El lado bueno de las cosas

Si yo hubiera cumplido con mi propósito de leer, la pasada Navidad, “Sexo, mentiras y Hollywood”, de P. Biskind; ahora mismo estaría en muchas mejores condiciones de hablar de la multitud de candidaturas al Óscar de una película, “El lado bueno de las cosas”, que, siendo resultona, no tenía las hechuras necesarias como para triunfar de la manera que lo ha hecho.

El lado bueno de las cosas

¿Mejor película del año? ¡Por favor! Dentro de unos meses, cuando la pasen a mediodía por algún canal de televisión, nadie se acordará de que había sido nominada a más de diez Óscar, incluyendo los de mayor categoría. Ni dará crédito a que se haya hecho con los Spirit Awards que premian lo mejor del cine independiente.

Salvo que reparen en un nombre. En dos, mejor dicho: Bob y Harvey Weinstein.

Hace poco veía un documental sobre la historia de estos dos sujetos, posiblemente, junto a los artífices de Pixar, los más influyentes en el cine mundial en lo que va de siglo XXI. Uno de esos documentales “no autorizados” en el que Biskind(*) se despachaba a gusto.

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Estos dos sujetos han cambiado, total y absolutamente, las reglas del juego de Hollywood. Para bien o para mal. Yo creo, sinceramente, que para bien. Pero ya hablaremos de este tema más adelante.

Volvamos a “El lado bueno de las cosas”, una comedia agridulce protagonizada por un hombre al que nos encontramos saliendo de una institución mental, en la que ha pasado ocho meses por agredir al amante de su mujer. El tipo en cuestión, interpretado brillantemente por el cada vez más solvente, apreciado y deseado Bradley Cooper, vuelve a casa de sus padres, interpretados por Jacki Weaver y por un Robert de Niro que, a pesar de su repertorio habitual de muecas y gestos más o menos cómicos, está mucho mejor que en la mayoría de sus últimos trabajos.

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Y entonces aparece ella. Tiffany, interpretada por la Jennifer Lawrence que, al subir a recoger su Óscar como mejor actriz… se pegó un morrocotudo golpazo. Tiffany es… ¡todo un carácter!

Y, a partir de ahí, el guion y la dirección de David O. Russell conducen al espectador por un camino conocido y transitado, sin grandes sorpresas ni sobresaltos; amable, divertido, ácido y sarcástico. Con su punto de crueldad, sus dosis de ternura y salpimentado de unas lagrimillas de afecto y cariño.

El lado bueno de las cosas

¡Pues claro que me ha gustado “El lado bueno de las cosas”! Es una buena película. El guion está muy bien construido, los personajes bien trazados y algunos secundarios son un lujo. Hay momentos, como la confesión entre De Niro y Cooper, realmente emocionantes. Y el final, claro.

¡Pues claro que sale uno sonriendo del cine! ¡Pues claro que es una inyección de positivismo y vitalidad, no excesivamente azucarada ni almibarada!

Pues claro que sí.

Pero, ¿será una película memorable? ¿La volverás a ver? ¿Voluntariamente? Porque esa debería ser la cuestión.

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En Twitter @Jesus_Lens

(*) Este autor escribió uno de los libros fundacionales del nuevo cine, que pudo ser, pero no terminó de serlo: “Moteros tranquilos, toros salvajes”. Imprescindible.