Visitar un cementerio es una cura de humildad y de realidad, por eso recomiendo que los menores vayan a los entierros

 

xlsemanal.com

Buenas, soy Emilio Calatayud. Hoy he tenido que visitar dos veces el cementerio de Granada. Han muerto Rogelia, una magistrada a la que me unía una buena amistad, y la madre de Charo, una compañera y amiga desde hace 30 años. Además, era el triste aniversario de la muerte del hijo de Antonio, otro querido colega. El chaval falleció atropellado hace tres años.

Como es natural, no hubiera querido tener que hacer esas visitas al cementerio, pero también reconozco que cuando toca hacerlas es una experiencia enriquecedora. Sí, enriquecedora. No me he equivocado. Ir a un cementerio, acercarte a la muerte, es una cura de humildad y de realidad. Es doloroso, pero te pone en tu sitio. Te baja a la tierra si has cometido el error de elevarte. Por eso recomiendo que los menores vayan a los funerales y los entierros.

Desde aquí, todo nuestro cariño a las personas que acaban de perder a seres queridos.

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