Museos de Málaga: CAC, Picasso, Thyssen

Me gusta ir a Museos. De siempre, pero de hace un par de años hasta aquí, más. Por deformación profesional, supongo.

Hace unos meses que se inauguró el Thyssen de Málaga así que aprovechamos el pasado fin de semana para dar un salto a la capital de la Costa del Sol y cambiar de aires.

Lo primero que destaca del Thyssen es su inmejorable ubicación, en pleno centro, a dos minutos a pie de la famosa calle Larios. Un edificio extraordinario, bien rehabilitado y acondicionado. Horarios tan amplios como imaginarse pueda… todo para que el visitante disfrute de la visita.

Nada más entrar, un primer panel “advierte” que el siglo XIX, en el arte, contribuyó a crear la imagen de la España romántica, en la que la ¿idealización? de una Andalucía juerguista y misteriosa, repleta de bailes en las ferias, vinos en las ventas, bandoleros en los caminos y gitanas en las calles de las pueblos y ciudades.

Los cuadros de la planta baja eran justo eso. Pero es que los de la planta 1, también. Y los de la 2, que incluían bucólicos paisajes de ríos y bosques, barquitos en el mar, pueblitos costeros, montañas preciosas, aguas mansas y encrespadas.

Y se acabó.

Ea.

Hasta ahí llega la colección permanente de un museo Thyssen. Vamos que si un extranjero visita en Málaga solo el Thyssen, volvería a su país confirmando que todos los tópicos sobre la Andalucía eterna son ciertos.

Conste que no entro a valorar la calidad de las pinturas expuestas, individualmente consideradas. Hay obras de Romero de Torres, Gutiérrez Solana y algunos otros que son muy buenas. El problema no es la calidad pictórica, sino la imagen que se proyecta: una Andalucía de mantilla, toros, procesiones, charangas y panderetas.

Quizá por eso disfruté tanto del Centro de Arte Contemporáneo, por más que algunas de las obras expuestas me resultaran extrañas, incomprensibles, rarunas e incluso absurdas. Me gusta el arte provocador que, más allá del significado, transmite sensaciones e impresiones. Prefiero lo abstruso al tópico. Lo incomprensible a la banalización. Lo absurdo a lo aburrido.

La diferencia es que, pasando por el Thyssen, bostezas. Por el CAC, puedes dialogar, discutir, reír o llorar. Pero su obra permanente no te deja indiferente.

Y está el Picasso. El Museo Picasso es justo lo que se espera de un museo dedicado a una personalidad tan brutalmente fuerte como la del pintor malagueño. A sabiendas de que lo mejor de su obra está repartido por las mejores pinacotecas del mundo, el Picasso hace una inmejorable labor didáctica y pedagógica sobre uno de los grandes genios de la historia universal del arte.

Unas ciento cincuenta obras del artista, entre pinturas, cuadernos, bocetos, cerámicas, bien contextualizadas, permiten hacer una visita de lo más interesante e ilustrativo.

Mención aparte merecen las tiendas de los Museos. La del Thyssen, de paso obligatorio, fantástica. Con lo que me gustan las librerías… me dejé una pasta. Las otras dos, inéditas. Pero como nos quedamos con las ganas de ver la exposición de Giacometti, que se inauguraba hoy lunes, habrá ocasión de volver y contar.

¿Por qué me gustará tanto Giacometti?

Como habría que contar sobre la apetitosa oferta de esos gastrobares, cada día más interesantes, que en Granada no abundan.

Pero, como diría Moustache, esa es otra historia…

Jesús museístico Lens

¿Y en 2008, 2009 y 2010 publicamos algo el 17 de octubre? ¡Pues claro!