La tragicomedia de educar

Aquí os dejamos el diálogo que su señoría y yo mantenemos cada dos meses en la publicación del grupo Vocento Salud Revista.es. Esperamos que os sirva y, si es posible, os divierta, que falta hace. Un saludo.

«La tarea de educar es tan difícil de definir como de ejercer. Eso sí, es para toda la vida. El juez reflexiona con cierto humor sobre este particular hasta llegar a las normas impuestas por el legislador que obliga a compartir la responsabilidad de la educación y el castigo entre los padres y los jueces.
(Carlos Morán) –¿Qué es educar?
(Emilio Calatayud) –¡Qué sé yo! Pero se podría resumir así: niños pequeños, problemas pequeños; niños grandes, problemas grandes; niños más grandes, problemas más grandes. Y así sucesivamente. Es decir, que te quitas de problemas cuando te mueres. En eso consiste la responsabilidad de ser padres. Ya digo, en realidad hoy en día, tener un hijo es un problema.
(Carlos Morán) –Hombre, no será para tanto…
(Emilio Calatayud)–Vamos a ver, ya he dicho que no tengo muy claro qué es educar, pero lo que sí sé es que la educación empieza desde el mismo momento en que llega la criatura al mundo. Desde que nacen, los niños están constantemente sometiendo a pruebas a sus padres. Y son pruebas de poder. Aunque los veamos tan pequeños, lo que ellos tienen en sus cabecitas es: ‘A ver si te puedo’. Cuando un bebé llora para que lo saques de la cuna y lo metas en tu cama, ya te está probando. Y como empieces a ceder ahí, mal vas. Hay que aprender a decir que ‘no’ desde el principio. Es necesario acostumbrar a los niños al ‘no’, a la frustración, a la firmeza. Si no, se aprovechan. Porque saben que los padres siempre están pendientes de ellos. Como decía antes, educar también es un ‘no vivir’. Cualquiera que tenga hijos, y más si es primerizo, sabe de lo que hablo. Primero te preocupas de si se engancha al pecho o no: ‘Que si me coge, que si no me coge’. Todo el día con la duda. Y por la noche, más dudas: ¿Respirará o no respirará? ¿Por qué llorará o por qué no llorará? No vives. Y cuando empieza a andar, más problemas: que si lo atamos con ‘correíllas’, que si no. Luego, la guardería: todos los mocos se los lleva tu crío y está siempre malo. Cada dos por tres, un viaje a urgencias: Urbasón, Apiretal, Dalsy… y vuelta a empezar.
(Carlos Morán)–Pues sí que era para tanto, sí…
(Emilio Calatayud)–Bueno, y solo es el principio. Cuando el niño cumple seis o siete años lo normal es que algún día te llegue a casa descalabrado o con la piernecilla rota. Y luego cumple catorce y comienza a darte la lata con la moto: que si cómprame la moto, que si todos tienen moto… Y tu cedes. Y, claro, nuevos problemas: ¿Llevará casco o no llevará? Y a los 18: ya no quiero la moto, ahora quiero el coche. Dame para sacarme el carné… Y tú: ¿Le doy para el carné o no le doy?; ¿le dejo el coche o no le dejo el coche?; ¿con quién irá?; ¿dónde andará?; ¿cómo vendrá?’. Después, que si la novia o el novio, que si se casa o no se casa, que si será feliz o no, que si se divorciará o no, que si el trabajo, que si los nietos, y otra vez a empezar… Ya digo, descansas cuando te mueres. Igual es complicado explicar qué es exactamente educar, pero lo que está claro es que es para toda la vida. Y quizá esa sea la mejor definición. El proceso educativo dura toda la vida. Si tienes hijos, siempre estás educando. Por eso valoras más a tus padres cuando eres padre. Mi padre me estuvo educando hasta el día que se murió. Por eso, porque educar es algo tan complejo como la vida misma, yo siempre digo que no puedo dar pautas ni consejos. No sé todavía si soy un buen padre. Es pronto para saberlo. Pero a los hijos nunca te los quitas de encima. Afortunadamente, claro. Porque también hay muchas alegrías.
(Carlos Morán) –¿Y ayudan el Estado y las leyes a esa ingente tarea que es educar a los hijos?
(Emilio Calatayud) –Pues eso ya no está tan claro. Por un lado, el legislador responsabiliza a los padres de los actos de sus hijos, y me parece bien, pero por otro nos quita autoridad.
(Carlos Morán)–¿Cómo es eso?
(Emilio Calatayud) –Por ejemplo, un padre tiene que responder económicamente si su hijo menor de edad comete alguna fechoría, pero luego, ese mismo padre no tiene la posibilidad de corregir razonable y moderadamente al chaval, que es lo que decía el Código Civil antes de ser modificado. Por eso digo que el legislador nos exige a los padres una gran responsabilidad, pero a la vez nos desautoriza. Y cuando el Código Civil hablaba de corregir razonable y moderadamente a los hijos no se refería al cachete. No estamos hablando de maltrato ni nada por el estilo, eso tiene que quedar muy claro. Lo que quiero decir es que sería bueno que el Estado nos devolviera a los padres esa posibilidad de corregir a nuestros hijos. Siempre pongo el mismo ejemplo: cuando un niño va a meter los dedos en un enchufe, podemos darle un manotazo para que no lo haga o tratar de razonar con él para que no se nos traumatice. Pero esta segunda posibilidad tiene un problema bastante grande: mientras intentas hablar con él para que se aparte del dichoso enchufe, lo más probable es que el chiquillo se te electrocute. Otro ejemplo: si un niño tira los ceniceros, puedes hacer dos cosas: corregirle para que no lo haga más o quitar los ceniceros de la mesa. Creo que es evidente que lo equivocado en este caso sería quitar los ceniceros. Eso no es educar».

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