Molestar y ser molestados

Uno de los momentos más memorables de “Omega”, el documental dirigido por José Sánchez Montes y Gervasio Iglesias, llega cuando Enrique Morente reconoce que alguna gente se iba a sentir molesta con el disco. Y se jactaba de ello, socarronamente. En ocasiones se hacen cosas para molestar porque molestar, muchas veces, es muy necesario; sostiene Morente.

Omega

Una frase que hay que anotar, rojo sobre blanco, para no olvidar jamás. La importancia de molestar. Con arte, ingenio y talento. Y de ello hablo en IDEAL.

Me acordaba de esas palabras de Morente siguiendo algunas de las agrias polémicas de estos días, sobre todo en unas Redes Sociales que se han convertido en el Templo de la Posverdad, palabro al que me resisto a dedicar una columna… pero que la pide a gritos.

Hemos llegado a un punto en el que, quien más alto grita y lo hace durante más tiempo, parece estar en posesión de la verdad. Sobre todo si, detrás, tiene a un nutrido grupo de palmeros que defienden a capa y espada cualquiera de sus boutades, como si fueran las Tablas de la Ley, aunque no sepan ni de lo que va el tema.

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Insultos, imprecaciones y descalificaciones sustituyen al intercambio de opiniones, datos y argumentos. Era algo a lo que nos habíamos acostumbrado con la Telebasura… ese algo que a tantos nos llevó a huir de la televisión generalista más soez y repugnante.

No me gusta el insulto. Reconozco que los hay muy ingeniosos y que, tomando una caña en la barra del bar, algunos consiguen arrancarme la carcajada. Pero responder con el insulto a la crítica o al argumento contrario, es un recurso de una enorme pobreza, diciendo muy poco del insultador-difamador.

Sí. De vez en cuando, hay que molestar. Porque si no, como también señalaba Morente, los molestados siempre somos los mismos. Y eso no puede ser.

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Sé positivamente que, a través de esta columna, molesto. No siempre. De vez en cuando. Pero creo que lo hago sin insultar. Ni herir. Y, en general, las reacciones de los molestados son buenas. También sé (y me consta) que algunos las tienen guardadas. No importa. ¡Sigamos molestando! A través de las ideas, las propuestas, la crítica y los argumentos.

Y a aquellos que se sientan aludidos y molestos, recuerden: muchas veces, ustedes también molestan. Y mucho. Es cuestión de justa y simple reciprocidad.

Jesús Lens

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Omega no se acaba nunca

Cada vez que escucho el Omega me pasa una cosa maravillosa: lloro incansable, interminable e inconsolablemente. Cuando Enrique Morente se arranca con lo de cortarse la mano derecha, ya tengo los ojos empañados. Y cuando entona “se cayeron las estatuas, al abrirse la gran puerta”, la pechera de mi camiseta ya está empapada. Y eso que hablamos de la primera canción del disco… Y partiendo de ahí, en IDEAL hago un poco de strip tease sentimental…

Omega Largatija Nick

Para mí, escuchar el Omega es transitar por un caudal de emociones que me sacuden con la fuerza de un electroshock. Y ha sido viendo el maravilloso documental dirigido por José Sánchez-Montes que he conseguido racionalizar el porqué.

Omega

Omega es la última letra del alfabeto griego, el final de todo, de acuerdo con el libro del Apocalipsis. Omega. Fin de ciclo. Estación Términi. Omega, donde todo lo que soy termina confluyendo y dándose la mano.

Porque en el Omega está mi padre, el catedrático de Griego y apasionado melómano que, al abrupto final de su vida, había abrazado el flamenco, el gospel y el mestizaje musical más luminoso.

Jesús Lens Tuero

En el Omega está, por supuesto, la poesía de García Lorca. El clasicismo y la vanguardia. Y el dolor de sus tragedias. Aquellas poderosas imágenes que mi madre, profesora de lengua y literatura, tanto disfrutaba y cuya fuerza consiguió transmitir a decenas de generaciones de estudiantes.

Y está, en Omega, el encuentro y la fusión de artes y géneros, con Leonard Cohen acercándose al flamenco para ponerle música al poeta, eliminando fronteras, abriendo nuevos caminos, bajando barreras.

Omega Morente Cohen

En el Omega está, en fin, el punk rock más transgresor de Lagartija Nick, una actitud de enfrentar la música, el arte y la vida con la que yo tanto me identificaba, para pasmo de mis padres, primero; comprensivos, después. ¿Orgullosos, por fin? Quiero creer que sí. Porque Omega es el territorio mítico en el que todos habríamos terminado por coincidir, conviviendo en una compleja, contradictoria y dialogante armonía.

Gracias, José Sánchez-Montes por un documental que, contando el proceso de creación de Omega, me ha servido para entender tantas cosas. Pocas veces he salido tan conmovido de un cine. Y es que las obras maestras lo son porque parecen haber sido hechas, ex profeso, para cada uno de los espectadores, oyentes o lectores. Y Omega lo es.

Omega Largatija Nick

Una obra maestra total que, como dice Antonio Arias, no se acaba nunca…

Jesús Lens

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