MUGABE & CAMPAORÉ

Les imagino al tanto de la caótico y lamentable situación de Zimbabwe, paupérrimo país africano al que un sátrapa como Mugabe, con la excusa del anticolonialismo, ha llevado a la bancarrota y al desastre, siguiendo los pasos de otros célebres iluminados, como el Mobutu de el Congo/Zaire. Ahora ha consumado un pucherazo histórico y se ha autodesignado, nuevamente, Presidente.


Zimbabwe, por supuesto, nos la pela. ¿Cómo podría ser de otra manera? Sin embargo, leyendo artículos como éste: “Mugabe remate el golpe y se hace reelegir”, nos podemos hacer una idea de lo que está pasando en una zona del mundo en que la vida humana, la dignidad, la legalidad y el respeto valen menos que un pimiento o un calabacín de nuestras sufridas huertas.

Si el tema te preocupa, existe una web: http://www.avaaz.org/es/ a través de la que, en medio minuto, puedes adherirte a la campaña antimugabista. Porque el mundo, para unas cosas, cada vez es más pequeño. Pero para otras, sigue siendo inabarcablemente grande.

Y, siguiendo en África, ¿recuerdan a Sankara, la frustrada esperanza negra de Burkina Faso? ¿Recuerdan quién fue el responsable de su derrocamiento y asesinato? ¿Saben que el individuo en cuestión, actual presidente del país, ha iniciado una campaña de limpieza de imagen, trabajándose la obtención del Premio Galileo (felizmente interrumpida por una urgente cibercampaña muy efectiva) y, ahora, poniéndose en manos de una asociación católica italiana Sant Egidio, para seguir lavando su imagen. De todo ello nos informa Antonio Lozano y no podemos sino hacernos eco y servir de altavoz.

Se puede mandar un mensaje a com@santegidio.org solicitando respetuosamente que no colaboren en esta operación de imagen, dirigida a la consecución de un Premio Nóbel de la Paz, basándose en la convocatoria de una Cumbre de las Estrellas de la Tierra en que el responsable del asesinato de Sankara quiere rodearse de artistas y científicos para seguir destiñendo de sangre su imagen.

Aunque la Roja haya ganado la Eurocopa y el calor amenace con derretirnos los sesos, dediquemos parte de nuestro tiempo a luchar, de una manera sencilla y cómoda, pero altamente efectiva, contra algunas de las injusticias que en el mundo siguen ocurriendo.

Jesús Lens, ciberactivista, pidiendo su apoyo y colaboración.

EL VIEJO

¿He dicho alguna vez antes que, de lo mejor de El País, es Enric González? Lean este ¿artículo? ¿cuento? o lo que sea, titulado El Viejo.

Y yo, señor juez, ¿qué culpa tengo? El viejo era la víctima perfecta. No había más que verle deambulando por ahí con el chándal chillón, mal afeitado, con la piñata bailándole y esas gafas antiguas, que ni veía de lejos ni veía de cerca. Era la víctima perfecta. Si es que parecía pedirlo, señor juez, parecía pedir que le llovieran palos. Y no me negará usted que el tipo caía mal. Eso no lo digo yo, se acordará usted mismo: todo el mundo, o casi todo el mundo, se la tenía jurada.

Se hablaba mal del viejo, es verdad, y se echaba mano de cualquier excusa. Como lo del racismo. Decían que el viejo insultaba a los negros, y hasta le pusieron una multa. Qué le voy a contar: el caso era liarla, y complicarle la vida. No, claro, el viejo no era racista. Tampoco era ludópata, aunque en una época se dejara sus perrillas en el juego. Depresivo quizá sí, quién sabe. Qué más da.


A lo que íbamos: la víctima perfecta. Cada uno vive de lo que puede. Él vivía de llevarse palos, y yo, nosotros, de pegárselos. Y la gente encantada. Porque el viejo, encima, se defendía, se encaraba, intentaba explicarse, se negaba a irse. En este negocio nada funciona mejor que una víctima que se resiste. A la gente le encanta. La gente, señor juez, tiene muy mala leche. Y no lo digo para justificarme, que también: es que es la pura verdad.

Honestamente, yo no esperaba que las cosas fueran a acabar así. Cuanto más lo pienso, más extraño me parece. El asunto pintaba clarísimo: sólo era cuestión de darle palos hasta que se cansara y se largara sin conseguir nada. Mírelo fríamente, señor juez: ¿quién podía prever que el viejo consiguiera algo? Estaba condenado de antemano, lo que se dice un pringao. Así han sido siempre las cosas, ¿no?


Cómo nos equivocamos. Fue sólo eso, una equivocación sin maldad. Le pegábamos sin ensañamiento. Casi en defensa propia, mire lo que le digo. Porque alguien tenía que defender los intereses de todos, y el viejo parecía un peligro público. Que si Raúl, que si los bajitos, que si otra vez la maldición de cuartos, que si el espíritu perdedor, que si ya tiene sustituto, que si a ver cuándo se va… A ver, sea sincero: ¿pensaba usted que el viejo iba a resultar, a su edad y con su historial, la admiración de toda Europa?

Y, sin embargo, aquí estamos. En la final, con un equipo de lujo y con el viejo hecho un sabio. Porque ha resultado que sí, que él era un sabio y nosotros, los periodistas, unos capullos. Yo, al menos, estoy confesando, señor juez, a ver si me vale como atenuante. Otros que le ponían a parir parece que hayan estado siempre con el viejo, apoyándole a muerte. ¿Sabe usted? Me alegro de todo esto. Tiene como una justicia poética. Me alegro sobre todo por el viejo, que ha aguantado lo que ha aguantado. Si pudiera, se lo diría a la cara: señor Luis Aragonés, se ha portado usted como un hombre.