‘Hontoria’, una gran novela de un gran crítico

Lo primero que hice al volver a casa fue teclear en el buscador: ‘Hontoria Segovia triple asesinato’. La respuesta: ‘Libro de Juan Carlos Galindo’. Les confieso que respiré aliviado. Primero, porque los hechos narrados en la extraordinaria novela ‘Hontoria’, recién publicada por Salamandra Black, nunca ocurrieron. En segundo lugar, y aquí va el prurito profesional, porque ya me extrañaba a mí que, de haber pasado, no me hubiera enterado. Aunque no soy un particular consumidor de True Crime, sí me precio de estar al día de nuestra crónica negra. Recuerden el lema de ‘La huella del crimen’, la famosa serie de televisión: ‘La historia de un país es también la historia de sus crímenes’.

Me he bebido ‘Hontoria’, (casi) literalmente hablando, en un día de lectura compulsiva a orillas del Mediterráneo. Imagino que ese día podría haber hecho muchas otras cosas, pero no se me ocurre ninguna mejor que disfrutarlo al sol, pasando páginas, nadando en el mar y bebiendo cerveza en una agradable terraza. 

Como esos días de lectura activa aprovecho para desconectarme del mundanal ruido, no quise consultar lo del triple asesinato que cuenta ‘Hontoria’, pero era tal la sensación de verosimilitud, el realismo a ultranza que exudaban todas y cada una de sus 300 páginas largas, que se me quedó la mosca detrás de la oreja. “Verás tú que esto pasó de verdad y Galindo se ha marcado un ‘A sangre fría’ de libro…”, pensaba para mis adentros. Y seguía leyendo. Hasta que llegué al final, jadeando y con la lengua fuera, antes de volverme al mar. Y al bar, loco por hablar de ella. De ‘Hontoria’.

No se mosqueen conmigo por haberles adelantado lo del triple asesinato. Es el propio autor quien lo desvela al comienzo de su fascinante y atrapadora novela. “Joaquín Vila, su esposa, Consuelo Martín, y Sergio, el hijo pequeño de ambos, murieron apuñalados en su casa  una noche de agosto de 2016”. Así arranca la historia y, por tanto, no hay temor de Dios a la hora de contarlo. 

El protagonista es un tipo de nombre peculiar, Jean Ezequiel, “periodista, investigador y creador de pódcast”. Se presenta a través de una justificación: “quiero contar cómo surgió mi fascinación por el crimen y el periodismo, cómo dejé que el monstruo creciera en mí o, mejor, cómo busqué y exploté algo que todos llevamos dentro de modo que, cuando el triple crimen de Hontoria atravesó mi existencia por primera vez, yo ya estaba preparado… o eso creía”. 

Ese otro párrafo, permítanme que insista, también está al principio. Por supuesto, yo ya estaba entregado a la causa, plenamente identificado con el protagonista y hechizado por lo que le tocaba investigar. A partir de ahí, una historia contada con multitud de recursos narrativos diferentes, entre ellos, la crónica periodística y el pódcast; que te lleva a jopo hasta el final. Una historia que transcurre en Segovia, una pequeña y monumental ciudad de provincias en la que, como en todas las pequeñas y monumentales ciudades de provincias, se dan la mano la ambición y la política, el dinero viejo y los nuevos ricos, los barrios populares y las casonas silenciosas, los bares auténticos y los reservados a turistas, el Pago de Carraovejas con la Mahou y nuestra Alhambra Especial.

Termino hablando del autor. Antes le he citado por su apellido, Galindo, fiel a esa rancia tradición periodística que él mismo cita. Juan Carlos Galindo es uno de los críticos literarios más reputados de nuestro país, especializado en género negro y criminal. Una recomendación de Galindo en El País es ley. Y punto. El riesgo que asume al pasarse al otro lado es enorme y decir que sale airoso es quedarme corto: ‘Hontoria’ es uno de los Noir del año y estoy convencido de que Galindo, si no fuera su autor, lo suscribiría sin dudas ni titubeos. 

Jesús Lens            

Lorenzo Silva, hoy en Peligros

Para un amante del noir, no hay un pueblo con nombre más bonito que Peligros. ¡Me encanta, además de permitirnos jugar con los titulares! Porque esta tarde, efectivamente, el escritor Lorenzo Silva estará en Peligros, en una de las Ferias del Libro con más caché, calidad y originalidad de todas las granadinas. 

La charla de hoy va a tener ritmo, ya se lo adelanto. Y no solo porque, al terminar, habrá rock and roll en la plaza del pueblo. Pero como no les quiero arruinar la sorpresa a quienes vayan a Peligros esta tarde, me voy a centrar en la novela más reciente de Lorenzo Silva de su serie dedicada a los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Se titula ‘La llama de Focea’, la publicó la editorial Destino y es extraordinaria, como ustedes supondrán, que hablamos de un autor consagrado… y en estado de gracia, narrativa y reflexivamente hablando. 

Todo comienza en el Camino de Santiago, cuando Queralt Bonmatí, una joven barcelonesa que pertenece a una acaudalada familia, de las bien situadas en Cataluña, aparece asesinada. El veterano Rubén Bevilacqua y su inseparable Virginia Chamorro se encargan de una investigación peliaguda en la que deberán andarse con pies doblemente recubiertos de capa de plomo: Ferran Bonmatí, el padre de Queralt, es un antiguo político del entorno independentista transmutado en exitoso empresario.

El Camino de Santiago es uno de esos espacios idílicos, místicos y cargados de energía que, sin embargo, pueden convertirse en una pesadilla. Queralt había iniciado su travesía en Roncesvalles con un mal encuentro que permite al lector hacerse idea de su carácter.  Tres semanas más tarde, cuando caminaba por Galicia, estaba muerta. ¿Quién y por qué la mató? Esa es la cuestión. Y otra pregunta: ¿por qué se había embarcado Queralt en aquel viaje, que hacía sola?

Bevilacqua aprovecha la cuestión del Camino para reflexionar sobre un montón de cosas. Ya peina canas, ha rebasado la cincuentena y, por tanto, cada vez tiene más dudas, aunque también alguna certeza. “El mundo está lleno de buscadores de confines y los caminos largos ayudan a rellenar el vacío de la existencia, que a todos nos acecha de uno otro modo”, dice en un momento dado, hablando sobre el éxito y el tirón de la ruta jacobea, tantos siglos después. 

A lo largo de las más de 500 páginas de ‘La llama de Focea’ saltaremos en el tiempo y conoceremos un poco más de la biografía de Bevilacqua, personaje literario que nos lleva acompañando la friolera de 25 gozosos años. Si en la anterior novela de la saga, la igualmente portentosa ‘El mal de Corcira’, Lorenzo Silva nos contaba el paso del investigador de la Guardia Civil por el País Vasco, en este caso tendremos ocasión de conocer su años en Cataluña, donde tanto aprendió de una persona esencial en su vida: el contradictorio Rafael Robles, su mentor en sus inicios en el cuerpo. 

Ni que decir tiene, la deriva política y social de Cataluña y las relaciones con España tienen peso importante en esta novela. Bevilacqua siempre se ha caracterizado por tratar de comprender y  conduce al lector por un buen número de referencias literarias, musicales y culturales de lo más interesantes que sirven para tender puentes, aunque siempre haya quien esté obsesionado con volarlos.

Una novela en la que un enigmático personaje hablará de Ucrania y el Donbás, también. Y que nos sirve para hacernos más cómplices aún de personajes esenciales de la literatura que ya forman parte de nuestra vida lectora y con los que sería un gustazo tener la oportunidad de compartir unas cañas.

Jesús Lens

Haga el favor de no leer a Ameixeiras

Diego Ameixeiras es el secreto mejor guardado del noir español contemporáneo y está muy bien que lo siga siendo. De ahí mi consejo: haga el favor de lo leerle, pero si lo hace, que sea en la intimidad, como Aznar con el catalán. Y, desde luego, si se adentra usted en ‘El ciervo y la sombra’, publicada por la editorial Alrevés, ni se le ocurra decirlo, contarlo o comentarlo. ¡Shhhhh! ¡Chitón!

Vale. Es cierto que Ameixeiras ganó el Premio Nacional de la Crítica 2021 en lengua gallega, ¿pero eso a quién le importa? Como le digo, pase de él. No le preste atención. Ignórelo. A fin de cuentas, hablamos de un tipo cuya prosa tiene personalidad propia y exuda realismo a raudales. Un estilazo, o sea. Y habiendo tanta literatura clónica, ¿para qué complicarse la vida con un escritor que puede presumir de ser precisamente eso, un es-cri-tor? Un escritorazo, de hecho. 

Tampoco perdería el tiempo leyendo ‘El ciervo y la sombra’ porque apenas son 182 páginas. La empiezas después de comer y a nada que te apliques, te la has cepillado antes de quedarte sobado por la noche. ¿Tiene eso sentido, habiendo tochos de 800 páginas esperándonos en las estanterías? Y es que Ameixeiras, en lo que otro escritor cualquiera tarda en contarte el desayuno del protagonista, se ha metido dos rayas, le ha pegado una paliza a alguien y ha traicionado a su mejor amigo. 

¡Entiéndaseme bien! Ameixeras himself, no. Sus personajes. Que son así. Cojamos el arranque de la novela, por ejemplo. Si es que hay por dónde cogerlo: 

“Los últimos días de mi vida arden bajo mis párpados.

Mi ansia de Dios explota. 

Volvemos a aquella noche. Cuando Silvio, mi ángel de la guarda, hunde su nariz en la raya de cocaína con ansiedad de oso hormiguero. El tipo que lo acompaña, al que llaman el Acacio, me mira mal. Pero no le he dado motivos.

—Este no abre la boca ni para lavarse los dientes—le dice Silvio—. Tú tranquilo.

El Acacio me clava sus ojos hielo sucio y no me gusta”. 

¿En serio, Diego? ¿En serio piensas que puedes empezar así una novela, sin largos preámbulos, sin sinuosos meandros que desvíen nuestra atención? ¿Y que será lo siguiente? ¿Escribir a bocajarro, sin regalarnos una sola palabra de más, ni un párrafo gratuito? En serio, no lo lean. A fin de cuentas hablamos de un autor que no escribe ni a mano ni a máquina. Escribe a cuchillo, como si tallara cada palabra sobre madera. ¡Qué tipo, el Ameixeiras ese!

¿Y qué quieren que les diga sobre el argumento? Mezcla la droga con la amistad. A un viejo amor con el deslumbramiento por la ilusión de la juventud anarco-colectivista más entusiasta. A las malas junteras con un cura de los buenos…

“—Tu hermano quería matarme si me acercaba a ti.

—Otro lunático, igual que tú. Siempre solucionándolo todo con los puños y las navajas”. 

¿Ven? Lo que yo les diga. ¡Estos escritores ‘asalvajaos’! ¡Qué descaro! ¡Qué fiereza! ¡Qué desestructuración!

“—¿Sigues teniendo contacto con tu padre?

—Cuando se pone sentimental, me llama. Se casó otra vez. Vive en Valencia. Supongo que será feliz a su manera, pero no me interesa lo que haga con su vida”. 

Y así podríamos seguir horas y horas. Porque abras por donde abras ‘El ciervo y la sombra’ encuentras párrafos para enmarcar. Párrafos que te habría encantado escribir a ti, si escribieras. Porque la escritura de Ameixeiras es tan deslumbrantes que hay que leerla con gafas de sol. Aunque esté nublado y llueva.

Jesús Lens

Día del Libro negro y criminal

Tras una primavera más sin Feria del Libro, llega un nuevo Sant Jordi, la fiesta de las letras más popular del año. La celebración del libro por antonomasia. Este año cae en viernes, pero veremos si no nos sorprende con Granada capital perimetralmente cerrada, ahogada por la cuarta ola de la pandemia.

Pensando en clave positiva, siempre nos quedará leer. Llega el Día del Libro con un buen número de novedades literarias. Tantas, que me debato entre qué lectura acometer primero, deshojando una margarita libresca de mil y una hojas. Únanse las siguientes recomendaciones a estas que dábamos la semana pasada en nuestro Club de Lectura Adictos al crimen, libros que leeremos en las próximas semanas.

Por ejemplo, las ‘Memorias de un reportero indecente’ elocuente título de Pedro Avilés. Subtitulado como ‘Andanzas, tretas y algún ajuste de cuentas de uno de los últimos periodistas de sucesos’ promete ser jugoso, polémico y valiente. Pedro Avilés trabajó muchos años en El Caso, semanario al que define como “escuela de periodismo de investigación”, y no se muerde la lengua a la hora de enfangarse en algunos de los temas que cubrió, de Alcàsser a Puerto Hurraco.

Otro periodista que escribe de periodismo, aunque en este caso desde la ficción, es Javier Márquez Sánchez. ‘La ciudad de las almas tristes’ está protagonizada por un plumilla que tocó el techo en la profesión con una exclusiva que dejó demasiados heridos a su paso y le obligó a coger el AVE de Sevilla a Madrid, pero solo con billete de ida. A caballo entre el periodismo de la vieja escuela y la revolución digital, la investigación de una trama mafiosa le obliga a volver a orillas del Guadalquivir. ¿Qué se encontrará de nuevo a la sombra de las Setas?

Si les gusta la no ficción, un género en auge en España, hay varias referencias de lo más sugestivo en los anaqueles. ‘De prisiones, putas y pistolas’, de Manuel Avilés, con ETA y la política penitenciaria como temas centrales. ‘La farmacéutica’, de Carles Porta, recuerda el calvario de Àngels Feliu Bassols, de Olot. Y el único e irrepetible Vicente Garrido se ha marcado 650 imperiales páginas en su ‘True Crime’, donde analiza el fenómeno de la atracción por la violencia y el asesinato a partir de referencias literarias, cinematográficas y de diferentes series de HBO y Netflix.

Por cuanto a novelas, necesitaríamos tres meses de confinamiento estricto, con todos los gastos pagados, para ponernos al día con lo mucho y prometedor que ha llegado a las librerías este 2021. Por ejemplo, una cortita, diferente y muy original: ‘9 corto’, de C. J. Nieto, una autora canaria con una voz muy personal.

En mi mesa se dan bocados lo último de Susana Martín Gijón, ‘Especie’, protagonizada de nuevo por la inspectora Camino Vargas y ‘Hoy no quiero matar a nadie’ del chileno Boris Quercia. Un thriller con pinta de trepidante como ‘La orden’, de Daniel Silva; y ‘Silenciadas’, de Karin Slaughter, con asesino en serie.

Han vuelto ‘Víctor Ros y los secretos de ultramar’, de Jerónimo Tristante, uno de los grandes personajes de la narrativa juvenil española; y los personajes siempre desmadrados y originales de Carlos Salem: ‘Los que merecen morir’. Ya veremos si los indultamos o no.

Los mentideros, más que recomendar, exigen leer ‘Pleamar’, de Antonio Mercero, y Alexis Ravelo nos ha presentado en sociedad nada menos que a ‘Un tío con una bolsa en la cabeza’.

Y dos clásicos por excelencia del noir español que, en apenas unas semanas, ya han agotado la primera edición de sus nuevas novelas: ‘El hijo del padre’, de Víctor del Árbol;

y ‘El oscuro adiós de Teresa Lanza’, de Toni Hill. Así las cosas, disculpen si no contesto el teléfono en las próximas semanas. ¡Estoy leyendo!

Jesús Lens

El Quico Chirino novelista

Vamos a empezar por el principio, para evitar malos entendidos: la novela que usted debe leer este verano, “A la izquierda del padre”, publicada por la editorial Samarcanda, es de Quico Chirino. Y Quico, no solo es mi amigo, sino que también es uno de los pilares de este periódico.

Por todo ello, usted deberá poner en cuestión todo lo que voy a escribir a partir de ahora, ¿de acuerdo? Y es que, digámoslo ya, “A la izquierda del padre” es una de las mejores novelas negras que he leído en los últimos tiempos. Y, créame: he leído muchas. ¡Muchísimas! Y vuelva a creerme: yo, de novela negra, sé. Un rato.

Ojo: “A la izquierda del padre” es novela negra. Muy negra. Trata sobre el mundo de la droga y la marginalidad en la Sevilla de los años 80 y su acción transcurre en el asentamiento chabolista de El Vacie. Los protagonistas: dos muertos, quemados en una choza, un niño berreando y un joven periodista que se interesa por el asunto, tratando de ir más allá de la verdad oficial. Y lo que va a descubrir será complicado de digerir.

Así las cosas, que nadie espere una novela del Quico Chirino periodista en la Granada contemporánea, entre operaciones Nazaríes, mociones de censura y políticos locales. Porque Quico ha sido mucho más valiente que todo eso y ha puesto su descomunal prosa al servicio de una historia fascinante, protagonizada por personajes trágicos que, como los héroes del western, están llamados a trascender.

Les garantizo una cosa: ustedes van amar a Angelita la Negra y a su hermano Manuel. Y eso que los van a conocer ya muertos. Y chamuscados. Y enganchados a la heroína. Porque Quico Chirino ha titulado La última escena al primer capítulo de “A la izquierda del padre”, poniendo las cartas sobre la mesa desde el arranque de la novela, para que el lector compruebe que no hay trampa ni cartón.

Hay que ser muy buen novelista para hacer eso. Hay que estar muy seguro de tener una historia potente entre manos y a unos personajes sólidos para sustentarla, cuando uno arranca la historia por el final.

Por todo ello, duden de esta columna, pero compren la novela en su librería más cercana, léanla este verano y, en septiembre, nos juntamos para comentarla. Palabrita (noir) de Niño Jesús.

Jesús Lens