Viejos Noir o el valor de la experiencia

“Se me tensan los músculos y noto cómo se me escapan unas gotas de pipí. Por suerte, estoy sentado, porque he manchado el pijama. Olga me insiste en lo del pañal, que hay unos la mar de discretos, dice”. 

El que así habla es Justo, protagonista absoluto de la última y extraordinaria novela de Carlos Bassas del Rey, titulada precisa y sencillamente “Justo” y publicada por la imprescindible editorial Alrevés, refugio de la mejor novela negra española contemporánea y del que hemos hablado en esta reseña sobre su novela «Mal trago»

Y sí. Justo es un señor mayor. Un anciano. Un abuelo. Un yayo. Un venerable. Un viejo, o sea. Como viejo es el protagonista de “Ya no quedan junglas adonde regresar”, de Carlos Augusto Casas, publicada por MAR Editor.

“Se había convertido en un viejo medio loco que hablaba con su mujer muerta, con sus padres muertos, con los amigos muertos que se fueron hace tanto… —Son los únicos a los que aún les interesa lo que digo. Y ahora se supone que tengo que dar gracias por un nuevo amanecer. Oh, Dios mío, otro día más. Otro puto día más”.

Quiere la casualidad que dos de las mejores novelas negras del momento estén protagonizadas por viejos. ¡Bendita casualidad! Porque los viejos están de moda. Esos viejos habitualmente invisibles y en los que nadie repara. Esos viejos que, según ciertas voces neoliberalistas, tardan demasiado en morirse, comprometiendo nuestros sistemas de pensiones. Viejos que estorban. Que molestan. Que incordian. Viejos que sobran.

Viejos que, sin embargo, vuelven a darnos una lección de dignidad, valor y sentido común, echándose a las calles en defensa de esas pensiones suyas, que también son nuestras, como escribía en mi columna de IDEAL de hace unos días. (Leer AQUÍ)

 

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Jesús Lens

¡A las pensio-barricadas!

Cuando se acerca Mayo del 18 y nos aprestamos a conmemorar el 50 aniversario del mítico y mitificado Mayo del 68, los únicos capaces de montar barricadas, en España, serían nuestros modélicos y combativos mayores.

¡Qué lección volvemos a recibir de ellos, otra vez! El pasado jueves hicieron lo que no hacemos prácticamente nadie: echarse a la calle para reivindicar sus derechos. Que también son los nuestros, ojo. Porque todos somos pensionistas. Unos, lo son de hecho. Otros, lo somos de derecho. O deberíamos serlo. Que para eso llevamos años y años cotizando a la seguridad social. Sin embargo, mientras los unos se manifiestan, reivindican y pelean en las calles, los otros tuiteamos.

 

En los análisis político-sociológicos se baraja una doble verdad que lo mismo resulta ser más falsa que la falsa moneda, más mentirosa que las fake news: la mayoría de los pensionistas son conservadores y la gente mayor vota al PP.

Mariano Rajoy debe flipar en colores al comprobar que son los pensionistas quienes más presión le están metiendo a su (des)gobierno: tanta atención prestada a la lozanía de Sánchez, Iglesias y Rivera, al 155, la inmersión lingüística, las portavozas y el ARCO destensado… y resulta que, un jueves cualquiera, nuestros mayores dan un puñetazo en la mesa y toman las calles, hartos de que les tomen el pelo.

 

Por un lado, está la insultante cartita en la se les comunica la inapreciable subida de las pensiones, mientras el coste de la vida se dispara hasta el 3%, de acuerdo con el IPC de 2017. Pero, sobre todo, lo realmente irritante es la salida en tromba de todos los poderes fácticos y económicos de este país recomendándonos ahorrar… y contratar planes privados de pensiones.

En una economía en la que tantísimas familias sufren para llegar a fin de mes, escuchar dichas recomendaciones en boca de los representantes de las empresas del IBEX 35 y de los políticos que tan bien las representan, es la gota que colma el vaso de la paciencia.

 

Cuando España se creía rica, apartaba a los mayores en residencias. Cuando nos sacudió la Crisis, se volvieron a convertir en el sostén de sus familias. ¿Y ahora se cuestiona el sistema público de pensiones? Ojito: esa sí es una línea roja a la que nadie en su sano juicio debería osar siquiera acercarse…

 

Jesús Lens