Cloverfield y el acelerador

Las autoridades granadinas deberían advertir a los espectadores de Netflix que, cuando vean “The Cloverfield Paradox”, tengan en cuenta que es una película. De ciencia ficción. Poniendo el acento en la cuestión de la FICCIÓN. Vayamos a que los vecinos de Escúzar se asomen a la última gran Paradoja del cine contemporáneo y entren en modo pánico.

La Paradoja de Cloverfield cuenta una historia sencilla: el mundo se enfrenta a una crisis energética sin precedentes y, para solventarla, una nave espacial que viaja por el espacio se apresta a poner en marcha un poderoso instrumento: un acelerador de partículas. ¿Les suena?

No les voy a contar lo que ocurre en la película, pero sobre este tema, que me intriga y me apasiona, ya escribí hace unos meses: la puesta en marcha del acelerador de partículas en nuestra tierra nos permite abrigar esperanzas sobre viajes en el tiempo y la posibilidad de acceder al multiverso, con todo lo que eso implica: pliegues espacio-temporales, agujeros negros y de gusano y un etcétera tan largo como sea usted capaz de imaginar, querido lector. (Lean aquí y aquí un poco más sobre mis -peregrinas- teorías)

Es posible que no le suene eso de Cloverfield. Es lo que tiene la genialidad visionaria de los traductores de títulos de las distribuidoras españolas, que estrenaron la primera película de la saga con el funesto título de “Monstruoso”, hace ahora diez años (lee aquí mi reseña de la película). Así, cuando ocho años después se estrenó una cinta titulada “Calle Cloverfield, 10”, en España fue muy difícil reparar en la conexión entre ambas películas (lee aquí mi reseña de esa sorprendente ¿secuela?).

Domingo 4 de febrero. Superbowl. La cita deportiva que a más espectadores concita en torno a la televisión, en los Estados Unidos. Y un anuncio: llegaba la tercera entrega de “Cloverfield”. ¿Cuándo? ¡Justo al finalizar el partido! ¿Dónde? En Netflix, por supuesto.

La película, que viene con el marchamo de JJ Abrams, se filmó en la más absoluta clandestinidad y, en la época de las filtraciones a tutiplén, ha conseguido pasar completamente inadvertida hasta el momento de su estreno, cuando su irrupción provocó una enorme perturbación en la Fuerza cinéfila.

¿Y saben lo mejor? Que la cuarta entrega ya está filmada. Y que se estrenará en cines. ¿Qué nos deparará? No tardaremos en saberlo. Pero de momento, vean “The Cloverfield Paradox” y sueñen con nuestro acelerador de partículas. ¡Qué buenos ratos nos deparará, además de traer inversión y puestos de trabajo!

Jesús Lens

Calle Cloverfield 10

A mí me sonaba una película anterior que llevaba un Cloverfield en el original, pero que en España se estrenó con uno de esos títulos neutros que lo mismo sirven para una comedia de enredo que para una película de superhéroes. (Era «Monstruoso» y la comenté en el anterior Pateando el Mundo, pura arqueología emocional hasta en los colores).

Y como vi que el cartel de “Calle Cloverfield 10” incorporaba el nombre de JJ Abrams como productor, el viernes de Dolores lo tuve claro y me fui al cine a darle la bienvenida a la Semana Santa.

Calle Cloverfield 10

Insisto: en estos tiempos de sobreexposición informativa, hay que tratar de ir al cine de la forma más inocente posible, sabiendo lo mínimo sobre el argumento de las películas, para disfrutar de las sorpresas que guionistas y directores te tienen reservadas.

Y, en “Calle Cloverfield 10” te esperan muchas sorpresas. Muchas y buenas. Te esperan giros prodigiosos en la trama, descubrimientos increíbles y golpes de efecto que se dejan noqueado.

No. No puedo contarte nada sobre de qué va, para no arruinarte ni uno solo de los milimétricamente medidos 103 minutos de metraje. Porque la clave de la ópera prima del director Dan Trachtenberg está en las sorpresas. En esos giros inesperados de una trama que hace de la mezcla de géneros una gran virtud.

Cloverfield 10

Eso sí: no llegues tarde al cine. Ni un minuto. La película, para disfrutarla en toda su grandeza (que la tiene) y si quieres participar del juego que plantea, requiere de tu presencia en la butaca desde el arranque. ¿Estamos?

Al no poder hablar del guion ni de la historia, destaquemos el ritmo, endiablado, de la película. Que no quiere decir que vaya todo el tiempo al límite de velocidad, sino que el director y los montadores le han dado el ritmo preciso que la misma requiere, dependiendo de la secuencia. Una película que resulta felizmente morosa en unos momentos. Endiablada en otros. Opresiva, liberadora, cómica, dramática, terrorífica, fantástica…

Y los sustos. Que los sustos, compartidos en un cine, se disfrutan mucho más. Que ya saben ustedes que no es lo mismo ver una película que ir al cine.

(Sigue leyendo esta reseña en mi espacio Lensanity)

Jesús Lens

Twitter Lens

Misión Imposible IV

Reconozco que no favorece en nada a mi visión de la cuarta entrega de la saga más Imposible de Tom Cruise el hecho de que fuera a verla justo después de disfrutar de “El topo”, una película que me gustó más que a un bromista el Día de los Inocentes.

Ya hablamos de ello al comentar la extraordinaria película interpretada por Gary Oldman así que nos ahorramos los detalles y arrancamos esta reseña comentando esa primera secuencia con que se abre “Misión Imposible IV”: una colorista visión de Budapest en la que hasta el agua del río que separa Buda de Pest tiene el color azul que se le presume al líquido elemento y que, desde luego, “El topo” no dejaba traslucir.

Porque la saga de “Misión imposible” es, como la de James Bond, un preciosista catálogo de publicidad de algunas de las ciudades que más petan en el circuito turístico… o de las que quieren petar y ponerse de moda.

Como Dubai, por ejemplo, que no es una ciudad, pero como si lo fuera, y que lo mismo convence a las chicas de “Sexo en Nueva York” para que vayan a celebrar una boda que atrae a Cruise y su troupe al edificio más alto del mundo, en un tour de force escalador que haría las delicias de las mismísimas águilas.

Otra de las ciudades-franquicia de esta película es Moscú, sin que les tiemble el pulso a sus productores a la hora de volar la mitad del Kremlin, en una espectacular secuencia, sin duda alguna.

Porque, digámoslo ya, “Misión imposible IV” es el más-difícil-todavía del cine de acción, elevado a la enésima potencia.

Por mucho que JJ Abrams se empeñe y aunque para esta entrega de la franquicia se hayan agenciado como director al responsable de peliculones de Pixar como “Ratatouille” o “Los increíbles”, siendo la primera vez que Brad Bird cambia la animación por la ¿realidad?, la verdad es que a nadie le importa la dimensión humana de los personajes o sus familiares en peligro y amenazados, sino como meros recursos para hacer avanzar la trama, encadenando explosiones con persecuciones y peleas con escaladas.

Si el bueno de Cruise se cree que alguien siente emoción o sufre algún tipo de pesar por sus problemas con su amada y amenazada esposa es que la Cienciología le ha hecho más daño del que cabría pensar.

Y quizá por eso, porque, en realidad, “Misión Imposible IV” es un cartoon, le sale tan bien la jugada al Brad Bird… menos cuando se pone serio y trascendente. ¡Acción, acción, acción! No queremos autoría ni desarrollo de los personajes. Sólo queremos disfrutar del virtuosismo técnico que se le presume a la serie.

Y la música, claro. Y el mensaje que se destruye en cinco segundos. Y el escáner de ojos (hasta que sea superado por el escáner de alguna otra parte de la anatomía humana que de más juego en pantalla).

A fin de cuentas, sagas como la de Misión Imposible son al cine lo que los récords mundiales al mundo del olimpismo: más alto, más rápido, más fuerte. Y, en versión geográfica, más lejos.

En pocas palabras: “Misión imposible IV” cumple lo que promete. Y en estos tiempos de crisis en los que las promesas duran lo que se tarda en ganar unas elecciones, es de agradecer. ¿O no?

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

PD.- ¿Qué blogueábamos las últimas 4 vísperas de Reyes? Veamos: 2008, 2009, 2010 y 2011.

PERDIDOS 5

A ver. Tengo cinco libros leídos junto a mí, pidiendo a gritos ser reseñados y comentados. Tengo no menos de ocho o diez películas sin ver, grabadas en el I Plus y un libro del que me restan por leer nada más que cincuenta páginas. Hace semanas y semanas que no voy al cine y hace una esplendorosa tarde que invita al paseo relajado. Pero aquí estoy, en casa, enganchado a «Perdidos», al comienzo de su quinta temporada, como si el tiempo no hubiera pasado.

 

¿Qué tiene esa insensata serie para provocarnos semejante adicción? Los dos primeros capítulos de la T5 son un auténtico despelote, con Ben convertido en bueno y Locke, en malo. Con la isla dando saltos espacio temporales y Sawyer luciendo pectorales. Con el proyecto Dharma que aparece y desaparece, con Desmond recibiendo mensajes del pasado a través de sus sueños, con Faraday adquiriendo protagonismo y con Hugo convertido en improbable héroe de acción.

 

Un puro caos, como lo viene siendo desde el principio. Tras haber convertido la Isla en un lugar misterioso, pero confortable; de repente, vuelve a ser terriblemente amenazante, con los protagonistas indefensos, intentando hacer fuego y sin un arma con que defenderse, con asesinas flechas incendiarias que rompen el silencio de la noche o desconocidos hombres armados que surgen de la oscuridad.

 

Dicen los productores que, en vez de tantas preguntas e interrogantes como la serie ha venido planteando hasta ahora, esta quinta temporada de «Perdidos» empezará a ofrecer respuestas.

 

¿Seguro? ¿Ustedes se lo creen? ¿Respuestas? ¿Las hay? ¿Alguien las conoce?

 

«La respuesta está ahí fuera», decían en «Expediente X».

 

Yo me quedo con una frase que la simpática madre de Hugo le espeta a su hijo cuando éste trata de explicarle, en un minuto, todo lo que les aconteció a los protagonistas desde que el avión de la Oceanic cayó en la isla: «Te creo. No te entiendo. Pero te creo.»

 

Pues eso. Que seguimos sin entender nada. Pero seguimos creyendo en JJ Abrams y en el adictivo poder de seducción de la Isla.

 

Jesús Lens, talmente Perdido.

 

PD.- Tenemos que hablar de ese otro personaje icónico de la televisión más reciente, Don Draper, gélido protagonista de la inquietante «Mad men». ¿La están siguiendo? ¿Qué les parece?