El Quico Chirino novelista

Vamos a empezar por el principio, para evitar malos entendidos: la novela que usted debe leer este verano, “A la izquierda del padre”, publicada por la editorial Samarcanda, es de Quico Chirino. Y Quico, no solo es mi amigo, sino que también es uno de los pilares de este periódico.

Por todo ello, usted deberá poner en cuestión todo lo que voy a escribir a partir de ahora, ¿de acuerdo? Y es que, digámoslo ya, “A la izquierda del padre” es una de las mejores novelas negras que he leído en los últimos tiempos. Y, créame: he leído muchas. ¡Muchísimas! Y vuelva a creerme: yo, de novela negra, sé. Un rato.

Ojo: “A la izquierda del padre” es novela negra. Muy negra. Trata sobre el mundo de la droga y la marginalidad en la Sevilla de los años 80 y su acción transcurre en el asentamiento chabolista de El Vacie. Los protagonistas: dos muertos, quemados en una choza, un niño berreando y un joven periodista que se interesa por el asunto, tratando de ir más allá de la verdad oficial. Y lo que va a descubrir será complicado de digerir.

Así las cosas, que nadie espere una novela del Quico Chirino periodista en la Granada contemporánea, entre operaciones Nazaríes, mociones de censura y políticos locales. Porque Quico ha sido mucho más valiente que todo eso y ha puesto su descomunal prosa al servicio de una historia fascinante, protagonizada por personajes trágicos que, como los héroes del western, están llamados a trascender.

Les garantizo una cosa: ustedes van amar a Angelita la Negra y a su hermano Manuel. Y eso que los van a conocer ya muertos. Y chamuscados. Y enganchados a la heroína. Porque Quico Chirino ha titulado La última escena al primer capítulo de “A la izquierda del padre”, poniendo las cartas sobre la mesa desde el arranque de la novela, para que el lector compruebe que no hay trampa ni cartón.

Hay que ser muy buen novelista para hacer eso. Hay que estar muy seguro de tener una historia potente entre manos y a unos personajes sólidos para sustentarla, cuando uno arranca la historia por el final.

Por todo ello, duden de esta columna, pero compren la novela en su librería más cercana, léanla este verano y, en septiembre, nos juntamos para comentarla. Palabrita (noir) de Niño Jesús.

Jesús Lens

Mal trago

Con “Mal trago”, publicada por Alrevés, la editorial referente del Noir español más rabiosamente contemporáneo, Carlos Bassas del Rey ha escrito una excelente novela negra que, además, es oscura. Muy oscura. Como los tiempos que nos han tocado vivir.

“Mal trago” es una novela dura y sin concesiones, amarga y en absoluto complaciente con lo que está pasando en un país desarrollado del supuesto primer mundo, pero en el que hay unas carencias básicas de dignidad y ética que autores como Carlos Bassas se encargan de poner de manifiesto en sus imprescindibles novelas.

 

“Mal trago” comienza cuando aparece el cadáver de un niño en un edificio vacío que está a punto de ser derribado. Edificio que es propiedad de una conocida familia de Ofidia. Una de esas familias de las de tooooooda la vida. Una familia rica y bien situada en la escala social de la comunidad. Una familia, sin embargo, que ya no es lo que era.

La investigación recae en el inspector Herodoto Corominas. Y le cae en las manos en uno de esos momentos vitales difíciles y complicados. Si nos acordamos de la anterior novela de Bassas, “Siempre pagan los mismos”, el protagonista sufría la pérdida de alguien importante de su entorno. Una pérdida que se deja sentir en “Mal trago”. Sobre todo, por los cabos que quedaron sin atar.

 

Y es que nadie dijo que ser el hijo de un padre que te bautiza como Herodoto fuera fácil. Ni que ser padre de un chaval que ya no es adolescente, tampoco lo sea. Porque el protagonista de “Mal trago” es así de normal y corriente. Nada de terribles adicciones, visiones apocalípticas o vidas al límite.

 

Que una comisaría en la España del siglo XXI es un sitio bastante alejado de los tópicos y los clichés del género negro. Así las cosas, ¿puede ser interesante una novela protagonizada por probos funcionarios con vidas razonablemente cotidianas?

 

Sí. Absolutamente. Porque la trama criminal planteada por Bassas es apasionante, aunque en su resolución no haya grandes pirotecnias circenses, tiros ni persecuciones. Novela estupenda, también, porque los personajes son de carne y hueso, perfectamente creíbles. Personajes a los que tomas cariño. Personajes a los que te gustaría conocer y con los que te gustaría irte de cañas, un día cualquiera.

Y ahí está la maestría de Bassas. En dotar de vida a sus personajes y construir tramas atractivas, duras y de rabiosa actualidad que se desarrollan en una ciudad, Ofidia, que perfectamente podría ser la suya, querido lector. O la mía.

 

Sí. Es cierto. Apenas he contado nada sobre la trama de la novela. Lo he hecho a propósito. Para que este “Mal trago” sea toda una sorpresa y nada te arruine su lectura.

 

Jesús Lens

El carbonero

Es difícil encontrar una novela negra española que te no te la esperes y te sorprenda. Que te sorprenda enormemente.

Me ha pasado con “El carbonero”, de Carlos Soto Femenía, publicada por Destino. La acción transcurre en Mallorca. Pero no en la Mallorca más bulliciosa y bullanguera, sino en una zona rural, alejada del mundanal ruido. Una Mallorca de hace muchos, muchos años, que la que el carbón se “fabricaba” a mano e ir por hielo a los neveros era una profesión.

El Carbonero

Una Mallorca de caminos y trochas que se recorrían en mulo. O a caballo. Una Mallorca en la que las relaciones sociales estaban muy definidas y en la que ascender por la escala que no te correspondía era misión imposible.

Segundo párrafo de “El carbonero”: “Habían asesinado a mi madre. Le habían partido la cabeza con un hacha. El buhonero, que era quien había venido a darme aviso, no había sido tan explícito, naturalmente. Los detalles los sabría más adelante”.

Y, a partir de ese segundo párrafo, la historia de Marc sigue creciendo en intensidad. Porque el asesinato de una madre no se olvida. Y que le hubieran abierto la cabeza de un hachazo, menos. Sobre todo porque aquella barbaridad dejó muy tocado al padre de Marc. Un Marc que se vio obligado a crecer deprisa.

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra publicación hermana, Calibre 38)

Jesús Lens

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El estrecho del lobo

Hace un par de años, el francés Oliver Truc nos sorprendió con una novela negra teóricamente imposible, El último lapón. Y digo que era teóricamente imposible porque una trama negra y criminal en el Círculo Polar Ártico era algo que requería de mucha imaginación. De ella hablé en esta entrada y, paradójicamente, hila con la próxima entrada de El Rincón Oscuro.

Y, sin embargo, aquella novela le quedó muy bien, protagonizada por un nativo sami que pertenecía a la Policía de los Renos, nada menos. Lo pintoresco de algunos personajes y el entorno hostil en que se desarrollaba la trama conseguían enganchar al lector, prendado una historia cuyos protagonistas se movían en motos del nieve igual de los cowboys lo hacían aupados a sus caballos.

El estrecho del lobo

Vuelve Oliver Truc con su personaje por antonomasia, el policía Klemet Nango, acompañado por su compañera, Nina Nansen, una noruega del sur que, poco a poco, se va acostumbrando a las peculiaridades del Gran Norte.

El estrecho del Lobo arranca de forma espectacular, con el paso de los renos, a nado, por un peligroso estrecho. Máxima concentración. Un error y se puede provocar una estampida fatal. Y, de repente, el accidente.

Un accidente fatal al que no tarda en seguir otra muerte. Ésta menos accidental. Que el polémico y populista alcalde del pueblo en que transcurre la trama aparece asesinado.

En paralelo seguiremos la historia de otro nativo sami. Uno que renunció a la herencia cultural de su pueblo y pasó de renos, transhumancia y pastoreo. Bien dotado para el buceo, se ha convertido en uno de los buceadores más importantes de la zona. Zona petrolífera y, por tanto, rica. Zona peligrosa, también.

(Sigue leyendo esta reseña en nuestra página hermana, Calibre 38)

Jesús Lens

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A sangre fría en el cine

Hace un par de semanas hablábamos del impacto que causó la publicación de la novela “A sangre fría”, de Truman Capote, hace ahora cincuenta años. Impacto que trascendió lo puramente literario para conmover, también, el mundo del cine.

A sangre fría Anagrama

Como es habitual en Hollywood, en cuanto la obra se convirtió en un éxito, un avispado productor compró sus derechos para trasladar la narración al cine. Quiso la fortuna que, en el caso de “A sangre fría”, ese productor fuera nada menos que Richard Brooks, un sólido cineasta al que el éxito de “Los profesionales” había situado en una posición de fuerza frente a la industria.

Eso le permitió no solo escribir el guion y dirigir la película, sino también plantarse frente a la Columbia, que quería como protagonistas nada menos que a Paul Newman y Steve McQueen, dos rutilantes estrellas y excelentes actores que, sin embargo, no hubieran pegado en una película como ésta.

Porque la “A sangre fría” de Richard Brooks es una obra maestra del cine naturalista, una película sobria, austera y concisa; filmada en un riguroso blanco y negro exactamente en los lugares y paisajes en que transcurrieron los hechos narrados por Capote. El perfeccionismo de Brooks llegó al punto de filmar determinadas secuencias haciendo que los actores tuvieran frente a sí la misma vista que los auténticos protagonistas de la historia, en el pueblo de Holcomb, Kansas.

A sangre fría Brooks

Una historia dura y descarnada: el asesinato en 1959 de los cuatro miembros de una familia por parte dos ex convictos que, tras ser detenidos, juzgados y condenados a muerte, fueron ahorcados en 1965. El hecho de que la película se filmara tan poco tiempo después del acaecimiento de los hechos permitió que cada uno de sus fotogramas exude un inusitado realismo. De hecho, algunos de los figurantes de la película, como las responsables de la estafeta de correos, eran personas reales que vivían en el pueblo y cuyas conversaciones recogió Capote en su libro. De ahí, precisamente, que el protagonismo debiera recaer en actores poco conocidos y no en estrellas de Hollywood que desviaran la atención de lo realmente importante.

Y lo realmente importante era la historia narrada por Capote, seguida escrupulosamente por el guion de Brooks, hasta el punto de que la película abre sus títulos de crédito con un elocuente “Truman Capote’s. In Cold Blood”, para que no cupiera duda alguna sobre la autoría de la historia que los espectadores se aprestaban a ver.

A sangre fría Holcomb

“A sangre fría” ganó varios premios internacionales y obtuvo cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo Mejor director, Mejor banda sonora, Mejor fotografía y Mejor guion adaptado. Pero su logro más importante llegó en 2008, cuando fue elegida para ser preservada en el archivo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.

¿Tuvo que ver este reconocimiento con el hecho de que, en 2005 y 2006, se estrenaran dos películas diferentes, ambas basadas en el exigente y devastador proceso de creación de la novela de Capote?

Es algo que, de vez en cuando, ocurre en Hollywood: sin razón aparente, dos proyectos muy similares entre sí coinciden en las pantallas. Da lo mismo que sean películas catastróficas sobre volcanes o historias sobre Hitchcock. O, como en el caso que nos ocupa, guiones con el escritor como protagonista.

A sangre fría películas

En 2005 se estrenó “Capote”, dirigida por Bennet Miller y protagonizada por un Philip Seymour Hoffman en estado de gracia. Tanto que ganó el Oscar al mejor actor principal por su composición de un Truman basado en la biografía de Gerald Clarke. La película, candidata a varios Oscar más y acreedora de innumerables premios internacionales, se centra en la especial relación que se establece entre Capote y Perry Smith, uno de los asesinos de la familia Clutter.

Una relación que condicionará brutalmente la vida de Capote hasta el final de sus días. Un Capote obsesionado con terminar “A sangre fría”, la obra que le dio fama universal y que, a la vez, le condenó como escritor dado que, desde su publicación, el autor fue incapaz de volver a terminar un solo libro.

Al año siguiente, en 2006, le tocó el turno a “Infamous. Historia de un crimen”, escrita y dirigida por Douglas McGrath y en la que el personaje del escritor fue interpretado por un más discreto y contenido, pero igualmente excelente; Toby Jones. Basada en el libro de George Plimpton, esta versión de la investigación de Capote pone más énfasis aún en la posible relación homosexual entre el escritor y el asesino, interpretado en esta ocasión por el bondiano Daniel Craig, en un papel extremadamente complicado.

A sangre fría Toby Jones

En ambas cintas se plantea un importante problema moral: Capote estaba obsesionado con Perry. No diremos enamorado, pero sí enganchado a él. Entendía tanto sus frustraciones, su complicadísima infancia y juventud, sus complejos… y, sin embargo, necesitaba poner fin a su historia. Y el fin que mejor le venía a “A sangre fría” era la ejecución de los presos. ¿Pudo hacer algo más, Capote, por salvarles la vida o, al menos, por dilatar el proceso y postergar su ahorcamiento?

Esa es la duda que ambas películas siembran en el espectador. La misma duda que siempre atormentó a Capote, terminando para siempre con su carrera literaria.

A sangre fría Truman Capote

“A sangre fría”. La obra que le encumbró, la obra que le mató.

Jesús Lens

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