ELECCIONES

Estaba esta tarde repasando esos recorticos de prensa que me gusta guardar cuando me encontré con la siguiente frase, un aforismo de origen hondureño que me ha enamorado a la primera lectura:

«Bien vale perder un barco por conocer un puerto».

 

¿Sí? ¿Seguro? ¿Siempre? ¿Según? ¿Y si ese barco era, precisamente, el que te hubiera conducido al paraíso?

Jesús Lens, dudoso.

VINIERON COMO GOLONDRINAS

Ignacio Midore, responsable de nuestro Club de Lectura de CajaGRANADA (que presentamos AQUÍ), nos pidió que hiciéramos una breve valoración de la novela que habíamos leído y diseccionado a lo largo de tres intensas jornadas: “Vinieron como golondrinas”, de William Maxwell.

Y, como el tiempo apremiaba, la resumí en cuatro palabras.

La primera, TALLER. O sea, club. De Lectura. Porque, como comentamos AQUÍ, lo bueno de apuntarte a un Club de Lectura es que permite descubrir nuevas lecturas. Si por un casual me hubiera encontrado frente a frente con el libro de Maxwell en la estantería de cualquier librería, habría pasado de él. Y en el remoto caso de que hubiera acabado en mis manos, habría leído la contraportada… y lo habría devuelto al anaquel. No. En principio, no era mi libro.

Enlazando con la primera palabra, DESDOBLAMIENTO. Porque la novela está protagonizada por dos hermanos, de nueve y catorce años de edad, que conviven en la misma casa y, por supuesto, comparten padre, madre, familia y vivencias. En realidad, ambos personajes no son sino el propio autor de la novela, que cuenta su infancia y juventud, pero sin hacerlo de forma lineal, a través de un juego de espejos entre los épocas consecutivas en el tiempo, pero muy diferentes la una de la otra. Un recurso literario de una grandeza absoluta.

La tercera palabra es UNIVERSALIDAD. A buena parte de los miembros del Club de Lectura, “Vinieron como golondrinas” les retrotrajo a momentos de su infancia, les recordó a personas o situaciones que han sido importantes en sus vidas, les habló muy directamente de cosas que les han pasado. Y no es fácil que la lectura provoque ese tipo de efectos en el lector. Maxwell, desde luego, lo consigue.

Y la CULPA. ¿Quién no ha hecho (o dejado de hacer) algo en su vida de lo que se ha arrepentido por siempre jamás? El sentimiento de culpa por una decisión errónea está perfectamente reflejado en la novela de Maxwell. ¿Cuántas veces no se despertará ese padre, en mitad de la noche, bañado en sudor y presa de las pesadillas provocadas por haber tomado un tren en vez de otro?

“Vinieron como golondrinas” es una novela corta que, sin embargo, tiene en su interior enormes cargas de profundidad. Una novela que, como decía al principio de estas notas, nunca habría leído y que me he alegrado enormemente de leer.

Si en algún momento tuve dudas acerca de los Clubes de Lectura, el dirigido por Ignacio Midore en la Mediateca de CajaGRANADA me las ha despejado por completo, al posibilitar una interesantísima y muy divertida apertura de mente literaria que me ha sacado, en muchos momentos, de mis trillados caminos literarios habituales, lo que es muy de agradecer.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.