Segundo plano

El país entero quedó paralizado cuando, primero en Internet y después en la radio y la televisión, se hizo público el asesinato del candidato a la presidencia del gobierno.

Dos tiros a bocajarro, después de matar a su escolta.

Los periódicos, al día siguiente, además de hacer profundos análisis sobre las causas, los posibles móviles y la identidad del asesino –se había confirmado que fue una sola persona la que ejecutó el crimen, con la profesionalidad y la sangre fría de un avezado sicario –publicaron portadas con grandes titulares y una enorme y nítida fotografía del cadáver ensangrentado, obtenida con un iPhone por un vecino y vendida, a precio de oro, a una agencia de noticias.

Federico compró un ejemplar de todos y cada uno de dichos periódicos. Un máximo de dos por quiosco, para no levantar suspicacias. Pagaba con monedas o, a lo sumo, con un billete de cinco euros. E iba a otro punto de venta, con sus gafas de sol y su gorra con visera que, durante aquel tórrido Veranillo de San Martín, en absoluto desentonaban.

Subió a casa, cogió unas tijeras y empezó a hacer recortes con las hojas de los diarios.

Lo que más tiempo le llevó fue revisar todas y cada una de las páginas, buscando la escueta y escasa información que, en realidad, el asesinato había generado. De hecho, solo había fotos en dos de los periódicos. Y que se le distinguiera realmente bien, únicamente en uno.

El texto más largo que fue capaz de encontrar sobre su víctima fue el siguiente: “Antonio Pérez Fernández, de 32 años de edad, era escolta del candidato a la presidencia del gobierno desde hacía nada más que dos meses. Murió instantánea y heroicamente, al recibir cuatro disparos a bocajarro.”

Sobre el otro, sin embargo, páginas y más páginas. Hasta en la muerte, la vida es injusta y desproporcionada.

Jesús Lens

Jornada de reflexión

Tras varias semanas corriendo sin parar, por fin pudo pararse, relajarse y reflexionar.

Ahora bien: ¿Pensáis que le servirá de algo?

Jesús irreflexivo Lens

En los tres años pasados, además de reflexionar, escribimos. ¿O quizá escribimos sin reflexionar? 2008, 2009 y… el cuento de 2010, en concreto, dio mucho que hablar. «Un cerdo cae», se llamaba. ¿Lo recordáis?

¡Felices reflexiones!