Americanah

Leí de este libro en un suplemento literario. “Americanah”. Me llamó la atención la portada, en la que se incluía la siguiente frase: “Una novela sobre el amor, la raza… y el pelo afro”.

 Americanah

Recuerdo que aquellos días se había desencadenado una cierta polémica por culpa del pelo de Michelle Obama, continua y “preciosamente” alisado. Hubo un momento en que alguien dijo que si Michelle hubiera llevado el pelo a lo afro, su marido jamás hubiera podido ser presidente de los Estados Unidos.

 Micheller Obama

Y me llamó la atención, más aún, el nombre de la autora de la novela. Chimamanda Ngozi Adichie. Nigeriana. Recordaba ese nombre, por otra parte, difícil de olvidar. Y recordaba la lectura de su anterior novela, extraordinaria: “Medio sol amarillo”. Una lectura que hice durante un viaje al Mali, un enero de hace muchos años. Un viaje en el que fui al mítico Festival au Desert de Essekane, cerca de Tombuctú.

Nacida en Nigeria, en 1977, Chimamanda se crió en los ambientes universitarios de Lagos hasta que, con 19 años, se marchó a Estados Unidos a ampliar sus estudios de Comunicación y Ciencias Políticas.

Por eso, todo lo que cuenta en “Americanah”, suena tan radicalmente real. Porque narra el viaje de ida y vuelta entre Nigeria y Estados Unidos que hace la protagonista de la historia, Ifemelu, a la que conoceremos en una peluquería, arreglándose el peinado antes de regresar a su tierra.

¿Qué se le ha perdido a Ifemelu en Nigeria, cuando vive tan bien en Estados Unidos, donde su blog es tan apreciado como seguido, además de permitirle ganarse la vida con desahogo?

 Americanah contraportada

A lo largo de continuos saltos en el tiempo, conoceremos la historia de Ifemelu en su país natal, su salida de Nigeria rumbo a Brooklyn, donde vive su tía; y su adaptación a la sociedad americana. Sus dificultades. Sus relaciones. Sus miedos. Sus placeres. Y también tendremos ocasión de conocer a Obinze, joven ambicioso y amante de Ifemelu, a la que tratará de seguir en su viaje a El Dorado.

Pero la vida es complicada y la consecución de visados, más aún. Y no digamos ya el amor a distancia. Sobre todo cuando las 600 páginas de “Americanah” abarcan 30 años en las vidas de sus protagonistas. Que se dice pronto.

Sé que, en este punto, los pocos que estéis leyendo esta reseña, habéis decidido no leer “Americanah”. ¡600 páginas escritas por una joven autora nigeriana! ¿Estamos locos?

Puede. Pero harías bien en sucumbir a la insania y sumergirte en una novela fascinante, publicada por Random House en España. Una novela, además, excepcionalmente construida, en la que no sobra ni falta absolutamente nada. Una novela muy potente, con personajes de carne y hueso, con sus debilidades y contradicciones a cuestas. Una novela que se fija en los detalles. Porque los detalles cuentan, muchas veces, más que las grandes proclamas.

Una novela que nos habla de una Nigeria que trata de dar el salto a la modernidad y que, sin embargo, ahora mismo está sometida a la dictadura del terror de Boko Haram, en algunas de sus provincias.

 Boko Haram

Paradojas de la vida, aquel Malí en el que leí por primera vez a Chimamanda, también fue presa de la locura islamista radical durante unos meses, cuando Tombuctú fue conquistada por las milicias de Ansar Dine, que aprovecharon su gobierno del terror para imponer la sharia como ley a la población, prohibir la música y destruir importantes monumentos religiosos de la región, por considerarlos heréticos.

Escribo esta reseña meses después de haber leído la novela. Llevo retraso entre lo que leo y lo que reseño. Hoy, en Francia, hay una manifestación convocada en contra del terrorismo islamista que mató a cerca de 20 personas en París. Más de millón y medio de personas se han concentrado en las calles de París.

Para conocer a los otros, es necesario, además de leer reportajes y noticias, leer novelas. Los otros, por ejemplo, están en Nigeria. Y en Estados Unidos. Y son negros. Y el pelo, su peinado, les condiciona. Y condiciona la opinión que nos hacemos de ellos. Incluso a 10.000 kilómetros de distancia.

Lean. Lean a autoras como Chimamanda Ngozi Adichie. Verán como las distancias se acortan. Y el mundo se engrandece.

Jesús Lens

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Navidades en guerra

Mi primera columna del año, en IDEAL, nos recuerda que hay otras realidades por ahí fuera bastante tristes y demoledoras. Por desgracia.

Antes, cuando viajaba en Navidad, solía elegir destinos del Oriente Medio, buscando perderme por esos mundos islámicos que tan extraños, desconocidos y desconcertantes nos resultan; transitando por Siria, Líbano, Yemen, el Malí o Egipto.

Leo la prensa de estos días y veo con preocupación que el Líbano puede ser el próximo país en precipitarse por la senda del horror de la guerra. Los demás de mi particular lista navideña, por desgracia, ya están bien bañados en sangre.

 Oriente Medio hezbola

Lo de Siria, en concreto, es tan brutal como representativo del caos geopolítico en que vivimos. Hubo un momento en que la intervención internacional parecía tan inminente como imprescindible. ¿Se acuerda el lector? Al Assad era una bestia sin entrañas que había gaseado a sus conciudadanos y eso que se ha dado en llamar la Comunidad Internacional iba a tomar cartas en el asunto. El uso de armas químicas era inadmisible y Obama se había puesto serio.

Por arte de birlibirloque, los emisarios de Al Assad consiguieron convencer a quienes manejan el cotarro de que tampoco había sido para tanto y de que, en cualquier caso, nunca mais. Así que… aquí paz y después gloria. En Siria, sin embargo, guerra, muerte y destrucción. Pero fuera de foco.

 Oriente Medio siria

Y es que los analistas se dieron cuenta de que los rebeldes que luchaban contra Al Assad estaban alimentados, nutridos e incluso dirigidos por los islamistas integristas de Al Qaeda. Y, mentada la bicha, se acabó la justicia internacional, la defensa de los derechos humanos y la firmeza contra el régimen sátrapa sirio; lo que ha conllevado la desestabilización de un Líbano en el que Hezbolá sigue desempeñando un importante papel… a la espera de saber qué deriva tomará el Irán del nuevo presidente Hasán Rouhaní.

Mientras, las únicas noticias que nos llegan de Egipto son las que hablan de Jornadas de la Ira, violencia en las calles, represión y muerte. Por su parte, Yemen no existe, informativamente hablando. Excepto cuando algún atentado terrorista provoca cincuenta o más muertos, el medievalismo en que sigue apresado uno de los países más hermosos, enigmáticos y subyugantes de Oriente lo aleja de los focos y la atención mediática.

 Oriente Medio

Y, aunque parece que el Malí ha ido recuperando una cierta normalidad tras la derrota-retirada del MNLA, que llegó a dividir el país en dos e impuso la sharia como ordenamiento jurídico en todo el norte del país; el comienzo del 2014 tampoco verá la celebración del mítico Festival del Desierto, a orillas de Tombuctú, dado que era imposible garantizar una mínima seguridad.

El 2014 acaba de amanecer en un mundo caótico que se desangra por incontables heridas. Nosotros tenemos suerte. Aunque vaya por barrios. Y nuestro primer propósito de Año Nuevo debería ser, en la medida de lo posible, tratar de no joderla.

Jesús Lens

SOS Tombuctú

Hoy, en el fantástico Suplemento V de los periódicos de Vocento, como IDEAL, publicamos este reportaje sobre una tragedia que… bueno, que a continuación contamos.

Durante el primer cuarto del siglo XIX se desató entre los más avezados exploradores europeos la carrera por ser el primero en llegar a Tombuctú, la mítica estación caravanera del corazón de África… y volver para contarlo. Tombuctú, una de las ciudades santas del Islam, estaba vetada para los no musulmanes y viajeros infatigables, como el escocés Laing, terminarían pagando con su vida la osadía de entrar en sus calles. En 1827, el francés René Caillé, disfrazado como los nativos y simulando ser un religioso practicante, conseguiría pasar dos semanas en la conocida como Ciudad de los 333 santos y regresar a Europa para contar su viaje, en forma de diario.

La historia, siempre empeñada en repetirse, hace que dos siglos después, Tombuctú haya vuelto a convertirse en una ciudad cerrada, de facto, a los no musulmanes. El 1 de abril de este año, la ciudad cayó en poder del Movimiento Nacional de Liberación del Azawad, un grupo insurgente formado por tuaregs e islamistas radicales que ha aplicado en la región la sharia, la estricta ley islámica, como ordenamiento jurídico, tras proclamar la secesión del Malí de lo que han llamado el Estado Islámico de Azawad.

Tombuctú, ciudad fundada en el siglo XI, se enriqueció gracias al comercio de la sal y llegó a convertirse en una de las capitales culturales del mundo musulmán, atrayendo a poetas, pensadores, científicos y arquitectos de reconocido prestigio, como el granadino Es Saheli que, nacido en 1290, conoció en La Meca al rey del Malí y le acompañó de vuelta a su ciudad, en la que residiría hasta su muerte, en 1346. Es Saheli, a través de su trabajo con barro y troncos de madera, dio origen al famoso estilo arquitectónico sudanés con que están construidos buena parte de los grandes monumentos del África subsahariana. Así, fruto de su importancia histórica, cultural y religiosa, Tombuctú fue declarada por la UNESCO como ciudad Patrimonio de la Humanidad.

En Tombuctú se encuentra, por ejemplo, una biblioteca financiada por la Junta de Andalucía que alberga miles de libros, documentos y manuscritos recopilados a lo largo de los años por la familia de Ali ben Ziyad, un musulmán expulsado de Toledo en 1468 que, en su exilio, arrastró consigo ese importantísimo caudal bibliográfico. Tras cruzar el Estrecho, Marruecos y el Sáhara, ben Ziyad y los andalusíes que le acompañaban se establecieron en la ribera del Níger, manteniendo e incrementando una colección de textos que terminaría por dispersarse en el siglo XIX. Habiéndose dado por perdida, uno de los descendientes de aquellos andalusíes, Ismael Diadié, consiguió volver a recopilar buena parte de unos textos en los que se cuenta la intrahistoria de la región, del comercio y las caravanas; crónicas de viajes, documentos religiosos y otros muchos de carácter fantástico y fabuloso que narran leyendas, cuentos y relatos; no en vano, un célebre proverbio maliense reza que “El oro viene del sur, la sal del norte y el dinero del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentran en Tombuctú”.

Precisamente por su importancia religiosa, cultural e intelectual, Tombuctú se convirtió en una de las ciudades de peregrinación más reconocidas del mundo musulmán y en ella recalaron numerosos sabios y estudiosos cuyas tumbas y mausoleos, en su calidad de hombres santos, eran honradas por sus seguidores y descendientes, que conformaban importantes y fervorosas cofradías. Hasta ahora. Hasta que el integrismo musulmán más ciego y reduccionista ha decidido que rezar a un santón, para que conceda una gracia al oferente, va contra la voluntad de Alá.

Estos días, el mundo asiste, impotente, a la sistemática destrucción de tumbas, monumentos y mausoleos por parte de la acción combinada de los tuaregs y los islamistas radicales en la ciudad de Tombuctú, en lo que Diallo Fadima, ministra de cultura del Malí, ha calificado como un crimen de guerra. Igualmente resulta paradigmático que los tuaregs estén colaborando con los islamistas radicales en la imposición de una sharia que prohíbe la música en una región en la que se viene celebrando desde 2001 el famoso Festival au Désert, una cita musical y cultural que atraía viajeros de todo el mundo y que servía para dar a conocer no solo la música tradicional tuareg, sino también buena parte de su cultura nómada y ancestral. En la edición de 2012 del Festival au Désert participó el mismísimo Bono, el líder de U2. Y la web del Festival anuncia la celebración de la próxima edición para los días 10,11 y 12 de enero de 2013.

¿Será posible, dentro de seis meses, volver a escuchar el desgarrado lamento de las guitarras que hacen sonar el blues africano y disfrutar con las carreras de camellos sobre las blancas arenas del desierto del Sáhara o la intransigencia integrista habrá triunfado y un nuevo periodo de oscuridad, cerrazón y bloqueo se cernirá sobre Tombuctú, volviendo a dejarla aislada y sola en mitad del desierto?

Los gobiernos de muchos países, incluido el español, han condenado enérgicamente los ataques al patrimonio histórico, artístico y cultural de Tombuctú, pero la destrucción continúa y las imágenes de los monumentos echados abajo, piedra a piedra, se clavan en nuestra retina y nuestra conciencia como aguijones envenenados y ponzoñosos.

Jesús Lens.

Viajero y escritor.

DESDE MARRUECOS SUR

Aquí, con esta foto, comenzó todo, hace ahora diez años. La fascinación por el Sur. Estábamos en Marruecos, habíamos estado haciendo montaña por el Atlas, escalando el Toubkal, y después nos relajamos visitando Ouazarzate, Ait Benaudum, las dunas de Merzouga y el lugar donde se encuentra este cartel: Zagora.

África, por aquel entonces, nada me decía. Sin embargo, viajando por el Sur de Marruecos, viendo a las personas, sus vestidos, su tez… me quedé hechizado. Y, por alguna razón, este cartel se me quedó grabado en la memoria. Al año siguiente viajé a Malí. Aún tardaría unos años más en descubrir Tombuctú. Pero, como decía, aquí comenzó todo. En Marrakech. En la plaza Jema El Fna. En el zoco. En las intrincadas callejuelas de la medina, con la llamada a la oración de los muecines, en las puertas del desierto, subiendo y bajando las dunas del Sáhara, viendo amanecer sobre la fría arena del inmenso desierto…

Y diez años después, hemos vuelto. Con la mejor gente del mundo para hacer un viaje: La peña de Agüimes, y alrededores con quiénes fuimos a Senegal; Pepe, Panchi y Álvaro y, ahora sí, MJ. Y, claro, lo estamos pasando en grande.

Un abrazo a todos.

Jesús Lens, de vuelta al principio.