El hipnotista

Fuimos a verla justo antes de marcharnos a Escandinavia. Si, durante mis viajes, me gusta leer novelas e historias que acaecen en el país de destino, antes de visitar algún rincón lejano de nuestra geografía me gusta ver películas cuya trama de desarrolle en aquellos parajes. Películas, no documentales de viajes. Y, desde luego, no programas del tipo “Españoles – Andaluces – Canarios – Gallegos – Vascos – Madrileños – Catalanes por el Mundo”, que tanto daño han hecho.

Pero esa es otra historia.

Volvamos a las películas. De ficción. Con planteamiento, nudo y desenlace. Volvamos a “El hipnotista”, dirigida por Lasse Hallström sobre el guion de Paolo Vacirca, basado en la novela de Lars Kepler.

 el hipnotista cartel

Vaya por delante una confesión que tampoco es nueva: no soy muy fan de los policiales nórdicos. Ya sabéis que abomino de esas novelas y esos autores cuyos personajes, antes de girar el pomo de una puerta, se lo piensan durante dos o tres páginas. Y, en ese sentido, los nórdicos son demasiado dados a la introspección. Es lo que tiene, supongo, vivir en países gélidos donde es de noche buena parte del tiempo. Pero las películas son otra cosa. Y las series. Que, en el caso de “Millenium”, es lo mismo.

Y traigo “Millenium” a colación porque, sin recordarla muy exactamente, las imágenes de Estocolmo que mostraban tanto la adaptación nórdica como la de David Fincher, nos permitían vislumbrar una ciudad interesante y atractiva. ¡Todo lo contrario de la Estocolmo fotografiada por Mattias Montero en esta “El hipnotista” absolutamente gris, fría y desangelada!

Al salir del cine, le preguntaba a Reyes: – “¿Será Estocolmo, de verdad, tan jodidamente fea?”

 El hipnotista estocolmo

Cuando, unos días más tarde, paseábamos por aquella ciudad repleta de islas, canales, mar, edificios maravillosos, museos grandiosos, casas preciosas, parques gigantescos, frondosos paseos y bulevares y demás lugares encantadores; no podía dejar de recordar los escenarios de “El hipnotista”. Porque, como declaraba públicamente en mi Twitter durante el viaje, Estocolmo me pareció la ciudad más hermosa, bonita y espectacular que he conocido en mi vida. Y he conocido unas cuantas…

¿A dónde puñetas se trasladó el equipo de rodaje de “El hipnotista” para encontrar esos barrios repletos de edificios clónicos y sin alma, feos y oscuros? Porque mira que pateamos Estocolmo, horas y horas, y no vimos nada por el estilo. Que no dudo yo que habrá ese tipo de barrios, pero que no eran fáciles de encontrar.

Y, sin embargo, forman parte esencial de la trama de “El hipnotista”. A la trama creíble, me refiero. Porque la parte increíble de la historia contada por Hallström daría igual dónde transcurriese.

 El hipnotista

La parte creíble tiene que ver con la complicada relación familiar que mantienen los protagonistas, con una Lena Olin absolutamente insoportable -en su papel, quiero decir- que no deja de zaherir a su marido, un médico hipnotista con insomnio cuyo hijo adolescente pasa bastante de él. Y de ella, en realidad. También es creíble la obsesión del policía protagonista y su falta de vida propia, más allá del trabajo; su relación con su compañera y la parte de la investigación de un asesinato múltiple que lleva a cabo… utilizando métodos ortodoxos.

La parte increíble de la película tiene que ver con todo lo demás: el asesino en serie, la hipnosis, la resolución y el desenlace de la historia. Que no es que esté mal filmado (el final consigue transmitir mucha, mucha tensión al espectador), es solo que no es mínimamente razonable. Y eso, en una historia negra y criminal, ya sabemos lo que significa.

 El hipnotista muerta

Digámoslo de forma sencilla: “El hipnotista” es una película de fin de semana de invierno, para ver en casa, en el sofá, tapado con una mantita mientras fuera, en la calle, llueve y aúlla el viento. El esfuerzo de verla en el cine, yo no lo haría… ni aunque estuviera pensando en viajar a Estocolmo.

En Twitter: @Jesus_Lens

PD.- Detalle mitómano: donde sí estuvimos, en nuestro recorrido por Estocolmo, fue en el Melqvist Kaffebar. No es solo uno de los mejores cafés de Estocolmo, sino también el garito más frecuentado por Stieg Larson, donde escribió páginas y páginas de su trilogía Millenium y al que llevó a algunos de sus personajes, por ejemplo, al final de la primera novela de la saga, “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Se encuentra en el número 78 de la calle Hornsgatan, en un ensanche de la misma que forma una pequeña y coqueta placita, con agradable terraza iluminada por el sol de la mañana. Las películas también lo sacaron.