Malditos tiempos interesantes

He comentado muchas veces que la ancestral sabiduría china tiene acuñada una célebre maldición: “Te deseo que vivas tiempos interesantes”. Y no sé ustedes, pero yo estoy de tiempos interesantes hasta los mismísimos.

Quiso la casualidad que ayer se estrenara el primer episodio de una serie que nos va a provocar tantas alegrías como sobresaltos: “La zona”, creada por los hermanos Jorge y Alberto Sánchez Cabezudo, a los que debemos la magistral adaptación a la pantalla de la novela “Crematorio”, de Chirbes.

El primer y espléndido primer episodio de la serie nos mete de lleno en la zona de exclusión, tal y como se conoce al área afectada por el accidente de una central nuclear en el norte de España, que se mantiene aislada y cerrada a la gente. El acceso a la zona está restringido, solo se puede entrar en condiciones muy especiales, aunque haya traficantes y trapicheadores varios que se salten las barreras y los controles. Pero lo peor es que un mal día, en la zona, empiezan a ocurrir fenómenos extraños y muy, muy violentos.

La DUI y la aplicación del 155 me han sorprendido, también, después de leer “4, 3, 2, 1”, la muy exigente novela de Paul Auster en la que se cuenta cuatro veces la vida de su protagonista, Ferguson. Un mismo personaje, pero cuatro vidas diferentes, dependiendo de las decisiones que fue tomando en puntos determinados de su biografía así como de los vaivenes de la fortuna.

Me acordaba de Ferguson al ver y escuchar a Puigdemont estos días. Y al leer su correspondencia, sus convocatorias de prensa, sus tuits… ¿Cómo habría sido su vida si, el jueves, hubiera convocado elecciones? ¿Y si hubiera ido al Senado? ¿Qué habría ocurrido si, efectivamente, hubiera dimitido y Junqueras hubiera sido presidente? O, yéndonos más atrás, ¿y si aquellas votaciones de la CUP no hubieran terminado en empate y el President hubiera sido Artur Mas?

“¿Cómo hemos llegado a esta situación?”, se preguntaba Don Vito, mirando severamente a los demás capos de la mafia que, reunidos para tratar de alcanzar la paz, sabían que era necesario hacer concesiones para no seguir desangrándose en una guerra que ya se alargaba demasiado.

Segunda vez que cito a un Corleone esta semana. Y no por casualidad. Serenidad. Tranquilidad. Calma. Sosiego. Templanza. Sin duda, son imprescindibles. Pero no son suficientes.

Jesús Lens