Comunicación: cambio de paradigma

Esta tarde estaré, en Sevilla, con un grupo de estudiantes que cursan un Master de Gestión Estratégica en la Facultad de Comunicación de la Universidad Hispalense. No hará ni diez meses que estuve con el grupo del año pasado, en ese mismo Master. Y, repasando y actualizando las cinco horas de sesión, estoy alucinando con cómo y de qué manera han cambiado las cosas. Y no necesariamente para mejor.

Porque el año pasado por estas fechas, el Brexit era algo hipotético y lejano, Trump era un mal chiste y no había comenzado la (con)fusión hospitalaria en Granada. Por ejemplo. La palabra Posverdad no existía en nuestro lenguaje cotidiano, Theresa May ni siquiera pensaba en los términos de la petición de divorcio de la UE y Pablo Iglesias y Errejón todavía quedaban para ver “Juego de tronos”.

 

Y la comunicación tiene mucho que ver en todo lo que ha ocurrido en unos meses vertiginosos. Por ejemplo, yo me he enganchado a los programas de Bill Maher y John Oliver en HBO, semanarios de humor que repasan la actualidad política norteamericana y la diseccionan mucho mejor que los más sesudos análisis de los Think Tank internacionales.

 

¿Podemos hablar de Comunicación, hoy, sin dedicar tiempo y espacio a la revolución del doctor Jesús Candel y a su capacidad de movilización ciudadana a través de las redes sociales, bastándole un móvil y un palo selfie transmitiendo a través de Facebook para poner en jaque a la Consejería de Salud de la Junta, provocar dimisiones y comprometer a la mismísima Susana Díaz?

¿Y qué me dicen de la compulsión tuitera de Trump y de la importancia de los fakes, las noticias falsas, en la salida de Gran Bretaña de la UE y en la derrota de Hillary en Estados Unidos?

 

En un puñado de meses, todos los paradigmas han cambiado. Y lo han hecho a velocidad de vértigo. Pistas, había. Y datos que lo hacían presagiar, también. Pero la constatación factual de que nada es como solía ser en el mundo de la comunicación, resulta abrumadora.

Por eso, es más importante que nunca atender a los hechos y ser lo más rigurosos posible a la hora de emitir y compartir información. Ya no es una responsabilidad, únicamente, de los medios de comunicación. Ahora es una responsabilidad ciudadana sobre la que resulta necesaria una profunda reflexión.

 

Jesús Lens

Trump será un bluff

Ya falta poco. Apenas unos días para que Trump se convierta en Presidente de los Estados Unidos… y empiece a decepcionarnos. Y lo hará desde el primer momento. Porque es imposible que esté a la altura del personaje que él mismo ha creado a lo largo de estos meses. Y de ello hablo hoy, en IDEAL.

En su ya famosa rueda de prensa de hace unos días, Trump tocó techo. A partir de ahí, solo le queda ir hacia abajo: no creo que ni en su esperadísimo discurso de toma de posesión, tras su juramento en el Capitolio, se atreva a estar tan bronco, áspero, provocador y maleducado.

Y, a partir del 20 de enero, insisto, empezarán los bluffs. Porque, seamos sinceros, lo que esperamos de Trump, en el fondo, es comprobar si tiene redaños para cumplir con todas las barbaridades que ha ido prometiendo a lo largo de estos meses. Es lo que nos pide el cuerpo. ¡Caña, caña, caña!

Una vez derrotada Hillary, no hay marcha atrás, desde un punto de vista emocional. Una vez consumado lo imposible y admitido que The Golden Man is Mr. Presidente himself, solo esperamos pasos de gigante y quemar etapas, avanzando a toda marcha hacia un futuro claramente incierto. Pero… Show must go on!

Si Trump cumple con la mitad de las cosas que ha dicho que va a hacer durante su mandato, además de abocar a los EE.UU. a un contencioso armado con China, de la mano de Rusia; provocará un terremoto económico y social en todo el mundo, merced a su política proteccionista. El primer país en sufrirlo será México, con el agravante de la cuestión del muro, pero no tardarán en seguirle buena parte de los países latinoamericanos y asiáticos cuyas economías han crecido gracias a la globalización.

A la vista de todo ello, países como Alemania y Francia no dudarán en elegir a candidatos populistas que prometan una rapidísima creación de empleo, severo control de la inmigración y, sobre todo, seguridad dentro de sus fronteras. Y en Pitres, puerto de mar, puestos a prometer.

Puedo prometer y prometo…

Todo ello, junto a la rápida y contundente resolución de conflictos como el de Siria, Palestina o Afganistán, nos situará al borde de la III Guerra Mundial. Esperemos, pues, que Trump empiece a ser un bluff, soso, aburrido y decepcionante, desde su primer día de mandato. Si no, avíaos vamos.

Jesús Lens