El enigma de Tom Ripley

¿Cómo puede gustarnos, tanto, Tom Ripley? ¿Cómo puede un personaje tan frío y amoral, conquistarnos de esa manera? ¿Cómo podemos sufrir de esa forma, cuando Ripley está a punto de caer, sabiendo que es un asesino que se ha llevado por delante la vida de varias personas?

Amo a Tom Ripley. Lo adoro. Lo quiero, lo admiro y lo respeto. Dicho desde el calor de las tripas y la pasión lectora. Eso sí: cuando cierro el libro y pienso en todo lo que ha hecho, cuando lo analizo en frío, me llevo las manos a la cabeza, indignado. Conmigo mismo. Pero es volver al libro…

¿Conocen ustedes a Tom Ripley? En ese caso, dejen de leer estas líneas ahora mismo y vayan a su librería más cercana a encargar ese auténtico monumento que es el libro publicado por Anagrama con las cinco novelas protagonizadas por uno de los personajes más icónicos de la literatura contemporánea.

Por supuesto, pueden comprar las novelas por separado, comenzando por “El talento de Mr. Ripley”, también conocido por “A pleno sol”, gracias al título de la película que, basada en la novela de Patricia Highsmith, filmó René Clemént en 1960, con Alain Delon encabezando el reparto. Ahora bien, si les gustan las novelas policíacas basadas en la psicología de los personajes más que en las tramas enrevesadas o en las persecuciones, explosiones y disparos, les aconsejo que se hagan con la Ripliana completa, 1.280 páginas de letra apretada que valen infinitamente más de los 25 que euros que cuestan.

No recuerdo cuántos años tenía cuando leí “A pleno sol” por primera vez. Era joven. Y Tom Ripley me conquistó, por supuesto. Me daba miedo, lo reconozco, pero su encanto era irresistible. Y, sobre todo, me resultó atrozmente perturbadora la idea de que un tipo con el que simpatizaba de semejante manera pudiera ser un psicópata asesino. Porque, si Tom Ripley era capaz de hacer lo que hacía, ¿quién me aseguraba que cualquiera de las personas a las que tanto aprecio tengo no era, en realidad, un demente homicida?

El cine y la literatura suelen dividir a los personajes en buenos y malos. A partir de ahí, hay buenos que se convierten en villanos y malos que consiguen redimirse hasta convertirse en héroes. Pero es muy complicado encontrar a un personaje como Tom Ripley: un malo malísimo al que queremos como al mejor.

El mérito es, por supuesto, de Patricia Highsmith, una escritora sobresaliente que, tras escribir cuentos y relatos, debutó novelísticamente con “Extraños en un tren”, cuya adaptación cinematográfica realizada por Hitchcock catapultó a Patricia a la fama, cuando todavía no había cumplido los treinta años de edad.

Nacida en Texas, en 1921, la vida de Highsmith nunca fue fácil ni sencilla: sus padres se divorciaron antes de que ella naciera y su madre trató de abortar, bebiendo aguarrás. Educada por su abuela en largas etapas de su infancia, desde pequeña fue una lectora voraz, con especial predilección por historias basadas en la perturbación mental, la culpa, el crimen, la mentira y la figura del Otro. Su disimulado lesbianismo, forzado por las circunstancias de la época, también influyó en la forja de un carácter complejo al que el alcoholismo terminó por derivar hacia la soledad y la misantropía.

La crudeza de los planteamientos de sus novelas, la completa ausencia de sentimentalismo o remordimientos en los personajes y la dudosa ética de sus protagonistas convirtieron a Highsmith en una escritora más valorada y querida en Europa que en Estados Unidos, por lo que se trasladó a vivir al Viejo Continente en 1963.

¿Es Ripley el alter ego literario de Patricia Highsmith, al margen de los asesinatos, robos y otras menudencias que jalonan su biografía? Quizá sería una exageración decirlo así, pero está claro que la autora simpatiza con su personaje y que, de esa manera, nos lo hace creíble y deseable a los lectores.

Decía que leí “A pleno sol” hace ya muchos años. Y, después, el ciclo completo de Ripley. Ahora, he vuelto a él. Gracias a una extraordinaria iniciativa de la Feria del Libro de Granada y de Nani Castañeda, que ha organizado reuniones de lectores en torno a un libro, para que nos juntemos a hablar, un buen rato, sobre algunas de nuestras novelas favoritas.

Ahí estarán “Sostiene Pereira”, con Alejandro Pedregosa como maestro de ceremonias. Jesús Ortega se encargará de “Orgullo y prejuicio”, y las libreras Raquel Hernández y Marian Recuerda han elegido “American Gods” y “Orlando”, respectivamente.

¿Y saben qué les digo? Qué Ripley, en esta relectura, se me está descubriendo como un personaje aún mayor de lo que recordaba. Desde la primera línea: “Tom echó una mirada por encima del hombro y vio que el individuo salía del Green Cage y se dirigía hacia donde él estaba. Tom apretó el paso. No había ninguna duda de que el hombre le estaba siguiendo”.

Así comienza la primera de las cinco historias de Tom Ripley, un personaje fascinante que habría hecho las delicias de Rimbaud, cuando se definió con la mítica “Je est un autre”. Yo es otro.

Pero, si les parece, dejamos la figura del Doble para una nueva entrega de este Rincón Oscuro. Mientras, volvamos a los clásicos. Volvamos a Tom Ripley y a Patricia Highsmith.

Jesús Lens

3.000 x “Mil” / + 5.000

¡Enhorabuena a David Calvo Sanz, por alzarse con el primer Premio de la segunda edición del concurso de Microrrelato convocado por la empresa IASA Ascensores!

Enhorabuena por dos razones. La primera y más importante: por la calidad de un cuento que, en apenas un puñado de caracteres, cuenta una historia milenaria y atemporal, apelando a la sabiduría, la cultura y el conocimiento de los lectores. Y, en segundo lugar, por los 3.000 euros de premio. Que, quizá, les parezca una grosería mezclar dinero y cultura, pero en los tiempos que corren, 3.000 euracos son un señor premio.

 

No es de extrañar, pues, que se hayan presentado más de cinco mil microrrelatos a la convocatoria. Que ya son relatos. Y personas escribiendo. Enhorabuena, pues, a IASA Ascensores por embarcarse en una iniciativa como esta y en reunir a un jurado tan extraordinario: Espido Freire, Antonio Chicharro Chamorro, Fernando Iwasaki y el maestro del Noir cubano: Leonardo Padura.

Un excepcional jurado para una convocatoria literaria bianual que, ojalá, siga convocándose. Me hubiera encantado estar el pasado lunes en la Escuela de Estudios Árabes, con la gente de la editorial Páginas de Espuma que también organiza el certamen, pero tenía una de esas citas a las que uno no puede –ni quiere- decir que no: el estreno del documental “A donde nos esperan”, una historia de carretera, inmigración, sueños cumplidos y sueños por cumplir, de la que les hablé en esta otra columna de IDEAL.

 

Hubiera sido fantástico compartir esa velada literaria con Padura, Espido, mi querido profesor Andrés Sopeña, Luis García Montero, Eduardo Peralta y tantos otros amigos, pero cuando las agendas se empeñan en chocar, no hay nada que hacer. Y la jornada compartida con ambos Gustavos y ambas Sonias, con Ana, Olga, Augustin, Jorge y tantas y tantas personas involucradas en “A donde nos esperan”, no tuvo precio.

Acento Comunicación en Verde Limón

Tras la proyección del documental y un largo, cálido y emocionante aplauso, llegaron la charla, el debate y la conversación en una Biblioteca de Andalucía abarrotada hasta los topes. Más allá de lo que yo pueda decirles sobre la cinta, el hecho de que quedaran preguntas sin hacer por parte del público, dadas las intempestivas horas en que nos metíamos, es la mejor prueba de que “A donde nos esperan” despierta interés y curiosidad, suscitando cuestiones sobre las que es necesario hablar.

 

¡Enhorabuena y gracias a quienes lo habéis hecho posible!

 

Jesús Lens