La senda trazada

Vaya por delante una confesión que tampoco sorprenderá a nadie: los libros con libro, me arrebatan.

Es lógico, ¿verdad?

El caso es que una novela en la que aparezca un libro misterioso, perdido, extraño o desconocido y que forme parte importante de la trama, ya tiene mucho camino ganado para conquistarme.

Este año, entre las adquisiciones de la ya lejana Semana Negra 2012, figuraba “La senda trazada”, de Pedro de Paz, un autor que además es músico.

“El camino es largo y duro, compañero –musitó-, por más que, al final del trayecto, todos acabemos en el mismo lugar. Todos tenemos la senda trazada y te aseguro que no nos queda más remedio que seguir sus pasos, nos guste o no”.

La senda trazada

Me encantó esta frase, de uno de los primeros capítulos de “La senda trazada”, cuando Alfonso Heredia, un fotógrafo de prensa en horas bajas, acababa de adquirir un extraño libro, antiguo, manuscrito con caracteres góticos en una librería de viejo del Madrid de toda la vida.

Y si quieres seguir leyendo, tendrás que darte un garbeo por nuestra página hermana, que la Banda del 38 tiene mucho que contar…

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El escondite de Grisha

Desde que la Semana Negra creó el premio Celsius a la mejor novela de fantasía y ciencia ficción, en 2008, el autor pamplonica Ismael Martínez Biurrun lo ha ganado ya en dos ocasiones con sus novelas “Rojo alma, negro sombra” y “Mujer abrazada a un cuervo”.

Reconozco que, aun habiendo tenido ocasión de charlar con Ismael en pasadas ediciones de Semana Negra y pareciéndome un tipo cabal y con un discurso más que interesante, no había leído nada suyo.

Hasta ahora.

Hasta que me tocó ser jurado de la edición 2012 del referido premio, en el marco de la vigésimo quinta Semana Negra.

Me hizo ilusión cambiar de registro, después de haber sido jurado de otros premios de SN, como el Silverio Cañada (aquella “Celda 211”, ¡hasta dónde acabó llegando!) o el mismísimo Hammett.

Un premio que me ha dado la oportunidad de leer a Juan Ramón Biedma y su “Antirresurrección”, la “Diástole” de Emilio Bueso y “2022 La guerra del gallo” de Juan Guinot, cuyas reseñas tenéis disponibles en los enlaces correspondientes)

Y, por supuesto, “El escondite de Grisha”, que paradójicamente tiene algunas conexiones temáticas con la novela de Bueso, más allá de compartir la edición con la inquieta y astuta Salto de Página.

¿Por qué se esconde Grisha, un niño, en una biblioteca madrileña y tiene arrebatos de escritura automática… en idioma ucraniano? ¿Por qué Olmo, el nuevo y desgarbado bibliotecario se acerca a él, aun a sabiendas de que su vida volverá a verse transformada y trastornada, justo cuando creía haber encontrado una cierta paz en su existencia?

La novela tiene dos partes diferenciadas, pero igualmente atractivas. La primera transcurre en Madrid y cuenta la relación entre los personajes principales y de éstos con algunos de los secundarios de la historia. Después, se convierte en una narración de viajes, cuando Olmo y Grisha emprenden su periplo por Ucrania, a la vez huyendo de España y en busca de la verdad.

Una verdad que, como todas las verdades, será explosiva. Y demoledora. Y conllevará efectos secundarios.

Es complicado hablar de esta novela sin desvelar partes de su trama que arruinen la lectura. Por ello, solo insistiremos en que es un pedazo de novela de esas que se devoran, de las que imantan y cuyos personajes se convierten en parte de tu acervo literario, por siempre jamás.

La historia de Grisha, trágica, hermosa y emocionante, no dejará indiferente a un lector que se sentirá conmovido y sobrecogido en algunos de los pasajes de la novela.

Porque hay medallas que imprimen carácter, héroes que no pudieron contarlo y liquidaciones que marcan una vida.

Jesús ucraniano Lens