Morir para contarlo

Hay tantas maneras de leer el periódico como de pedir café. Yo tengo dos. Los días en que dispongo de más tiempo, empiezo de atrás hacia delante. Ahí están las informaciones más disfrutonas: televisión, gastronomía, sociedad, cultura, espectáculos y deportes. Empezar la jornada entre libros, series de televisión, recetas, películas y canastas es una gozada. Son días de disfrutar de un par de cafés relajados, al sol si es posible.

Pero lo normal es ir pillados de tiempo. Entonces me meto directamente en harina. Devoro la información de La Cosa, felizmente concentrada al comienzo de IDEAL, y le hinco el diente a todo lo referente a Granada, capital y provincia; a Andalucía y a Opinión. Son jornadas de cafés sorbíos y resoplantes, de zamparse la media de jamón en tres bocados y salir corriendo.

En ambos casos, la información internacional es la última que leo. En ocasiones, lo confieso, no le presto la atención que debiera. Estamos tan absortos por lo cercano, por lo inmediato, que lo que ocurre más allá de nuestros perímetros y fronteras nos importa más bien poco. O nada. Por ejemplo, “India es ahora mismo el averno vírico, un país de cenizas que vive un estado de permanente devastación como consecuencia de una oleada de coronavirus sin precedentes en todo el planeta”. Miguel Pérez lo podría decir más alto, pero no más claro.

O esta otra noticia, en España: “Diecisiete inmigrantes mueren en un cayuco al sur de El Hierro”. ¡17! Es posible que el goteo diario de fallecidos por la Covid-19 nos haya hecho aún más insensibles a estas tragedias y que las cifras por sí solas no nos digan nada.

Mientras estaba escribiendo esta columna, entraba una última hora: dos periodistas españoles asesinados en Burkina Faso. El reportero David Beriáin y el cámara Roberto Fraile, que habían sido secuestrados el lunes, estaban trabajando en un reportaje sobre la caza furtiva en el país, en colaboración con una ONG.

David Beriáin (izquierda) y Roberto Fraile (derecha)
REPORTEROS SIN FRONTERAS
27/4/2021

Caza furtiva en Burkina Faso. ¿Le habríamos prestado atención a un tema como ese? Posiblemente no. Desde luego, jamás iba a ser trending topic ni a protagonizar enardecidos debates en horario de máxima audiencia.

Pero allí estaban dos periodistas españoles, jugándose el tipo para contarlo. Para contar una de esas noticias llamadas a pasar sin pena ni gloria y que, sin embargo, merecía ser contada. Tenía que ser contada. Descansen en paz, David y Roberto, y siga vivo su ejemplo.

Jesús Lens

Proteger al mensajero

“No es lo mismo saber lo que pasa que estar informados. ¡Lee la prensa!” Así reza una de mis máximas de cabecera, acuñada hace años como el compulsivo lector de periódicos y revistas y furibundo coleccionista de recortes, papelicos y dobles páginas que soy.

Mi última pieza recortada es papel sobre papel: las páginas 59 y 60 del IDEAL del miércoles con un reportaje de Antonio Corbillón sobre el papel que el papel de periódico desempeña en el cine contemporáneo. Un texto sin desperdicio y la mar de útil, hasta el punto de servirme para terminar de armar la nota de prensa en que estaba trabajando sobre un ciclo de cine con la búsqueda de la verdad como protagonista.

 

¡Ay, la verdad, tan necesaria en estos tiempos de relativismo, dudas y zozobras en los que reinan las noticias falsas! ¡Ay, la verdad, en una época en que su derivada, su hija bastarda, la llamada posverdad, se ha enseñoreado del discurso dominante! ¡Ay, esa verdad que, basada en hechos contrastados y en datos incuestionables, resulta imprescindible para rebatir opiniones  pobremente fundamentadas en sensaciones y apariencias, en impresiones y creencias!

Más allá de la fobia que le tiene la conspiranoia, la prensa sigue siendo la fuente de información más fiable que tenemos a nuestro alcance y sustituirla por artículos y entradas compartidos en redes sociales, provenientes de webs, blogs y medios digitales de dudosa procedencia, es el camino más directo para no enterarnos de lo que pasa en el mundo.

 

A la prensa, por supuesto, se le pueden poner mil una pegas, pero siempre será más fiable el trabajo profesional de periodistas formados y cultivados que el producto supuestamente voluntarista ofrecido a través de la red por medios que, no lo duden, están manejados por intereses ocultos. O no tan ocultos, a nada que nos molestamos en indagar sobre las personas, asociaciones e instituciones que hay detrás de cabeceras con nombres muy sonoros y ampulosos.

Lean periódicos y revistas, escuchen la radio y sean selectivos, muy selectivos con la televisión. Contrasten informaciones y busquen puntos de vista diferentes a los suyos. No le den todo el poder de la información que reciben a los algoritmos, siempre con tendencia al sesgo y a la parcialidad. Cuestionen todo lo que lean, vean y escuchen, incluida esta columna, faltaría más, y piensen por ustedes mismos.

 

Jesús Lens