Papel y tinta

Hará un par de años que escribí un artículo titulado “Duendes de imprenta”, (podéis leerlo aquí) dedicado a un grupo de personas que, en el periódico IDEAL, convierten un texto escrito en un ordenador en unas fantásticas páginas impresas ilustradas, rebosantes de creatividad, magia y misterio.

Hoy, jueves 27 de octubre de 2011, me vuelvo a acordar de ellos, de los duendes que hacen realidad lo que, hasta su intervención, no era más que un sueño, un proyecto y una idea que, después, se convierte en un work-in-progress interminable y, por fin, en un archivo Word que pasas a algunos amigos para que lo lean, lo revisen, te aconsejen… Por último, todo ello acaba reducido a un PDF que llega a las manos de los duendes.

Y ellos lo convierten en uno de los objetos más bellos, enigmáticos, sencillos y maravillosos que existen: un libro.

Ahora mismo tengo a mi lado un ejemplar de “Café-Bar Cinema”, mi nuevo libro de cine. No me canso de acariciar sus páginas, de abrirlo y cerrarlo, de leer párrafos al azar, de hojear las fotos, de reflexionar sobre las citas.

Y, sobre todo, no me canso del olor al papel y la tinta que conforman ese objeto único e imprescindible: el libro.

Ahora que lo tengo en las manos, pienso en todas las personas que lo han hecho posible, que son muchas y, además, buenas e imprescindibles.

Pocas veces, un libro tiene un punto de partida tan claro, rotundo y concreto como “Café-Bar Cinema”. Lo he contado algunas veces, pero AQUÍ lo tenéis bien clarito.

La fecha: el 5 de febrero de 2009.

Los culpables: 3 Joses. Bueno, 2 Joses y 1 Pepe.

El primero, Pepe, mi Cuate. Y un SMS. Imprescindible.

El segundo, Jose Guerrero. Antes en Granada, ahora en Madrid.

El tercero, Jose Santos, el Duende de la imprenta.

Porque cuando vi ese reportaje, hermosamente impreso en papel, tuve claro que podía dar más de sí. Mucho más. (Lástima no tenerlo guardado, impreso o en PDF)

Desde entonces, horas y horas de películas, libros y, sobre todo, de ordenador. De Internet, consultas…y teclazos. Escribí tanto que reventé un teclado. Masacré un portátil.

Con todos vosotros, con quiénes me veo habitual o esporádicamente, hablaba del proyecto. De su evolución. De mis dudas, angustias y zozobras. ¡No se acababa nunca! Pobre, mi hermano, mientras corríamos y le contaba las últimas películas que había visto y sobre las que había escrito.

Y llegó la hora de plantearlo.

¿Lo queréis publicar?

Mis amigos de Almed no lo dudaron: SÍ.

¡Joder! Así da gusto. Si tuviéramos en esta ciudad a otros diez tipazos con la decisión, la pasión, el arrojo, la visión y la capacidad de trabajo de Jerónimo Páez, otro gallo nos cantaría.

Ánimos renovados, nuevos bríos y más horas, muchas más, dejándome las pestañas y un par de dioptrías frente a las pantallas. ¡Esas benditas, malditas pantallas de cine, televisión y ordenador!

Aún hacíamos promoción de “Hasta donde el cine nos lleve”, esos fabulosos On the road que nos conducían a mi Cuate y a mí hablar de cine a Barcelona, Madrid, Alicante, Gijón, Canarias, Salobreña o Cuevas de Almanzora.

Pero empezaba a haber ganas de cambiar de registro. O sea, de seguir hablando de cine, pero con otro argumento.

Los bares, los cafés, los clubes, las farras, bebidas, cervezas, pintas y chupitos. Bares, posadas, cantinas, cafés, clubes y casinos.

Cuando ya iban para dos años de trabajo denodado y el verano del 2011 se nos echaba encima, cuando “Café-Bar Cinema” empezaba a ser una realidad; me empezaron a dar esos voluntos tan míos, esos detalles que hacen que la vida merezca la pena.

Que si encargarle este cuadro a Irene. Que si pedirle a Fernando Marías un prólogo (lo vais a flipar). Que si cerrar una presentación en Salobreña, con Colin y Encarni, para antes de Navidad…

Y empezamos a concretar el final del proyecto.

Y comenzó la tortura para algunos fieles amigos: Alicia “Clarito”, Raquel Páiz y, por supuesto, mi querido José Manuel Vargas, el tipo con mayor paciencia y mejor carácter que conozco.

No creo que José Manuel Vargas le haya dicho que no a nadie. Nunca. ¡Qué capacidad de trabajar, rápida y profesionalmente! ¡Qué forma de convertir una idea, una posibilidad o una sugerencia en una realidad, de forma inmediata!

Maquetación, créditos, imágenes, pruebas de portada, contraportada, textos para la solapa, pies de foto, dedicatoria, post-dedicatoria al final del libro… Nada queda al azar. Nada es casual.

Ahora tengo embarcado a otro amigo en otra idea, audiovisual, para dar a conocer el libro, pero ya hablaremos de ello.

Y llega el momento de Juan Manuel Cid. Ojo, que Juanma está ahí siempre. Solemos vernos una o dos veces al mes y compartir un café rápido, hablando de libros, de jazz o de The wire. Pero ahora tenemos que hablar casi a diario: promoción, presentaciones, reseñas… la otra parte de la literatura.

Porque los libros son palabras, papel y tinta.

Los libros son trabajo, soledad, dudas y cansancio.

Pero también son diversión, encuentros, charlas, proyectos, ideas, risas y la mejor excusa para verse. Para vernos. Para veros. Para que nos veamos.

Jack Bauer, pidiendo permiso para entrar en el Café-Bar Cinema 😉

A todos, a todas: GRA-CIAS.

Por estar ahí. Por escucharme. Por aguantarme. Por apoyarme. Por aconsejarme.

¡Gracias!

Jesús exultante Lens.

Y sí. Otros 27 de octubre, también hemos blogueado: 2008, 2009 y 2010. Pero el del 2011 será histórico 😉

La tónica habitual

Pues sí amigos. “Café-Bar Cinema” ya ha salido del horno y está enfriándose, antes de ser servido a las librerías.

¡Hip, hip… hurra!

Lo quiero celebrar con un cuentito, un microrrelato ultracorto, que nos va al pelo… y nos dejará resaca 😉

Dedicado a mis amigos Colin y Pepe.

De hecho, fue hablando con éste que se me ocurrió el cuento.

 

En esa ocasión, no le sirvió la tónica habitual.

Le sirvió otra diferente, especial, única.

Una tónica aderezada con estricnina.

Ya no podía soportar que aquel pijo con pretensiones, cada noche, le diera la murga después de haberle pedido el Gin Tonic.

¡Cómo si él no fuera uno de los barman más reputados de Barcelona y necesitase la asesoría o los consejos de aquel petimetre!

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Corona de flores

¡Otro más!

Y van tres.

Con Javier Calvo ya son tres los autores españoles contemporáneos cuya obra huele. Y duele.

Danger. Activo tóxico

Huele a detritus, a descomposición, a sangre seca y cuajarones coagulados, a ambientes enrarecidos, a moho, a carne pútrida. Huele a mierda diarreica y cagalitrosa.

Novelas que duelen. Duele leerlas. Hasta el punto de que, a veces, hay que apartar los ojos de un párrafo especialmente escabroso. Duele tanto que acabas riendo. Por no llorar. Por no enloquecer. Porque lo grotesco y lo bizarro, es lo que tienen.

Novelas que, por la noche, cuando las ves en la mesilla de noche, esperándote, las sientes como una amenaza. Como una condena. Una condena, eso sí, que desde que pasas la primera página, ya no admite aplazamientos, prórrogas o excarcelaciones.

La exposición genera adicción. La adicción conlleva efectos secundarios

Porque la obra de Javier Calvo, como ocurre con la de Juan Ramón Biedma y la de Cristina Fallarás, también es adictiva, enganchándote desde el primer pico, como heroína mal cortada, peor mezclada y tan corrompida que convierte cada viaje en una pesadilla con rumbo al infierno, hacia el final de la noche.

Está claro, por tanto, que no voy a recomendarte que leas esta novela. Te aprecio y te tengo cariño. Así que no. Si lo haces, si la compras, si la lees; será bajo tu propia responsabilidad.

“El sol no derrama su luz enferma sobre las aguas grises. Las gaviotas no sueltan sus chillidos malhumorados por en encima de la Muralla de Mar. La tormenta ha convertido la calle de las Tapias en una marisma llena de remolinos traicioneros donde giran ratas muertas”.

¿Os gusta el paisaje?

Pues que conste que estamos en Barcelona. En el siglo XIX. La que fuera Ciudad de los Prodigios, narrada por Calvo, se convierte en una ciudad hostil, tenebrosa, sucia y amedrentadora. Una ciudad en la que el Asesino de la Esperanza está sembrando el terror. Y en la que un folletín conquista el encogido corazón de los habitantes de una ciudad a la deriva, acosada por la brutalidad de unas fuerzas policiales que no se sabe de qué lado están.

Y hay médicos, en esta historia. Médicos que darían la razón a quiénes defendían que el célebre Jack el Destripador tenía que ser un galeno seducido por el lado oscuro.

“Corona de flores” es una novela que supura fetidez. Por la noche, sin embargo, no podía soltar su absorbente historia hasta que el sueño me vencía y el libro se me caía de las manos. Después, las imágenes descritas por Calvo, sus sádicos personajes y la interpretación literaria de sus sueños, me provocaban pesadillas.

Pues sí. Así que quedas, mismamente, al leerla...

Y al día siguiente, al tomar el primer café de la mañana, los amigos me miraban con mala cara y me preguntaban si todo iba bien…

Aún así, con todo y con eso, ¿serías capaz de leerla?

Tú mismo/a

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

En 2008, 2009 y 2010, también blogueamos, aunque más sosegadamente…