EN LA MUERTE DE ERIC ROHMER

Antes que cineasta fue crítico. Vivía y sentía el cine por los cuatro costados y te lo inyectaba en vena, metiéndotelo a través de los cinco sentidos.

 

Ha muerto Eric Rohmer, el cineasta cuyos Cuentos de las Cuatro Estaciones y sus Cuentos Morales me enseñaron que otro cine, más allá de Hollywood, era posible. «La coleccionista», «La rodilla de Claire», «El rayo verde» o «Mi noche con Maude» demostraban, además, que las relaciones personales tenían tantas, tantísimas posibilidades, y todas ellas tan genuinamente creativas, hermosas, diferentes y complementarias… De repente, aprendimos que pasar una noche, en la cama, con una chica, hablando y nada más que hablando, podía ser intensamente erótico y emocionante. O intentamos escuchar esa «Hora azul» en que se produce un silencio total y absoluto, cuando cesan los sonidos de la noche, antes de que irrumpan los del día.

 

Cuando esa mierda que es la televisión generalista servía para algo distinto que embrutecer a la gente, lo que ahora es La 2 programó un ciclo de cine de Rohmer, a las 10 de la noche.

 

Eran tiempos en que la esperanza seguía viva y parecía que otra televisión era posible.

 

Ahora tenemos que pagar por ella.

 

Descanse en paz, Eric Rohmer, uno de esos directores que tanto me enseñaron de cine. Y, por tanto, de la vida. Un director que me abrió los ojos y que me hizo crecer, como aficionado al cine. Y, por supuesto, también como persona. MÁS INFORMACIÓN sobre su muerte y, especialmente, sobre su obra, pinchando el enlace.

 

Jesús Lens, de luto.   

EL 2010 EN 365 PALABRAS

Tal y como proponíamos AQUÍ, vamos a resumir el año en 365 palabras. Pero no el 2009, que ya quedó atrás. Resumamos el 2010, que tiene que ser mucho más interesante… A caballo entre los propósitos y los sueños, aquí os planteo mis próximos 365 días, intentando poner en práctica lo escribíamos en ESTA columna de IDEAL del pasado viernes, sobre este extraño año XX-X

 

Cuarenta. Éste ha sido el año en que, sin quererlo y sin poderlo evitar, me alcanzaron. Los cuarenta. Pero no ha habido crisis, que con la económica ya teníamos bastante, y el año estuvo más cuajado de Churros Marrones que de Brotes Verdes, me temo.  

 

La palabra del año ha sido «Cambio». Porque un cambio de trabajo implica un cambio de compañeros y supone adaptación, aprendizaje y ajustes. Y despedidas, claro. Y descubrimientos: compañeros que se convierten en amigos -en enemigos, ninguno- pero manteniendo y consolidando las amistades de antaño, por supuesto.

           

El Madrid, campeón. El CeBé, en ACB. La(s) Roja(s), en lo más alto. Y, sin embargo, el baloncesto me rehuye. Demasiada tralla para el cuerpo. Pero seguimos corriendo, culminando carreras y afrontando Verdes y desmesurados retos, con desigual fortuna: del Veleta a Ronda y, como broche de oro, mi segunda maratón, en Málaga. Pero lo mejor está por venir, en febrero: la única e increíble maratón del Sáhara, en los campos de refugiados de Tindouf, intensa semana de conocimiento y convivencia.

 

Porque seguimos viajando. De Perú a Marruecos. O al profundo Sur de los Estados Unidos fronterizos con México. O a la Patagonia. O a Cuba, siempre Cuba, solo que ahora, en democracia. Y al binomio Semana Negra-Agüimes, con un nuevo libro de cine, preparando el paso a la ficción de largo recorrido, que ya se acabaron las excusas.

 

Y, claro, hubo conciertos, teatros, cine y tal y tal. Pero lo importante son las personas con quiénes vimos las pelis, escuchamos la música o disfrutamos de los monólogos. Y las cañas que nos tomamos, antes y después, riendo, comentando y discutiendo al calor de esas largas conversaciones, en torno a una buena mesa, interminables y eternas sobremesas.

 

Y no. No lo soslayo. Porque llegó. Ella. Apareció. Sorpresiva, inesperada y festivamente. De frente. De golpe. Sin porrazo. Y ya nada volvió a ser igual, afortunadamente. De repente, volvimos a pensar en primera persona… del plural.

 

Cambios. Porque la vida fluye y un ciclo se sucede al siguiente. Y confianza. Para afrontarlos y salir triunfante. Autoconfianza y, sobre todo, confianza en los demás. Porque sin confianza, nada de lo que hemos escrito habría sido posible.

 

Jesús Lens, ¿visionario? ¿profeta? ¿iluso?