«La vida se te vuelve boca abajo»

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Los trastornos de conducta graves y las enfermedades mentales generan un enorme sufrimiento a los propios pacientes y a sus familias. Aquí os dejamos el testimonio de una madre que convive a diario con este problema. En su relato hay dolor, pero también esperanza. Esperamos que sea de vuestro interés. 

No hubo avisos ni signos de alarma. Ocurrió de repente. Marisa –el nombre es figurado– vio a su hija adolescente encaramada a una ventana para tirarse al vacío. Tuvo que forcejear con ella, pero logró sujetarla antes de que saltara. «Cuando te sucede algo así, la vida se te vuelve boca abajo», afirma con una voz dulce. Marisa tiene la mirada inquieta propia de las personas que están siempre en guardia. Es comprensible. Se ha convertido en la guardaespaldas de su hija y ejerce las 24 horas del día. No hay domingos ni días de fiesta. Porque después de aquel primer intento de suicidio hubo otro. «No entiendes nada. No sabes qué está pasando. Es una sensación muy angustiosa. Y es difícil encontrar respuestas. Cuando mi hija trató de matarse la primera vez, me fui con ella a urgencias aquí en Granada. Estuvo en observación durante unas horas, luego le dieron el alta y me dijeron que me la llevara a casa. Pero yo seguía teniendo la cabeza llenas de preguntas y estaba asustada. ¿Por qué lo ha hecho? ¿Qué le ocurre? Los psicólogos me dijeron que para saber eso haría falta un examen más detenido, pero en urgencias no podían hacerlo. Podía acudir a la unidad de agudos, pero no hay un espacio dedicado para los menores, y todos me aconsejaron que no la ingresara con los adultos porque iba a ser contraproducente. La otra alternativa era irnos a Jaén, donde sí existe una unidad psiquiátrica infanto-juvenil, pero estaba saturada y no había plazas». Marisa y su hija se quedaron en casa e intentaron recuperar la normalidad. Pero la pesadilla volvió a repetirse. Afortunadamente, la joven tampoco logró quitarse la vida. Marisa cogió a su hija, hizo las maletas y viajaron a Madrid, hasta la puertas del Hospital Gregorio Marañón, que cuenta con una de los mejores servicios psiquiátricos de España para niños y adolescentes. «Entramos por urgencias y al final la ingresaron para tratarla». Diez días estuvo Marisa yendo y viniendo a la capital de España para seguir la evolución de su hija, pero el diagnóstico llegó. «No tiene una enfermedad mental de base. Sufre un trastorno de conducta que necesita un tratamiento que va a ser largo. Actualmente, va tres días a la unidad de día que hay aquí en Granada. Y me consta que los profesionales se dejan la piel por ella y por todos los pacientes que están allí, pero necesitan más medios humanos y materiales. En Granada tenemos una sanidad inmejorable en la mayoría de las especialidades, pero hace falta una unidad de psiquiatría infanto-juvenil. Y ya no lo digo por mi hija, que estoy segura de que va a salir adelante, sino por todos los chicos y chicas a las que he conocido durante estas semanas. Por ellos y por sus familias, que, además, tienen que luchar contra el estigma que supone la enfermedad mental». 

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