ROCK IN RÍO 2010: DEUDAS SATISFECHAS

No habrá sido el mejor Perry Farrell de la historia y su voz ya no es la que era, pero los Jane’s Addiction se marcaron un pedazo de concierto en Madrid, con un Dave Navarro absolutamente colosal con su guitarra.

Fue la noche de Los Ángeles (¡qué nos gusta Los Ángeles, ¿verdad? ;-)) en Madrid. Primero, Cypress Hill, con su rap poderoso, sus percusiones desbocadas y sus recitados contundentes. Llovía. Y, por eso, mi hermano Jose, mi Cuate Pepe (todas las fotos de esta entrada son suyas) y yo nos resguardamos, al amparo de las Coronitas, los burritos y el queso manchego.

Tampoco pasaba nada. Aún gustándonos, los Cypress no eran nuestro principal objetivo, como ya anticipamos AQUÍ. A esas alturas, llevábamos una hora en la descomunal Ciudad del Rock, y mi hermano y yo comentábamos lo distinto que era todo, nosotros incluidos, a aquel Festimad de hace catorce años: en el Rock in Río todo está tomado por las grandes corporaciones y empresas, que patrocinan en evento a lo grande y sin timideces, como el espacio del Chill Out, con un cartel del Corte Inglés más grande que los que ponen en sus propios centros comerciales.

La gente, por mucho que las crónicas periodísticas del día siguiente fuera calificada como Cuca (currante-canalla) tampoco tenía nada que ver con aquella juventud más macarroide del Festimad. ¡Si hasta hay una ludoteca para dejar a los chiquitines, en el recinto de Arganda, y los 40 Principales tienen un stand!

Tras unos cuantos mojitos y una buena cena, de lo más variopinta, nos sumergimos entre la masa anhelante de música fuerte, dura y contundente. Y ahí aparecieron, tras la cuenta de 10, los Juana’s Adicción: impecables, imperecederos, dispuestos a desgranar buena parte de sus clásicos, grabados en los lejanos finales de los 80 y primeros de los 90: “Stop!” “Mountain Song”, “Caught Steeling”, “Ted just admit it”… saltos, riffs de guitarra y Farrell, desgañitándose, pero ergollao, inmaculado, precioso y majestuoso, perfecto Front Man para un show extraordinario.

Bebiendo un buen riojita, Marqués de Arienzo

Al final, para el bis, sacaron su versión acústica y desgranaron ese glorioso “Jane says”, que rompe con su novio Sergio y se quiere venir a España.

Sí. Tantas veces que vimos mi hermano y yo aquel concierto en Milán, disfrutando de ese Farrell que bebía Rioja directamente desde la botella (en Rock in Río se pulió un Marqués de Arienzo, como me confirma mi Cuate) y sacaba chicas bizarras al escenario, a provocar, haciendo sus poses de mantis religiosa, extremadamente delgado… Ahora que es un señor de media edad que luce tupé en la cabeza en vez de aquellos dread locks de corte rastafari que tan bien le quedaban, Farrell sigue siendo un crack. Y lo mejor es que, habiendo mantenido a Perkins y habiéndose reconciliado con su hermano, Navarro, al bajo han incorporado a todo un ex Guns and Roses, Duff McKagan, anunciando nuevo disco para febrero de 2011. ¿Han vuelto los Jane’s Addiction para quedarse? Lo mismo, además de cobrarnos una deuda pendiente, hemos asistido a toda una resurrección…

Y tras volver a ponernos púos de Coronitas, mojitos, vodkas, rones, pastelitos y dulzainas, después de asistir a una Capoeria y a una minibatucada brasileira, volvimos a la masa.

30.000 personas esperaban, como fieles y devotos seguidores de una religión, la aparición en escena de Zack de la Rocha y Tom Morello, los líderes indiscutibles de unos Rage Against The Machine que son el último testimonio vivo y en activo de un rock combativo, comprometido y transgresor, con sus consignas incendiarias y abrasadoras.

Bueno, vivo, vivo, lo que se dice vivo… tampoco. RATM llevan muchos años disueltos. Morello formó su “Audioslave” y De la Rocha se dedicó al activismo político y social. Han pasado más de diez años sin grabar un disco y sólo se juntan esporádicamente para dar conciertos como el del Rock in Río, paradójicamente, capital mundial de la música patrocinada por las grandes corporaciones tan criticadas e insultadas por los Rage.

Pero la vida es eso: pura contradicción. Y allí nos vimos, saltando y gritando como dementes, exudando Furia Contra La Máquina, disfrutando de los abrasadores clásicos de una banda que, en el escenario, demuestran una profesionalidad rayana en lo espartano, con un Zack que se deja la vida en cada canción y un Morello auténticamente desatado. Como si el tiempo no pasara por ellos. Para muchos, están desfasados y acabados. Para mí, siguen siendo la pura caña.

Tras el “Killing in the name”, con la camiseta de “Negra y criminal” empapada en sudor a pesar del frío reinante, agradecido al cielo porque no hubiera llovido en esas tres horas y satisfecho por haber estado allí, volvimos a nuestro retiro particular, a disfrutar de más mojitos desde la comodidad de una tumbonas que nos permitirían relajarnos, viendo y escuchando el potente y espectacular show de D.J. Tiesto.

Faltó, para mi gusto, otra macrobanda. Estos festivales se quedan cortos de contenido. Ni aquellas barbaridades de 14 horas seguidas de música, ni estas acomodaticias citas de tres horas, por mucho que haya “actividades y diversión” para todos. El Rock in Río se queda a mitad, pero hay que dar las gracias porque nos han permitido rescatar, a la vuelta de tanto tiempo, a algunos de los grupazos que forman parte de nuestra educación sentimental, política y musical.

La noche terminaría en un pueblo llamado San Martín de la Vega, próximos al amanecer, en un apartamento que nos permitiría descansar unas horas, antes de volver a una Granada de la que salimos veinte horas antes, en un nuevo, largo y fantástico On the road, de carácter músico/vital que nos permite encarar la definitiva Caída del Viejazo habiendo cumplido un sueño pendiente y disfrutando de esa especial, única y fantástica comunión que se crea en torno a la música, la carretera, los hoteles y los bares de carretera. Porque estar es (casi) tan importante como ir. Y volver.

Gracias a Jose y a Pepe por acompañarme en una jornada muy, muy especial y memorable que, a buen seguro, habrá ocasión de repetir. Y a todos los que, aunque sea desde lejos, nos habéis acompañado y seguido en esta microescapada.

Dejando a un lado las nostalgias y los Viejazos, reivindiquemos la vida activa, la vida móvil, la vida on the road. La vida en el alambre. Como decía el protagonista de la película “Man on wire”, hagamos de cada día una obra de arte. Sigamos, por tanto, adelante, siempre adelante.

Jesús Lens, muy, muy contento.