Ausencia de liderazgo

Hace un par de días, una foto del periódico me llamó la atención. En ella aparecía un señor en mangas de camisa que me resultaba conocido. ¿De qué me sonaba aquel rostro pétreo con aspecto de moái de la Isla de Pascua, como tallado a cincel? ¡Anda claro! ¡Pero si era él! ¡El mismísimo Pedro Sánchez o, como dicen los yanquis, Sánchez himself!

Estaba en el mitin de cierre de campaña de las elecciones catalanas para arropar a Illa e, imagino, amplificar su ya famoso efecto. El efecto I. Inciso. Cuando estuve en Barcelona hace un par de semanas, comí con mi querido y admirado Víctor Amela, novelista y periodista de La Vanguardia. Le pregunté por el tan traído y llevado efecto Illa. Para mí, su gestión al frente del ministerio de Sanidad no ha sido nada memorable o espectacular. Tampoco el fracaso o la ruina que le adjudican los apocalípticos, pero de ahí a generar todo un efecto, como si fuera Nadal golpeando una bola en Australia…

Una cuestión de actitud, me explicó Víctor. Tras años y años de bronca permanente, insultos y tensión generalizada, Illa es un tipo calmado que, con su verbo tranquilo y su talante conciliador, no acude a la contienda electoral con un bidón de gasolina en una mano y una cerilla en la otra. Y solo eso, más allá de sus dotes para la gestión, es suficiente para generar su famoso efecto. Que sea suficiente, también, como para formar gobierno, y a las horas a las que escribo esto, está todavía por ver.

Volvamos a ese Pedro Sánchez que, desaparecido en combate, pasó de ser una presencia constante en nuestra vida durante el primer confinamiento a convertirse en el Presidente Invisible tras pronunciar aquel desafortunado “Hemos derrotado / vencido al virus”. Recuerdo su paseíllo triunfal a la vuelta de Bruselas, con el acuerdo de los fondos europeos bajo el brazo… y poco más.

El problema es mío, por supuesto. Como solo leo dos periódicos diarios en papel y apenas sigo las ediciones on line de otros tres o cuatro diarios, debo estar desconectado de la realidad.

El Presidente que me suena, el que parte el bacalao, es Moreno Bonilla. No estoy de acuerdo con algunas de las medidas que toma ni con muchas de las que deja de tomar. Pero ahí está el hombre, comiéndose el marrón con la única ayuda de la metáfora del grifo de agua.

Jesús Lens

Tendremos toque de queda

Todavía no me lo creo. Lo he leído, lo he releído y todavía no me lo creo. Toque de queda. ¿Sonará algún tipo de alarma, minutos antes de las once de la noche, advirtiendo al personal que tiene que volver a casa? ¿Patrullará las calles el ejército para asegurarse de su cumplimiento?

¿En qué está el presidente de la Junta de Andalucía?

No sé si les pasó a ustedes, pero yo fui especialmente consciente de lo que supuso el confinamiento cuando empezó la desescalada y las salidas a la calle estaban tasadas. Cuando no se podía salir, lo asumimos y lo cumplimos. Nuestros mecanismos mentales nos defendieron y nos organizamos para vivir entre cuatro paredes de la mejor manera posible. La magnitud de lo que supusieron aquellas semanas llegó después, cuando únicamente estaba permitido salir a unas horas determinadas y solo se podían ocupar las terrazas de los bares.

Volvemos a estar en una situación muy parecida a aquella. Del reloj no marques las horas pasaremos a poner mil y una alarmas en el móvil que nos recuerden en qué momento vivimos. O quizá no. Quizá empecemos a hacerle caso a las autoridades sanitarias y, sin necesidad de confinamientos ni cierres perimetrales, optemos por quedarnos en casa de una maldita santa vez.

Más allá de rogar, ¿qué ha hecho el Consejero en estos días?

Granada venía marcando unas cifras de contagio muy preocupantes desde el verano, cuando acumulábamos la mitad de los brotes de Andalucía. Pero ha dado igual. Todos los que debían haber actuado antes han hecho oídos sordos. Era más fácil mirar a otro lado y esperar a que escampara. Hacer como que la vida seguía igual. El mejor ejemplo de dicha actitud lo tenemos en el propio alcalde de la capital: incluso cuando la UGR ya estaba cerrada por orden gubernamental, Salvador seguía proclamando que Granada era una ciudad segura.

Aquí ha habido dejación de funciones. Alguien debería investigar por qué no se han tomado según qué decisiones y si en este abandono ha influido la guerra abierta entre la comunidad de Madrid y el gobierno central.

¿Cómo nos ha vuelto a pasar?

Ayer se comunicó un dato estremecedor: 11 personas fallecidas por Covid en nuestra provincia. ¡En un solo día! A estas alturas, llevar la cuenta de los brotes, incluidos los de las residencias de mayores, es misión imposible. Estamos en el peor de los escenarios posibles.

Por supuesto, hay quien ve mal el toque de queda. No esperábamos menos en esta tierra de Don Tancredos, quieto parao todo el mundo, impasible el ademán.

Jesús Lens

¡Que le corten la cabeza!

Las cabezas cortadas están de moda. La culpa podría distribuirse entre la Alicia de Lewis Carroll y los “Juegos de tronos” de George R. R. Martin. También podríamos remontarnos a la Revolución Francesa y al episodio bíblico de Salomé y San Juan Bautista, si hablamos de cortar por lo sano y de bandejas de plata, pero tampoco es cuestión de escribir una tesis doctoral.

El caso es que fue empezar la campaña electoral, salir publicados los resultados de las encuestas y empezar a correr el runrún de que la cabeza de Susana está en peligro. Que podría ser el tributo que exigiría Adelante Andalucía para permitir al PSOE formar gobierno, dado que Cs y PP no sumarían mayoría suficiente para acceder a San Telmo.

¿Susana? ¿Has escrito “Susana” así, al natural, sin añadirle el Díaz de su apellido? Sí. A propósito. Con premeditación y alevosía. Para hacer notar la distinta vara de medir con la que seguimos tratando a los unos y a las otras. ¿Se acuerdan de las primarias del PP, en las Pablo Casado se las veía con la coloquial Soraya? Pues en Andalucía, igual.

¿Por qué no se habla de Juanma o de Juan, en plan compae? En concreto, lo del líder -sic- del PP andaluz resulta ilustrativo, con el Bonilla siempre adosado al Moreno. Como si de un árbitro se tratara. Ya saben. Mateu Lahoz, Sánchez Arminio y así.

Ellas, sin embargo, son Susana. O Teresa. A secas. ¿Usamos sus nombres de pila por cercanía y familiaridad o, sencillamente, porque las consideramos accidentales, una anomalía que pasaba por allí? Quizá es que hay tan pocas Susanas o Teresas en puestos de responsabilidad que no es necesario emplear sus apellidos para identificarlas…

¿Qué razones se aducirán, en su caso, para exigir la cabeza de Susana Díaz? Razones, ojo. No hablo de filias y fobias; de simpatías y antipatías. ¿Se trata de imitar a la CUP o hablamos de un ejercicio de maquiavelismo interno impulsado por el propio PSOE, al estilo Borgia? O será, quizá, que hay quienes no se acostumbran a las presidentas.

Jesús Lens

Colocados

Me he quedado tranquilo, por fin, al saber que Aquilino Alonso ha encontrado acomodo como director de la Agencia de la Energía, un par de meses después de cesar como consejero de Salud de la Junta de Andalucía.

De lo complejo a lo sencillo…

Era doloroso saber que el consejero de la fusión hospitalaria granadina, que tantos dolores de cabeza tuvo que soportar por culpa de las Mareas Blancas, estaba aún sin puesto. De relumbrón, quiero decir. De ahí que dar con sus huesos en la Agencia de la Energía sea lo suyo, a ver si se recupera del desgaste sufrido en Salud.

 

Circulan muchas bromas sobre Aquilino y su nuevo destino, desde que se había achicharrado con las Mareas a que menudo enchufe, esto de acabar al mando de la Energía. ¡Qué malillos!

 

Y es que somos envidiosos por naturaleza. Y cínicos e hipócritas. Que vemos películas sobre segundas oportunidades y redención de errores y pecados, y lloramos a moco tendido. Pero luego nos indignamos por lo de Aquilino. O porque la exconsejera de Agricultura haya sido nombrada presidenta de la Autoridad Portuaria de Almería.

 

¿Qué hay de malo en que Adelaida de la Calle, exconsejera de Educación y nacida en 1948, haya acabado al frente de la Corporación Tecnológica de Andalucía? No me irán a decir que, por estar a punto de cumplir de 70 años, no tiene derecho a estar ahí. O José Sánchez Maldonado, que se dejó la piel en la consejería de Empleo, Empresa y Comercio y, tras cesar, se encontró como rector de la UNIA.

Foto de ABC, con los últimos exconsejeros, todos bien re-colocados

¡Claro que sí, guapis! ¿Y por qué no? Con estos nombramientos, Susana Díaz da estabilidad a su gobierno y manda a sus consejeros, secretarios y directores generales un mensaje repleto de confianza y optimismo: no os preocupéis, prendas. El aparato vela por vosotros y, mientras seáis leales, nunca os faltará nada. De nada.

 

Así las cosas, el PP debería de tomárselo en serio y tratar de ganar unas elecciones en Andalucía. Unas nada más, tampoco pidamos heroicidades. El PP debería proponérselo aunque solo fuera por cosmética, para cambiar los rostros, nombres y caretos de los Cien Mil Hijos de Santa Junta; más vistos que Los Simpson, más repetidos que la canción del verano.

En serio, gente del PP. Poneos a ello. Que la cosa canta por soleares y el concepto de “desafección” ya se queda pequeño.

 

Jesús Lens