Nuestro propio Lorca

Me emocioné visitando la exposición “Una habitación propia”, a través de la que, ¡por fin!, empieza a desembarcar el Legado de Lorca en su Centro. ¡Qué cantidad de sensaciones genera! La disfruté hace ya varios días, pero he querido esperar a ver cómo se aposentaba su recuerdo, antes de escribir sobre ella.

Ustedes saben que he sido muy beligerante con la opacidad existente en torno al Legado y muy crítico con que el Centro Lorca estuviera más bien cerrado durante de la Semana Santa, por ejemplo.

Con todos los problemas burocráticos, financieros, legales, judiciales y operativos que envuelven al Legado como concepto; es muy fácil olvidarnos de lo realmente importante: el espíritu de Federico García Lorca, que está presente e impregna cada centímetro cuadrado de “Una habitación propia”.

Enhorabuena a los responsables de traer esta exposición a Granada, paso previo a la llegada ¿definitiva? del Legado lorquiano. Una muestra que tiende puentes entre su hogar en la Residencia de Estudiantes de Madrid y su morada definitiva, en nuestra Plaza de la Romanilla.

Ustedes también saben que he defendido, a capa y espada, la actividad que el Centro Lorca ha ido desarrollando a lo largo de estos dos complicados años. Ha sido ahora, paseando entre las cartas y los papeles, los libros, los cuadros y el resto de piezas que componen “Una habitación propia”, cuando he sentido el hálito, el espíritu del poeta, inundando su nueva casa.

No es síndrome de Stendhal, creo, dado que la exposición no tiene piezas deslumbrantes de belleza cautivadora. A ver, no me malinterpreten: los Dalís son extraordinarios. Pero el hálito vital que se respira en la sala de exposiciones del Centro Lorca viene dado por detalles pequeños, como los borrones en las cartas que un joven y entusiasta Federico enviaba a sus padres desde una Residencia bloqueada por la nieve, las cachondas imágenes de los Caballeros de la Orden de Toledo, las críticas literarias de Ayala, etcétera.

Sostienen algunos estudiosos que, estando todo el Legado de Lorca digitalizado y accesible a través de internet, en realidad da igual dónde se encuentre almacenado o depositado. Permítanme que disienta calurosamente de dicha aseveración.

A mí, llámenme fetichista, nostálgico, romántico, viejuno o lo que ustedes quieran, pero sigo emocionado por el contenido, físico y analógico, de “Una habitación propia”. Tanto que, ahora, siento a Lorca un poco más mío.

Jesús Lens.

Chorreo

Escribía ayer sobre el sindiós administrativo de una Junta de Andalucía que lo tiene todo liado y enmarañado. Con referencias a la anterior corporación municipal, que también va servida de follones y jaleos varios. Hablábamos del Nevada y del Algarrobico; de la infusión hospitalaria al punto de ebullición, de la Operación Nazarí y de los desmanes en el Serrallo. De todo ello he ido escribiendo puntualmente en IDEAL.

Decisiones políticas, basadas en expedientes e informes técnicos y jurídicos, que nos están costando un pastizal. A usted y a mí. A todos los ciudadanos. Decisiones en las que las diferentes administraciones se contradicen entre sí, dando igual nombres, siglas y colores políticos.

 

Tiren ustedes de hemeroteca y encontrarán estaciones de AVE inviables, trazados de Metro complejísimos y soterramientos a medio soterrar. Atrios convertidos en Hartrios y tramas oscuras -cuando no directamente delictivas- rondando a la Alhambra, de las audioguías a las entradas, pasando por la contratación de personal. Hay líos con el Patronato del Consorcio de la Fundación de la cosa lorquiana y fuga de pasajeros y pérdidas económicas en el servicio de transporte urbano, con la implantación de la funesta LAC.

Y, desde hace años, tenemos una impresionante presa que no sirve de nada porque carece de canalizaciones que conduzcan el agua a las tierras de cultivo que agonizan de sed. Sin olvidar esa entelequia, la Vega, más presente en la memoria y en los poemas de Federico García Lorca que en nuestra vida diaria.

 

En todos estos jaleos, desmanes, sinsentidos y destrozos hay un denominador común: la dejadez de funciones de los representantes de la administración que, por acción o por omisión, permiten que pasen las cosas. O, en su caso, no hacen lo necesario para conseguir que ocurran las que deberían ocurrir.

 

Y lo peor, como decíamos ayer, es que nadie asume responsabilidades políticas. Ni los ciudadanos las exigimos. Nos hemos acostumbrado de tal manera a la chapuza y al mangoneo que nada nos sorprende, nos irrita o nos subleva. Contemplamos con absoluta normalidad ese chorreo de millones de euros que desaparece por el sumidero de la dejadez, de la incompetencia o, directamente, del latrocinio.

Por ejemplo, y por mucho que IDEAL publicara numerosas informaciones sobre escándalos urbanísticos que afectaban al PP, solo la intervención de la UDEF provocó la caída de un Torres Hurtado reciente y mayoritariamente votado en las urnas… y aupado por Ciudadanos a la alcaldía. Ese Cs que amenazó al PSOE con una moción de censura… ¡Ays!

 

Jesús Lens