Ve y pon un centinela

14Hasta el título suena raro. No me digan que no. “Ve y pon un centinela”. No sé. Me da la sensación de que es uno de esos títulos provisionales que se inventa uno cuando empieza a escribir y no sabe qué título poner.

“Ve y pon un centinela”.

ve y pon un centinela

Ya han pasado el ruido y la furia mediáticos que precedieron y acompañaron al gran lanzamiento literario del verano, que también supuso el desembarco en España del sello HarperCollins.

Todo el mundo lo sabe. “Ve y pon un centinela” es la ¿nueva? novela de Harper Lee, la octogenaria y mítica autora de “Matar a un ruiseñor” y a la que, con esta operación de mercadotecnia ¿literaria?, sacan de esa extraña y sugerente lista de Autores Con Un Solo Libro Publicado.

Yo leí ESTA edición y nunca la olvidaré
Yo leí ESTA edición y nunca la olvidaré

Leída con el sosiego que confería el aire acondicionado a las abrasadoras noches de este ígneo verano, la novela me dejó un regusto agridulce. Sobre todo porque, como ya se ha repetido hasta la saciedad, el que peor parado sale de la misma es Atticus Finch, uno de esos personajes homéricos que todos guardábamos en nuestra memoria, literaria y/o cinéfila.

Cuesta trabajo escribir sobre la novela haciendo oídos sordos a la polémica que suscitó su lanzamiento. Igual que fue imposible leerla sin tener presente todo lo paraliterario que rodeó su “hallazgo” y publicación.

Digámoslo claro: ¿Es “Ve y pon un centinela” una novela como tal? Si hacemos caso a su intrahistoria, sí. Se supone que es la primera novela que escribió Harper Lee y que fue rechazada por varias editoriales. Un buen consejero le recomendó volver sobre los mismos personajes, pero desde la óptica de una Scout niña. Y, entonces, Lee escribió “Matar a un ruiseñor”. Otra novela. Diferente. Mientras que la primera quedó en un cajón. Durante décadas. Hasta que fue “descubierta”… por alguien diferente a Harper Lee.

ve y pon un centinela Harper Lee

Lo que no sabemos es si, tras la publicación de “Matar a un ruiseñor” y su rotundo éxito, Lee hubiera querido que esta primera novela viera la luz. Teniendo en cuenta que jamás la publicó, deberíamos deducir que no. Porque los personajes, tanto Scout como Finch, son muy diferentes.

Ella ya no es una niña. Es una joven veinteañera que vuelve a Alabama, desde la Nueva York en la que vive y trabaja, a pasar las vacaciones. Y Atticus, por supuesto, ya es un venerable anciano, con sus achaques a cuestas. Pero, sobre todo, el gran problema es que Atticus frecuenta unas compañías impensables para el Gran Héroe Americano, para el Paladín de la Democracia. Para el Defensor de los Negros en la muy racista Alabama.

Matar a un ruiseñor

De pronto, Atticus es humano. Porque tiene contradicciones. Y Scout no lo asume. ¿O sí? Porque esa es la otra gran cuestión que plantea la novela.

Una novela en la que los diálogos son lo mejor. Y los personajes. Como los hermanos de Atticus. Una novela en la que, sin embargo, no pasa nada. Es decir, pasan cosas, pero nada comparable a la defensa de un afroamericano (negro) acusado de violar a una mujer caucásica (blanca). Pasa que vuelve Scout. Y que describe lo que ve. Y nos gusta. Pasa que Scout se reencuentra con familiares y amigas. Y hablan. Y nos gustan sus conversaciones, latiguillos y pullas. Pasa que Scout también se reencuentra con un pseudonovio. Y que salen por ahí. Y toda esa parte, a mí, me aburre. Mucho.

Y pasa lo de las malas y perniciosas juntas de Atticus.

Y ésa, que supuestamente es la parte mollar de la novela, ocupa aproximadamente un tercio de la misma. El final. Como si todo lo anterior fuera calentamiento.

Matar a un ruiseñor película

Y por eso “Ve y pon un centinela” me parece descompensada. Como novela, no me emociona. Me gustan los diálogos, la presentación de personajes, algunas descripciones… pero todas esas partes no sirven para construir el todo memorable y extraordinario que me habría encantado leer, a la vista de los ya referidos ruido y furia mediáticos que acompañaron al lanzamiento de un libro que, quizá, nunca debió ver la luz.

Quizá…

Jesús Lens

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Te quiero porque me das de comer

Reseña dedicada a Ricardo Bosque.

¡El puto amo!

 

Oiga. ¿Qué? Que vaya novela… ¿No le ha gustado? No. Me ha enganchado. Como la heroína. Me ha tenido imantado a la lectura desde las primeras palabras del primer capítulo: “El asesino en serie carece de empatía: el asesino en serie acostumbra a cosificar a sus víctimas: las concibe como objetos, nunca como personas: jamás se arrepiente de sus crímenes e incluso, cuando la policía lo detiene, confiesa haber cometido más crímenes de los que realmente cometió”. Pero, ¿gustarme? Yo creo que no.

 Te quiero porque me das de comer

¿Cómo va a gustarme una novela cuya lectura me hizo, a veces, apartar los ojos de sus páginas? Pues como pasa con las películas de terror. Ya, pero esto es un libro. Y los libros no deberían salpicar.

¿Ah, no?

Oiga. ¿Qué? Que lo mismo, si lo pienso bien, sí que me ha gustado. Igual que me gustan las patatas bravas, muy bravas. Esas bravas que pican al entrar, pero que pican más aún al salir. ¿Es posible?

Un médico. Reputado. Que vive en un barrio en constante deterioro: Carabanchel. Pero que aún tiene alma: “En muchas ocasiones se nota que el barrio de Carabanchel (antes de convertirse en lo que es) fue un pueblo: (los domingos) todavía a mucha gente la despierta el altavoz del colchonero lanero (que cambia tres viejos colchones de lana por uno de espuma o de Flex), la interminable o del chatarreroooooooo, el melódico chiflo del afilador y el órgano que pone música al más difícil todavía de la cabra”.

 Te quiero porque me das de comer Carabanchel

Un médico especial. Muy especial. Un médico cuya compleja personalidad comenzó a forjarse en las aulas de la Facultad. Como está mandado. Un médico excepcional, por otra parte. El médico que se disputarían los mejores hospitales del mundo entero. Pero que opera en Carabanchel, el barrio en el que también reside. Un barrio con tanta personalidad como el propio doctor. Solo que de otra manera. Porque Carabanchel ha sido tomado por hordas de yonquis que lo están haciendo cambiar. A marchas forzadas.

Oiga ahora usted, señor lector. Dígame. Que qué le parecen los personajes de “Te quiero porque me das de comer”. ¿A mí? No, a mi prima la de Burgos. Pues me han impresionado. ¿Cuáles, además del médico? Todos. Y cada uno. Al principio me costaba cogerle el aire a la lectura, con esa forma que tiene el autor, David Llorente, de contar sus historias. Pero luego me enganché. Habla usted como si el libro fuera droga, tanto enganche y adicción. Es que lo es. Droga dura. No sé si me convence esa descripción… Pues debería.

 Te quiero porque me das de comer autor

Por cierto. ¿Sí? ¿Qué le parece a usted si, a la hora de definir el libro, dijera que es como si Hannibal Lecter o Jack el Destripador vivieran y mataran en la España de El Vaquilla y El Torete? Pues que sería demasiado simplificar: en esa ecuación no entra, por ejemplo, Casimiro Balcells. Es cierto, pero es que es muy difícil tratar de meter a todos los personajes de una novela coral como “Te quiero porque me das de comer” en una definición. ¿Y quién le ha pedido que lo haga? No, si ya… si yo era por clarificar. Pues no se meta usted en nada. El que quiera y se atreva, que se enfrente a la lectura de la novela de forma desprejuiciada, libre y liberado de aprioris y etiquetas.

Pues sí. Ese sería el mejor de los consejos. Sumergirse en “Te quiero porque me das de comer”, de la editorial Alrevés, y dejarse atrapar en la tela de araña que David Llorente ha tejido e uno de los artefactos literarios más potentes de los últimos tiempos.

Razón: Jesús Lens

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Herejes

Como en la gloriosa, memorable y maravillosa La neblina del ayer, la acción de esta nueva novela de Padura acaece en tres planos espacio temporales distintos: la Cuba contemporánea, la Cuba de los años 30 del pasado siglo y… la Ámsterdam del siglo XVII en la que vivió un tal Rembrandt, de oficio, pintor.

¿Qué liga estos tres escenarios tan diferentes, alejados y hasta contradictorios entre sí?

 Herejes portada

Un cuadro.

Un lienzo.

Pintado por el maestro. Un cuadro que aparece, inopinadamente, en el catálogo de una subasta a celebrar en Londres. Y que un tipo llamado Elías Kaminsky, residente en Miami, reconoce como perteneciente a su familia.

Si quieres leer más sobre la reseña que he escrito de «Herejes», date un salto a nuestra página hermana, en Calibre 38.

 

Herejes, en Carchuna
Herejes, en Carchuna

¡Ya tardas!

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

Vivir de noche

¿Empezamos la semana hablando de la mejor literatura negra y criminal? Así arranca mi reseña de «Vivir de noche».

¿De qué se trata?

De la noche. Tiene sus propias reglas.

El día también.

Oh, ya lo sé. Pero no me gustan.

Hay novelas que, en cuanto empiezas a leerlas, las estás viendo. Literalmente. Vivir de noche, el último título publicado por Dennis Lehane en la enciclopédica y colosal Serie Negra de RBA, es una de ellas.

Vivir de noche

Los escritores, en las entrevistas, suelen negar la mayor, pero creo que es imposible que a un autor no le influya, a la hora de escribir, el hecho de saber que su novela será llevada al cine, con (casi) total seguridad. Por ejemplo, Vivir de noche, cuya versión fílmica ya está en marcha.

Ojo, a mí no me parece mal que el autor escriba pensando en ponérselo fácil al guionista y director de la adaptación cinematográfica… mientras me mantenga enganchado a las páginas del libro. Y Lehane, por supuesto, lo consigue. Le sobran oficio y talento para ello. Además, sus personajes son poderosos, las situaciones que plantean sus novelas resultan de lo más atractivas y la tensión narrativa que imprime a cada párrafo es extraordinaria.

 Vivir de noche Lehane

El resto lo puedes leer a través de este enlace, que te lleva a una de nuestras páginas hermanas: Calibre 38. ¡Qué no falte entre tus favoritas!

Jesús Lens

En Twitter: @Jesus_Lens

La noche 351

Este fin de semana lo dedicamos a los Premios Literarios Jaén de CajaGRANADA (Enlazamos la noticia de IDEAL Jaén sobre la entrega, ayer, de los premios y la Galería de Fotos de Francis J. Cano).


Comenzamos por la reseña del Premio de Poesía. Mañana reseñamos el Premio de Narrativa Juvenil. Y si, entretanto, escribimos algo… ¡pues también lo blogueamos, claro que sí!

Hay una secuencia entre lo poético, lo pesadillesco, lo onírico, lo evocador y lo terrible en la magistral película “Underground”, de Emir Kusturica: caen las bombas sobre la ciudad de Belgrado y quedan abiertas las jaulas de un zoológico. Un tigre escapa y vaga por las calles, vacías, humeantes, llenas de escombros.

La primera lectura, quizá demasiado rápida -pero imposible hacerlo de otra manera dado su brutal poder hipnótico- del poemario “La noche 351”, de Ángel Petisme, galardonado con el Premio Jaén de Poesía de CajaGRANADA, me hizo evocar secuencias como la descrita.

Y me trajo recuerdos de otras películas como “En territorio hostil” o “En el Valle de Elah”, por ejemplo.

¿Se puede hacer poesía con un AK47? ¿Se puede hacer poesía con balas, cascos, rapiña y destrucción?

Decir que “La noche 351” es un poemario que gustará a quiénes no estamos “acostumbrados” a leer poesía es injusto para los poetas y los amantes de la literatura en verso.

Pero puede ser una gran verdad.

Porque “La noche 351” contiene poemas, por supuesto, pero también citas y aforismos, pensamientos, narraciones y un íntimo diario de viajes escrito en prosa poética. Todo ello hace de “La noche 351” un libro total, que trasciende géneros y cuya única etiqueta es la de la calidad.

Un libro emocionante, de los que llegan al lector desde la primera cita, intensa, preclara, iluminadora, del rumano Mircea Eliade. Y que marca el camino a seguir con la segunda, de Mahmud Darwish: “La poesía nace en Iraq; sé iraquí, amigo, si quieres ser poeta”.

Es cierto. Pero no solo la poesía nació en Iraq. En las tierras de Mesopotamia, entre el Tigris y el Eúfrates, están los orígenes de la civilización, como hemos aprendido en los libros de historia. Y, desde hace años y años, esas tierras han sido sistemáticamente machacadas por guerras, conflictos y padecimientos sin fin, cuya culminación fue la invasión de las tropas norteamericanas para derrocar a Sadam Hussein.

¿Se puede hacer poesía con todo ello?

Sí. Ángel Petisme así lo demuestra. Se puede hacer poesía con los puestos de libros de la calle Mutanabbi, en uno de los más preciosos poemas del libro. Poesía puede ser el expolio del Museo Nacional, las lágrimas de una niña o la rabia de una madre. Y los sueños de libertad. Los anhelos de paz. La contradicción de la vuelta a casa. El tesoro que te espera. El descubrimiento del viaje.

Poesía es ir a recitar poemas a Bagdad en mitad de la guerra. Como hizo el autor de “La noche 351”, junto a otro grupo de felices insensatos que desafiaron la lógica y se plantaron en Iraq, armados únicamente con sus libros y sus palabras; sus sueños y sus sentimientos; sus metáforas y su capacidad de resistencia frente a la barbarie.

Quizá porque la poesía no sea lógica ni razonable y sí loca y desmesurada, como los buenos poetas.

Lean, lean “La noche 351”. Dos cosas puedo garantizar: que no te aburrirás y que no te dejará indiferente.

Eso sí: si te provoca insomnio, no me eches a mí la culpa.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

Los pasados 3 de diciembre, de los últimos 3 años, decíamos esto: 2008, 2009 y 2010.