Metáforas animales

Les hablaba yo de “Cantábrico” en esta columna porque el documental de Joaquín Gutiérrez Acha, además de ser fabuloso, incluye una serie de pequeñas historias sobre diferentes animales que se convierten en auténticos microrrelatos cargados de sentido y significación. Y de ello hablo hoy en IDEAL, que sigo muy enganchado a los temas de naturaleza tras el fastuoso viaje por tierras de Doñana y Huelva de estos días, y que he contado en varias columnas del periódico que podéis enlazar desde AQUÍ.

Podría hablarles de la solidaridad de los lobos durante la caza del ciervo y de cómo el líder de la manada es el que se más se arriesga, jugándose la vida al enfrentarse a la cuerna del animal herido que lucha por sobrevivir. ¡Un líder, arrimándose y apostándose el cuello para cobrar la presa y, de esa manera, mantener el respeto de la manada!

 

Pero el lobo está muy trillado, desde los tiempos de Esopo, Caperucita y Félix Rodríguez de la Fuente. Así las cosas, ¿qué tal si nos quedamos con la historia del gusano, el capullo y las laboriosas hormigas?

Gutiérrez Acha, naturalista y documentalista español que ha trabajado para la BBC y National Geographic, filma espectaculares secuencias aéreas que muestran cabras monteses, rebecos, osos o urogallos y sumerge al espectador en las aguas de los ríos de montaña para contar la historia de los salmones. Pero las secuencias protagonizadas por insectos también resultan espectaculares. Por ejemplo, la de ese gusano que cae al suelo desde la flor en que ha nacido, y al que se acercan, amenazantes, las siempre activas y trabajadoras hormigas.

 

El gusano segrega una sustancia, en forma de apetitosa bolita nacarada, que resulta ser ambrosía para las hormigas: la prueban y enloquecen de gusto. De hecho, se ponen tan eufóricas que se llevan consigo al gusano, resguardándolo en el hormiguero donde lo cuidarán durante todo un año, como si fuera uno de las suyas.

El gusano, a lo largo de ese tiempo, se alimentará de los huevos de las hormigas que, ignorantes, lo siguen alojando con cariño, mimo y delectación. Llega un momento en que el huésped se convierte en capullo. Y de él surge una hermosa mariposa, para sorpresa -y no poco escándalo e indignación- de unas hormigas que, sintiéndose engañadas, tratarán de atacarla. Pero la mariposa, avisada por su código genético, no tardará en localizar la salida del hormiguero para echarse a volar en busca de una flor en la que depositar sus huevos; dando comienzo, de nuevo, a uno de esos inmutables ciclos de la vida salvaje que tanto, tantísimo, se asemejan a ciertos comportamientos humanos.

 

Jesús Lens

Naturaleza: verla y vivirla

Hoy comienza el circuito de carreras de montaña de Diputacion, en la Sierra de Huétor. Y este año, no seré de la partida. ¡Rabia me da, que este fue mi primer Trail, hace ya la friolera de cuatro años. Mi hermano, Edu y yo nos pasamos el invierno entrenando, poniéndonos en forma para afrontar el reto con garantías. ¡Y lo conseguimos! Vaya si lo conseguimos.

Mi primer Trail en Huétor. Foto: Alfredo Aguilar

Desde entonces habré cumplimentado treinta Trails, más o menos. Pero este año, no llego. Razones, hay algunas. Excusas, muchas más. Pero son inútiles, teniendo en cuenta que este año me había propuesto hacer los Mini Trails para, al no acabar destrozado, disfrutar de los pueblos que acogen la salida y la llegada, visitarlos y descubrir sus encantos. Y contárselo a ustedes, por supuesto.

 

Me encuentra este fracaso sentado en una butaca del cine, viendo «Cantábrico», el nuevo documental de Joaquín Gutiérrez Acha. ¡Qué melancolía, qué impotencia, al ver a los rebecos triscando montes, alcanzando las cumbres más altas de la Cornisa Cantábrica con absoluta naturalidad!

Es bonita la película del cineasta y naturalista español. Bonita en todos los sentidos de la palabra. Para mi gusto, le sobra texto y la música resulta demasiado enfática, pero «Cantábrico» tiene secuencias espectaculares a la vez que íntimas y dramáticas, como el nacimiento de las víboras o la caza… ¡de las plantas carnívoras!

 

Otras, sin embargo, parecen metidas con calzador, como algunas con las aves como protagonistas, demasiado deslucidas la mayoría. Pero lo importante: los osos y los urogallos, que me recordaron mi infancia, cuando era suscriptor de la revista «Quercus» y recibir los boletines del FAPAS, aquel Fondo Asturiano para la Protección de los Animales Salvajes sobre los avances del Proyecto Oso me reconciliaban con la vida.

 

¿Cuánto tendrá que ver aquel empeño de FAPAS y Quercus en la recuperación del oso y del lobo con el hecho de que, en pleno siglo XXI, sigan viviendo en las montañas cantábricas? Y ahí me sale la vena orgullosa, claro. Por haber sido parte de todo aquello. Lejana e ínfima, pero parte.

Compartí la sala de cine con varios padres y madres que acompañaban a sus hijos pequeños. Qué bonita semilla, la que siembran en ellos, al llevarlos a ver películas hermosas que transmiten el amor por la naturaleza salvaje. Vean, vean «Cantábrico» o «Guadalquivir», narrada por Estrella Morente. Y, después, salgan al campo a disfrutar de los colores, fragancias, texturas y sonidos de la naturaleza.

 

Jesús Lens