Inteligencia Artificial y Ciencia Ficción Noir

Cuando Sergio me dijo que tenía que leer “Tom Z. Stone imagine”, de J.E. Alamo, una novela negra protagonizada por un zombi, pensé que se estaba quedando conmigo, mofándose de mí al saber que sigo enganchado a “The Walking Dead”.

Pero resultó que no. Que era verdad. Que la novela existe. Y J.E. Álamo también. Entonces pensé que al pobre Sergio le había sentado mal el refresco que se estaba tomando. Porque Sergio Vera Valencia, sépanlo ustedes, es uno de los mejores lectores de novela negra de este país. Y uno de los críticos con más fundamento y más acerados que conozco. Además, organiza el más grande de los pequeños festivales dedicados al género: Casas Ahorcadas, que toma su nombre del premiadísimo y modélico club de lectura conquense que Sergio dirige desde hace años.

Sergio con otro crack: Alexis Ravelo

Horas después de aquella charla, para averiguar si Sergio había recuperado la lucidez, le pregunté por lo del zombi noir. Y volvió otra vez a la carga, asegurando que Tom Z. Stone era el mejor heredero posible que jamás tendría el Philip Marlowe de Chandler. Tan seguro estaba de ello que unos después de nuestra vuelta de Pamplona Negra, me encontré en el buzón el libro de marras.

¿Y saben que les digo? Que, como no podía ser de otra manera, Sergio tenía razón: no solo es que la trama funciona y el universo zombi resulta perfectamente creíble, sino que Tom Z. Stone es un personajazo, Mati, su ayudante, también es una crack, la clienta con la que arranca la historia podría tener perfectamente las facciones de Lauren Bacall y el malo de la función no tendría empacho en vérselas con el mismísimo Kingpin, el archienemigo de Daredavil.

Vamos, que me ha gustado tanto Tom Z. Stone que odio a J.E. Álamo por haberse adelantado a una idea que me habría encantado tener a mí. Un odio cordial, por supuesto. Un odio creativo, además, que me ha llevado a tratar de ser original y a la plantearme la posibilidad de abordar el Noir desde la creciente ola de Inteligencia Artificial que nos invade por los cuatro costados. Que es lo que SOY (*), mi robot, me está pidiendo a voces.

Los robots no han tenido mucha fortuna en el género negro, la verdad sea dicha. Literariamente –y literalmente- inexistentes, en el cine ha prevalecido el modelo de Robocop o Terminator: máquinas de matar cuyo hecho diferencial reside en sus habilidades bélicas… y en la frialdad con la que toman las decisiones. Fríos como el acero del que están fabricados… hasta que se les cruza cualquier mocoso por delante. Eso suele hacer que a las máquinas se les crucen los cables, convirtiéndose en tiernos y cualficadísimos cuidadores de menores de edad en proceso de maduración, de exuberantes damas en apuros y hasta de ancianos con problemas para cruzar las calles por los pasos de cebra.

¿No resulta tan elocuente como tristemente sintomático que el mejor noir protagonizado por robots sea el “Blade Runner” de Ridley Scott, filmada en 1982? Con permiso de “Minority Report”, dirigida por Steven Spielberg en 2002. Que no puede ser casualidad que ambas estén basadas en historias de Philip K. Dick, autor de la mítica “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” que está en el origen de la cinta sobre Replicantes protagonizada por Harrison Ford.

Más allá de los robots, si nos centramos en historias basadas en la Red, el Big Data y la tiranía de los algoritmos, esperábamos mucho de “Blackhat”, de Michael Mann, subtitulada en España como “Amenaza en la red”. Y resultó ser un fiasco terrible. Un despropósito impropio de alguien como Mann.

Por ahí tenemos “Sneakers”, de 1992, con Robert Redford y estrenada en España con el lamentable título de “Los fisgones”, lo que les permite aventurar el escaso éxito que tuvo, ¿verdad? “Firewall”, con Harrison Ford, tampoco llegó muy lejos.

Nos quedarían “Pi”, del contradictorio Darren Aronofsky y, si rizamos el rizo, la primera Trilogía de “Matrix”, que amenaza con una continuación en la que volvería a estar Keanu Reeves, pero ¿es de esto de lo que estamos hablando?

¿Tendrá que venir Blade Runner 2 a poner orden en este sindios?

 

Más interesantes son los documentales y las películas sobre Snowden o Julian Assange y las filtraciones masivas de datos. Incluso, si me apuran, los biopics sobre personalidades tan complejas como las de Steve Jobs o Mark Zuckerberg contienen esencia de thriller, especialmente la oscura y extraordinaria “La red social”, de David Fincher.

Pero no es eso de lo que hablamos cuando hablamos de incorporar la Inteligencia Artificial al género negro. En series como “24” o “Homeland” sí han sabido adaptar mejor las nuevas tecnologías a sus tramas e historias, que un analista de Unidad Anti Terrorista armado con un portátil puede ser más letal que un avión cargado con misiles nucleares. Y está el tema de los drones. Pero seguimos eludiendo la cuestión y soslayando el hecho de que el Noir está a años luz de los avances científicos y tecnológicos que nos rodean.

¡Esa Chloe de 24!

¿Y la ciencia ficción? ¿Hay ciencia ficción negra y criminal que resulte creíble y atractiva? Porque, de lo contrario, habría que empezar a pensárselo…

(*) Aquí pueden conocer más de cerca a SOY, mi Robot, una presencia esencial es 2017.

Jesús Lens

La verdad ya no importa

Estoy muy sorprendido con uno de los Pulitzer de este año. En concreto, con el concedido al Washington Post por haber desenmascarado ciertas mentiras de Trump sobre sus millonarias donaciones a obras caritativas. Lo que hacía el presidente norteamericano, usando para ello su Fundación, era recaudar dinero de otros y hacerlo pasar como suyo, sin gastarse un chavo de su propio peculio.

El Post publicó esta información el 10 de septiembre de 2016. ¿Y sus efectos? Pues, a la vista está: ningunos. O, por ser más rigurosos: intrascendentes, dado que en noviembre, Trump sumó los votos necesarios para ocupar la Casa Blanca.

Y digo que estoy sorprendido porque una noticia de este calado, en otro momento de la historia de los Estados Unidos, hubiera terminado con la carrera presidencial de un candidato. Pero ya no. Ahora, la mentira ya no indigna a los norteamericanos. Al menos, no como antes. ¿Se acuerdan de Clinton? De Bill, no de Hillary. ¿Se acuerdan del famoso affaire con Mónica Lewinsky? A punto estuvo de costarle un Impeachment. No por la succión en cuestión, sino por haber mentido durante la instrucción del caso.

Antes, la palabra dada, en la política estadounidense, cotizaba alto. Ya no. ¿Dónde está siquiera el trazado del Muro con México a lo largo de toda la frontera? ¿Y la anulación del Obamacare y su sustitución por un sistema de salud mucho mejor para los ciudadanos? ¿Y la deportación masiva de inmigrantes sin papeles? ¿Y el aislacionismo en Siria?

Que no es que yo quiera que Trump cumpla sus demenciales promesas electorales, pero que me da pena comprobar cómo el sistema norteamericano se desacredita a sí mismo y sus políticos se convierten en los mismos vendehumos a los que estamos acostumbrados en España, sin ir más lejos, donde el PP promete no subir los impuestos en campaña electoral y, nada más acceder al Gobierno, los sube. Sin rubor ni miramiento alguno.

¿Es Trump comunista?

Volviendo al Pulitzer: no dudo de la importancia de la investigación del Post ni de lo revolucionario que ha sido el trabajo del periodista David Fahrenthold, solicitando ayuda a los usuarios de Twitter para que le reportaran datos y creando “un modelo de periodismo transparente en la cobertura de campañas políticas al tiempo que cuestionaba las declaraciones de Trump sobre su generosidad caritativa”. Lo malo es que no sirviera para nada.

Jesús Lens