Turno de palabra

No hay nada más potencialmente peligroso en un acto cultural, político o social que abrir el turno de palabra para que el público pueda preguntar. Que así dicho puede sonar a elitista y antidemocrático, pero es que hay cada caso…

Hace unos días, la Cátedra Manuel de Falla de la UGR trajo a Granada al pianista gaditano Chano Domínguez para que, además de tocar su música, contara al público algunas de sus técnicas. Un profesor presentó el acto de forma tan respetuosa como humorística, señalando que, dada la enorme cantidad de público presente, si había alguien que no tuviera más remedio que preguntar algo a Chano, so pena de implosionar si se lo guardaba dentro, podía hacerlo.

 

Sale Chano a escena, saluda al respetable, desgrana una primera canción que combina magistralmente jazz y flamenco y, al terminar su brillante ejecución, explica cómo conduce una composición de Thelonious Monk al terreno de la bulería.

Entonces, llegó el temido momento: “¿Alguna pregunta?”. Y sí. Un señor del público dijo tener una. Pero resultó que no tenía una pregunta. Lo que tenía era una opinión. En concreto, sobre la situación actual del flamenco en Granada. O algo así creí entender.

 

Al pobre Chano, tras un par de comentarios desagradablemente cortados por el individuo en cuestión y viendo que éste solo buscaba abrir un debate a todas luces improcedente, no le quedó más remedio que zanjar el asunto por las bravas y decir que vale, que muy bien, pero que él iba a tocar la siguiente canción. ¡Y menos mal que lo hizo! Si no, a estas horas todavía estaríamos en la antigua Facultad de Medicina, escuchando la disertación del respetable señor del respetable público.

 

En serio. ¿Qué le pasa a esa gente? Yo pensaba que, desde que tenemos Twitter y Facebook -además de la barra del bar- nuestra ansia viva de opinar sobre todo y sobre cualquier cosa, en todo momento y todo lugar; se debería haber calmado. A la vista está que no es así.

Situaciones como ésta explican que, en cada vez más foros, se esté suprimiendo la costumbre de permitir preguntas del público. O que se obligue a hacerlas por escrito, a través de tarjetas. Una pena que el abuso de unos pocos prive a la mayoría de algo tan placentero como que un maestro te resuelva una duda, saciando tu curiosidad.

 

Jesús Lens