50.000

Ya hemos llegado a las 50.000. Cincuenta mil visitas. O descargas. De Febrero aquí. No está mal. Por supuesto, no somos nadie en comparación con otras bitácoras, pero tampoco está mal. Unas 435 visitas diarias, de media, teniendo en cuenta que los fines de semana se internetea poco… unas 500 los días de diario.

Mola.

Vamos a meter unos pildorazos cortos en esta entrada de las 50.000.

RECOMENDACIÓN: Compren hoy el periódico Público. Regalan un peliculón: “El cielo protector” de Bernardo Bertolucci. A continuación, unos minutos de la película.

DUDA: ¿Se ha reblandecido Carlos Boyero desde su desembarco en El País? Porque sus críticas de este Festival de Cannes están siendo esencialmente buenas. Las de “El mundo”, sin embargo, son mayoritariamente malas y crueles. Y sin gracia. Ni chispa. Rezuman mala leche. Cuando veamos Indiana (esta tarde) y las nuevas pelis de Allen, Eastwood, Meirelles o Soderbergh podremos opinar sobre la hipotética chochez boyeriana.

CRÍTICA: Si la mismísima ACB no cree en su producto, ¿cómo quieren que crea el público? Después de una larguísima temporada chupándonos partidos del Fuenlabrada, Murcia, Valladolid o León, cuando termina esa temporada más mediocre que regular y llegan los Play-off… éstos parecen estorbar. Ridículas series al mejor de tres partidos que finiquitan la temporada en un pis pas. Adiós al Real Madrid en dos días. Y al Gerona de Gasol en tres. Ahora la Penya tropieza en casa en las semifinales y…

En la NBA, las series son al mejor de siete partidos. Desde el principio. Te puedes recrear en los duelos de Gasol contra Duncan, como mínimo, durante cuatro noches. Y disfrutar de Garnett contra Rashid Wallace. En España (ya sabemos que la ACB no se aproxima a la NBA ni de lejos) nos escamotean los duelos directos entre los mejores equipos. Como si estorbaran. ¡Qué absurdo! ¡Qué ridículo!

DUDA: Enric González, uno de los bastiones de El País, habla en su columna de televisión de hoy sobre The Wire. ¿Alguien sabe cómo hacer para verla desde el pricipio sin azuzar mulas y bichos por el estilo?

Lens… ¡vamos por las Cien Mil!!!!

PD.- Si alguien lo recuerda, había comprometido un detalle para quiénes repararan en este momento… Andrés ya se ha hecho atesorador de uno. ¿Alguien más?

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PD II.- No dejen de leer la columna de hoy de IDEAL, sobre «La búsqueda de la verdad». Y opinen. Gracias.

LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD


La columna de hoy de IDEAL parte de una excelente velada, el sábado pasado, con un grupo de personas intelectualmente inquietas, siempre a la búsqueda de la verdad.

Esta entrada está dedicada especialmente a Andrés Sopeña, uno de mis mejores profesores de Derecho. En vez de exigirte memorizar temas y artículos, te invitaba a pensar y reflexionar. Ahí es nada.

En el nunca suficientemente valorado Museo Arqueológico de Granada se está celebrando un atractivo ciclo de conferencias que, bajo la denominación genérica de “Arqueología. Donde ciencia y aventura van de la mano”, concitó el pasado sábado a varias decenas de personas que asistieron a una vibrante charla protagonizada por José Luis Serrano y Andrés Sopeña, quiénes, con la excusa de hablar acerca de las figuras del detective y el arqueólogo, hicieron lo que mejor saben: dar rienda suelta a su proverbial enciclopedismo y espolear las neuronas de los asistentes, a través de una charla interactiva, animada y productiva.

De las muchas cosas que se dijeron en la misma, me quedo con una: las profesiones de arqueólogo y detective no son tan diferentes entre sí. A fin de cuentas, ambas disciplinas tratan de lo mismo: la búsqueda de la verdad.

La verdad. Ahí es nada. ¿Qué es la verdad? De hecho, ¿podemos asegurar que existe una verdad, única e indubitada? Sopeña y Serrano son fervientes defensores del no. No hay verdades inmutables. Todo depende del momento, de las circunstancias, de la cultura, de la percepción, de la tradición. ¿Existe la historia como ciencia? No. La historia que nos llega, por muy revestida de cientificismo que nos sea presentada, no es sino una narración interesada de unos hechos probables del pasado.

Sin embargo, personajes como Grissom o House, en sus exitosas series televisivas, abogan por el triunfo de una ciencia pura en la que el factor humano, la etiología y la psicología no tienen cabida. Una ciencia a la que, aplicando las más prusianas técnicas detectivescas holmesianas, no se le podría poner jamás ni un pero. Una ciencia que lo mismo sirve para descubrir al culpable de un crimen que para salvar una vida humana.


Personalmente, me alineo con Sopeña y Serrano, siguiendo la famosa tesis einsteniana de que todo es relativo. La objetividad no existe y la neutralidad es una falacia. Por seguir con el tema de los detectives, diríamos que los defensores de las tesis cientificistas se concentran en el famoso “quién lo hizo”. A través de mecanismos inductivos y deductivos, analizando fríamente las pruebas de cada caso, los sagaces investigadores determinan quién es el culpable, se le detiene, juzga y condena y la vida sigue.

Otra tradición negro-literaria-criminal, sin embargo, se preocupa del porqué de las cosas. Buscar al “quién” no es sino un camino para descubrir las circunstancias, los motivos y los condicionantes que rodean la comisión de un delito, escarbando en las heces, la miseria y los claroscuros de una sociedad compleja, violenta y contradictoria. Ése es el género negro que nos gusta y que reivindicamos. Una literatura en que los detectives buscan la parte de verdad que se oculta bajo la superficie de la realidad más aparente, lo que siempre resulta tan difícil como excitante.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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