Entre pitos y cláxones

Salí de casa un rato antes de las ocho de la mañana, camino del curro. Había más jaleo de pitos y de cláxones de lo habitual a esas horas, por lo que decidí cambiar mi ruta habitual e ir a olisquear un poco.

Mi gozo en un pozo: se trataba de una celosa madre de su camada que había soltado a sus cachorros lejos de la puerta de entrada al colegio y los seguía con el coche, a paso de tortuga, para asegurarse de que llegaban bien, provocando con ello la ira y el cabreo de decenas de conductores. Pero a ella, plim: hasta que no los vio entrar, siguió su lenta marcha, al son de la música de viento.

 

Reconozco que me hizo gracia la cosa, sorprendido por el cuajo y el morro que tienen algunos, pero también es cierto que me quedé un poco decepcionado por el poco lustre de aquella historia. Sobre todo porque, al cambiar mi recorrido de camino a la oficina, cuando llegué ya tenía una llamada sin contestar en el teléfono fijo.

 

No era nada urgente, que para eso están los móviles, pero el episodio me hizo reflexionar sobre una de las paridas favoritas que usan los gurús del buen rollo y los coach de la creatividad: si no varías tu recorrido habitual, si siempre vas a los sitios por los mismos caminos; es que eres un muermo, un aburrido y un huevo sin sal.

Y miren, no. La cosa no es así. Para ir al trabajo, a una cita o a un encuentro, elegimos el camino más corto posible, el que nos permite llegar con la mayor rapidez. Y no lo elegimos por carecer de sentido de la aventura. Es una cuestión de sentido común. Y de responsabilidad, claro. Y de buena educación. Y de respeto hacia los demás.

 

Es cierto que Ulises se entretuvo sus veinte años de nada, dando tumbos por el Mediterráneo, una vez que decidió volver a casa. Y que “La Odisea” mola mazo. Pero habría que preguntarles a Penélope y a Telémaco qué les pareció aquella excursión de su esposo y padre, entre cicones, lotófagos y cíclopes; haciéndole siempre caso a los cantos de sirena.

Así las cosas, hagamos un elogio de la normalidad y disfrutemos de nuestros tranquilos y previsibles recorridos habituales, huyendo de pitos y de cláxones.

 

Jesús Lens