Gasto vs. Inversión

En la columna de hoy de IDEAL hablamos sobre dos conceptos cada vez más distantes y discutidos. ¿Qué piensas tú que es gasto y que es inversión? (Citamos como referencia este otro artículo, de hace unas semanas, que tiene que ver con el asunto y añadimos un interesante reportaje de El País: Trabajador cultural: un puesto cualificado, estable… y en peligro. Tiene datos y cifras muy ilustrativos.)

Toda inversión suele conllevar un gasto, pero no todo gasto es una inversión. Y ahí radica el quid de la cuestión. ¿Qué es gasto y qué es inversión? Tomemos como ejemplo los fastos del 92: mientras que los miles de millones volcados en la Barcelona olímpica han sido considerados como una inversión que transformó radicalmente la ciudad, convirtiéndola en una de las grandes capitales del siglo XXI; las partidas destinadas a la Expo sevillana distan mucho de estar tan bien consideradas, por más que la Isla de la Cartuja mantenga en uso buena parte de los pabellones de aquella memorable cita.

Al ejecutivo de Felipe González le cayeron palos por todos lados por llevar el AVE a Sevilla mientras que, ahora, dicha decisión se considera estratégica y fundamental en la modernización de Andalucía. Casi tanto como esa vilipendiada A-92 que, sin embargo, ha hecho más por vertebrar nuestra comunidad que cientos de campañas promocionales sobre el ser andaluz.

El gasto en infraestructura, por lo general, se considera inversión. Excepto en el caso de los aeropuertos para halcones y los AVES para moscas zumbonas que, sin vuelos ni pasajeros, son el ejemplo más elocuente del despilfarro, la falta de previsión y lo peor de un populismo tan rancio y provinciano que deja pequeñas promesas tan fantásticas como la de “Pitres, puerto de mar”.

Cuando hablamos de educación y cultura, sin embargo, empezamos a entrar en terrenos mucho más pantanosos. Porque, en una sociedad civilizada y del primer mundo, parecen contradictorios los pasos atrás que se están dando en materia educativa, sobre todo, al poner en la diana al profesorado en su conjunto, como si fueran un colectivo de vagos y vividores que esquilman las arcas del estado en vez de considerarlos como la piedra angular sobre la que debería basarse una sociedad de ciudadanos y profesionales bien educados y mejor formados.

Y si hablamos de cultura… ¡ay!, la cultura. Por mucho que los próceres de la cosa intentaran defender la potencialidad del binomio “industria cultural” como uno de los motores de desarrollo de nuestra comunidad, en realidad, nadie termina de creerse que la cultura sea una inversión productiva. Los libros, las revistas, los discos, los cuadros o el teatro son gasto superfluo, prescindible y hasta lujurioso. Sin entrar en el aún más espinoso tema del cine, por supuesto.

Cuando la Crisis nos ha caído a plomo, todo lo que tiene que ver con la cultura ha sido arrinconado. A fin de cuentas, la cultura exige creación y la creación es lo contrario de los recortes que se han impuesto como nueva Piedra Filosofal económico-política. Las ideas, la imaginación, las metáforas, los sueños… sobran. De la Crisis, dicen, solo se puede salir funcionando como autómatas y siendo austeros; echando horas y no gastando ni en pipas. Y a las exposiciones, los conciertos o las representaciones teatrales, ¡que vayan los turistas japoneses, tan simpáticos ellos! Y si pagan en yenes, mejor. Que del euro, ya no nos fiamos.

Jesús Lens

PD.- ¿Y el 10 de mayo de 2008, 2009, 2010 y 2011?