Europeas 2019: escrutinio noir

Una de las mesas redondas más interesantes del ya terminado Quais du Polar de Lyon se titulaba como esta columna y su descripción era (más o menos) así, que mi francés es tirando a muy deficiente:

“A menos de dos meses de las elecciones europeas, ¿cuál puede ser el papel de la ficción y de los escritores dentro de una Europa enfrentada al Brexit, al auge de los populismos y a la gestión de los flujos migratorios?” Y la gran pregunta: ¿sigue siendo Europa auténticamente grande?

Los autores invitados a conversar sobre tan espinoso tema eran el inglés D.B. John, el danés Leif Davidsen, el rumano Bogdan Teodorescu, el finlandés Antti Tuomainen y el francés residente en Suecia Oliver Truc, autor de dos novelas policíacas sobre los últimos lapones y al único que conocía antes de la charla.

Aunque el tema no era sencillo, todos los participantes trataron de hacer un diagnóstico lo más ecuánime posible. Así, Davidsen recordó que Dinamarca entró en la UE siguiendo a Gran Bretaña, su gran aliado comercial. Y que el pueblo, en un primer referéndum, votó que no, lo que animó bastante a un D.B. John dolido y compungido por la postura kamikaze de su país.

Los dos autores que viven en los países nórdicos recordaron que sus estados son fronterizos con una Rusia cada vez más inquietante, cuyo papel en la geopolítica internacional empieza a asustar a todo el mundo. Para Teodorescu, vecino de uno los miembros más jóvenes de la Unión Europea, la entrada de su país en la UE fue un sueño, por lo que le duele ver cómo se va desinflando, pero no ahorró críticas a esas élites comunitarias que legislan al estilo absolutista: todo por el pueblo y para el pueblo, pero sin el pueblo.

Fue la conclusión de Davidsen, el más veterano de la mesa, la más interesante, contundente… y preocupante. Dijo ser el único miembro de su familia que no ha vivido una guerra y acusó a los nuevos gobernantes de los países europeos de frívolos, imberbes populistas sin altura de miras, capaces de poner en jaque la mayor etapa de paz y prosperidad continental con tal de satisfacer sus ambiciones políticas y personales.

Jesús Lens

El estrecho del lobo

Hace un par de años, el francés Oliver Truc nos sorprendió con una novela negra teóricamente imposible, El último lapón. Y digo que era teóricamente imposible porque una trama negra y criminal en el Círculo Polar Ártico era algo que requería de mucha imaginación. De ella hablé en esta entrada y, paradójicamente, hila con la próxima entrada de El Rincón Oscuro.

Y, sin embargo, aquella novela le quedó muy bien, protagonizada por un nativo sami que pertenecía a la Policía de los Renos, nada menos. Lo pintoresco de algunos personajes y el entorno hostil en que se desarrollaba la trama conseguían enganchar al lector, prendado una historia cuyos protagonistas se movían en motos del nieve igual de los cowboys lo hacían aupados a sus caballos.

El estrecho del lobo

Vuelve Oliver Truc con su personaje por antonomasia, el policía Klemet Nango, acompañado por su compañera, Nina Nansen, una noruega del sur que, poco a poco, se va acostumbrando a las peculiaridades del Gran Norte.

El estrecho del Lobo arranca de forma espectacular, con el paso de los renos, a nado, por un peligroso estrecho. Máxima concentración. Un error y se puede provocar una estampida fatal. Y, de repente, el accidente.

Un accidente fatal al que no tarda en seguir otra muerte. Ésta menos accidental. Que el polémico y populista alcalde del pueblo en que transcurre la trama aparece asesinado.

En paralelo seguiremos la historia de otro nativo sami. Uno que renunció a la herencia cultural de su pueblo y pasó de renos, transhumancia y pastoreo. Bien dotado para el buceo, se ha convertido en uno de los buceadores más importantes de la zona. Zona petrolífera y, por tanto, rica. Zona peligrosa, también.

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra página hermana, Calibre 38)

Jesús Lens

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