos pasábamos un minuto de lo marcado en el convenio colectivo, nos reconvenía. De hecho, era tal su obsesión con la cuestión del desayuno que había días en que, antes de salir, ya nos estaba advirtiendo que no nos retrasáramos.

 

Conozco a compañeros cuyos jefes, que tampoco salían a desayunar, estaban tan obsesionados con la cuestión que se veían obligados a encargar las tostadas por teléfono, de forma que cuando llegaban a la cafetería ya las tenían preparadas. ¿Cuánto tiempo y esfuerzo no desperdiciaban aquellos sujetos, controlando el horario del café de sus empleados? Por no hablar del ambientillo de trabajo tan agradable que contribuían a generar…

 

Sí. Todos hemos tenido compañeros especialistas en escaquearse, en llegar tarde, en irse pronto o en perderse durante la jornada laboral, pero lo uno no justifica lo otro.

 

Traigo a colación este recuerdo porque lo de Cristina Cifuentes y sus no vacaciones me parece tan lamentable, penoso y vergonzante como ilustrativo: un hito más en la campaña de desprestigio al que se enfrenta el descanso anual de los trabajadores. Estén atentos y detectarán ustedes muestras de dicha Cruzada a lo largo de estas semanas, con reportajes sobre las “bondades” de no tomarse períodos vacacionales demasiado largos o sobre cómo conseguir que su descanso sea productivo.

 

¿Qué le pasaría a CF en Egipto, para renegar de las vacaciones?

Reportajes tan descacharrantes que, como fórmula para prevenir el estrés posvacacional, recomiendan madrugar en vacaciones y mantenerse alerta, activos y no del todo desconectados. Y no tomarse más allá de dos semanitas de descanso, no vaya a ser que el cuerpo se acostumbre y la mente perciba que hay vida más allá del curro.

¿No piden ejemplaridad, las elites? Pues que sean ejemplares, también, demostrando que tienen vida más allá de lo profesional. Que a mí, todo el que orquesta su existencia exclusivamente en torno al trabajo, me resulta sospechoso. Por ágrafo, aburrido, cateto e inculto.

Jesús Lens