LA ALHAMBRA, EN EL CINE

Hace unos meses, la presencia de Antonio Banderas en Granada causó una gran sorpresa, no en vano, venía a ver los posibles exteriores para la filmación de una película sobre Boabdil.

 

Su foto en la Puerta del Perdón por la que el Rey Chico salió definitivamente de la Alhambra dio la vuelta al mundo y la rumorología se desató de inmediato ya que, según parece, la película va a ser un de un presupuesto enorme, tipo «Gladiator», contando para la recreación virtual de la Alhambra y la Granada del siglo XV con las recreaciones virtuales en que están trabajando los activos, premiados y alabados chicos de Kandor Graphics, cuyo «El lince perdido» ganó recientemente el Goya a la Mejor Película de Animación.

 

Y es que pocos platós de cine más atractivos para una película, a priori, como la Alhambra.

 

¿Se acuerdan del follón que se montó hace unos años, cuando Steven Spielberg quiso rodar algunas secuencias de la tercera parte de Indiana Jones en el monumento nazarí y no consiguió los permisos necesarios, por aquello de la conservación del monumento?

 

Para quienes tenemos una concepción horizontal y transversal de la vida, las artes y el entretenimiento, aquello fue un auténtico despropósito.

 

Y lo más curioso es que IDEAL nos cuenta que la Alhambra ha servido como privilegiado plató cinematográfico en la filmación de más de doscientas películas, desde una linterna mágica del siglo XIX a la recientísima «Morente sueña la Alhambra», de José Sánchez-Montes, tal y como pueden leer en el enlace.

 

Para ver cómo luce palmito nuestro querido monumento en el cine, la siempre inquieta y admirable Biblioteca de Andalucía, en la sala Val del Omar, ha programado un excitante ciclo de películas bajo la denominación de Memoria Audiovisual de la Alhambra, cuya interesantísima programación se puede seguir a través del enlace señalado.

 

Así las cosas, ¿imaginaban que la Alhambra había salido en tantas películas? ¿Qué les parece este ciclo de cine con ella de protagonista absoluta?

 

Y alguna otra cuestión:

 

¿Qué les parece el proyecto de Banderas de filmar en el monumento nazarí? ¿Les habría gustado ver a Harrison Ford y Sean Connery corriendo los patios más afamados de la joya arquitectónica granadina? ¿Creen positivo que las puertas de la Roja se abran para el cine más espectacular y comercial?

 

Jesús Lens.       

PROXÉMICA

Otra entrada sobre palabros, como aquella de la procrastinación que tanto juego nos ha dado. En este caso, se trata de la Proxémica, «ciencia encargada de de estudiar el uso y percepción del espacio social y personal».

 

Que así explicado no queda muy claro, pero que se refiere a esa sensación de incomodidad que nos asalta cuando tenemos que entrar en un ascensor atiborrado de gente o a las ganas de partirle la cara a ese sujeto que, nada más verte, te enlaza por los lomos y se pone a darte palmaditas en los michelines, parte del cuerpo de un hombre con tendencia a acumular grasa y a temblar como la gelatina al más mínimo contacto.

 

Marcar territorio.

 

Por mucho que digan que el saludo entre hombres, dándose un apretón de manos, tiene que ver con la época en que los humanos llevaban armas y que tal gesto era una muestra de confianza… la verdad es que, por lo general, somos reacios a los sobeteos con los desconocidos. Y, muchas veces, hasta con los conocidos. Y por eso, el chocar las manos o un sencillo abrazo viril nos resultan más fáciles de asimilar que los besos, las carantoñas y los largos abrazos acariciadores.   

 

Nos gusta que nos respeten ese espacio personal que, se calcula, es de más o menos un metro. Y es que, según los entendidos de la Proxémica, eso de que, cuando eres bebé, te obliguen a rular de brazos en brazos, sufriendo todo tipo de arrumacos, besuqueos y achuchones, sin que nadie te pida opinión, termina marcando.

 

Por eso, en China, no conseguía acostumbrarme a la ausencia de ese espacio personal. Allí, lo normal, es ese rozamiento continuo con los demás, choques, golpes, tropezones. En África, sin embargo, el contacto, siendo también habitual, es más cordial, más cálido… Todo lo cual, conste, no digo yo que sea ni bueno ni malo. Sólo digo que resulta extraño, cuando no estás acostumbrado.

 

Proxémica.

 

¡Ay que ver de lo que se entera uno!

 

Pregunto: ¿Os gustan esas personas generosamente sobadoras, cordialmente invasivas, cercanas y acariciadoras o, más bien, sois de los que os molesta que os okupen el espacio personal, esa burbuja invisible de individualidad en que nos encontramos cómodamente instalados?

 

Jesús Lens, proxémico.