El Sur Profundo y sus encrucijadas Noir

Cada vez que paso por un cruce de caminos, no puedo evitar mirar alrededor, a ver si se me aparece. Al Diablo, me refiero.

Porque, si hacemos caso a la leyenda, fue en una encrucijada de Mississippi donde el músico Robert Johnson le vendió su alma a Satanás, a cambio de convertirse en el mejor guitarrista del mundo. En concreto, aquel cruce de caminos está fijado entre las carreteras 61 y 49, en el término municipal de Clarksdale, y es uno de los lugares de culto y peregrinación de los amantes del blues… y del terror.

 

Más allá de la leyenda, lo que sí está documentado, históricamente, es que el mencionado Johnson murió en otro de esos míticos cruces de caminos, a los 27 años de edad. Fue el 16 de agosto de 1938, en un crossroad cercano a Greenwood, Mississippi. Y, con su muerte, Johnson inauguró el tan famoso como siniestro Club de los 27 al que pertenecen nada menos que Brian Jones, Jim Morrisson, Janis Joplin, Jimmi Hendrix, Kurt Cobain o Amy Winehouse.

 

Aunque existen hasta tres lápidas con su nombre, lo más seguro es que Johnson fuera enterrado bajo un árbol, al borde del camino. Que ya lo dejó escrito en “Yo y el Diablo”, una de sus canciones más conocidas: “Enterrad mi cuerpo junto a la carretera, para que mi viejo y malvado espíritu pueda subirse a un autobús de la Greyhound y viajar”.

¿Murió tan joven, Johnson, porque el Diablo se cobró pronto su deuda? Es posible. Pero, en ese caso, Satanás adoptó la personalidad de un marido burlado que decidió vengarse del bluesman, envenenando con estricnina su comida.

 

Desde aquel lejano 1938, la leyenda de Johnson no ha hecho sino crecer. Las pocas grabaciones que quedan de su música y el hallazgo casual de alguna foto perdida del músico ha engrandecido una historia que, además, ha inspirado a novelistas, cineastas y dibujantes de diferentes épocas, países y culturas.

El ejemplo más reciente es el cómic “Avery’s Blues”, escrito por Angux e ilustrado por Núria Tamarit. Editado por la editorial Dibbuk, el tebeo es finalista al Premio del Salón del Cómic de Barcelona, que se fallará a final de mes, y cuenta la historia de Avery, un joven músico que quiere convertirse en el mejor bluesman de todos los tiempos. Un tipo duro que fuma, bebe, roba y se mete en broncas y peleas, lo que no le permite estar en una situación especialmente ventajosa a la hora de vender su alma al Diablo, cuando se le aparezca en un cruce de caminos.

Digamos que el Diablo sabe que, con esa vida, el alma de Avery no tardará en ser suya. Por méritos propios y sin necesidad de pacto alguno. Pero, como el músico le cae bien, Lucifer le hace una propuesta: que busque a un alma pura y se la entregue en otro cruce de caminos, unas semanas después. En ese caso, sí: convertirá a Avery en el mejor músico del mundo. Y ahí es donde el pequeño Johnny hace su entrada en escena…

 

El tebeo, mitad historia de intriga, mitad narración de viajes, pone el acento en la necesidad compulsiva del protagonista de dejar un recuerdo permanente de su paso por el mundo, una huella indeleble que ningún amante del blues olvidará jamás. La vida eterna, a través de su consagración como músico excepcional. Llegados a este punto, la pregunta es obligatoria: ¿se cobra Satanás su deuda con los músicos que le venden su alma, siempre, cuando cumplen los 27 años de edad?

El mito de Robert Johnson está también en el origen de una novela excelente cuya versión cinematográfica es una de mis películas favoritas de todos los tiempos: “El corazón del Ángel”. Escrita por William Hjortsberg, la novela es una extraordinaria mixtura de cine negro y terrorífico, pespunteado por un blues demoníaco y abisal que Alan Parker adaptó con una fuerza arrolladora; con un Mickey Rourke que todavía aspiraba a suceder a Marlon Brando, un Robert De Niro maravillosamente pasado de vueltas y una abrasadora Lisa Bonet cuya actuación en la película supuso su traumática ruptura con Bill Cosby y su célebre serie de humor tan blandito como bienintencionado.

“El corazón del Ángel” es una película de culto que, casi treinta años después de haber sido filmada, sigue impresionando notablemente. El viaje de Harry Ángel desde una opresiva y gélida Nueva York (la secuencia de Coney Island en invierno es memorable) al Delta del Mississippi, sus encuentros con la echadora de cartas y con la preciosa bruja practicante de vudú se convierte en un apasionante descenso a los infiernos del que Robert De Niro es un testigo de excepción.

Hay quien considera que la película ha envejecido mal y que sus efectos especiales ya no impresionan como antes. A esta gente hay que recordarle que no son las películas las que envejecen, sino el espectador. Y su mirada.

Por “El corazón del Ángel” no pasan los años y, cuantas más veces la veo, más ganas tengo de viajar a ese Mississippi que, si hacemos caso a lo que nos contaba la serie “True Detective”, sigue siendo un lugar turbio, oscuro y misterioso.

 

Jesús Lens

PP: Amenazas y escuchas

Estoy leyendo la noticia sobre la propuesta de soterramiento parcial de la entrada del AVE a Granada realizada por el ministerio de Fomento, pero no me siento capacitado para valorarla como positiva, negativa o neutra hasta que los especialistas la estudien con detenimiento y emitan sus juicios y dictámenes. Y de ello hablo hoy en IDEAL.

Lo del semisoterramiento, así escrito, ofrece dudas. Suena a ni chicha ni limoná, pero puede ser una solución factible que evite la partición de la Chana sin necesidad de abordar otra interminable obra faraónica. También se puede entender como rendición: mientras en otras capitales españolas van a tener lo que quieren, en Granada tendríamos que conformarnos con el mal menor. Pero, insisto, quiero esperar a escuchar lo que dicen los que saben del tema antes de opinar sobre la cuestión.

 

Entre tanto, ¿qué tal si hablamos de una irónica y mordaz coincidencia? De cara al próximo Congreso del PP andaluz, Sebastián Pérez está trabajando en una ponencia sobre Comunicación. Mientras, Juan García Montero denuncia graves amenazas contra su integridad física, proferidas por alguien del propio PP. ¡Tremendo, eso de que tenga cuidado cuando circule con su moto por Recogidas, no sea que se le atraviese un coche! ¿Podríamos decir que, en este caso, la comunicación ha llegado a su destinatario, alta y clara?

Pero es que, además, Juan García Montero se queja de que su partido no le permite dar ruedas de prensa para hablar de temas culturales como, por ejemplo, la suspensión de Retroback. En este caso, podríamos concluir que la comunicación no fluye del todo bien…

 

Mientras Sebastián proponía la escucha activa de las bases del PP en redes sociales, al ex-edil de Cultura le susurraban al oído amenazas que más bien invitan a una escucha policial, al estilo de “The Wire”. Pero, por alguna razón que nadie entiende, Juan García Montero no ha denunciado, comentándoselo a los periodistas como el que cuenta un chascarrillo gracioso o una simpática anécdota.

Y, de ser cierto ese amenazador mensaje de aliento mafioso, debería haberse ido de inmediato a la Comisaría más cercana, a denunciarlo. ¿En qué lugar dejan este tipo de situaciones y cruces de declaraciones al PP granadino? Que, en este contexto, Sebastián Pérez destaque la importancia de la comunicación interna y externa, mostrando proximidad e interactuando con la militancia y la ciudadanía, suena a broma macabra.

 

Jesús Lens