Blacksad, sin fin

Conseguí aguantar cerca de tres minutos sin preguntarle. Habíamos quedado en Almuñécar para asomarnos al Jazz en la Costa. Abrazo, cómo estás, qué tal todo y, ya sí: ¿cómo vas con el segundo tomo del ‘Todo cae’ de Blacksad?

Juanjo Guarnido, nuestro dibujante más laureado e internacional, anda por estos pagos disfrutando del verano y de la familia. Pero no deja de trabajar. “Esta tarde se me habían atravesado unas viñetas con mucho diálogo. No conseguía resolverlas. Y cuando ya estaba a punto de dejarlo, encontré la solución”, nos cuenta.

Todo el que piensa que los tebeos son caros debería escuchar a Juanjo durante media hora. ¡Qué trabajazo! Además del arte y el talento, por supuesto. Esbozos, bocetos, composición, planos, escorzos, punto de vista… Resolverlas, antes de ‘ejecutar’ las páginas. El parto, como le decía Juan Díaz Canales, el otro padre de Blacksad.

Dentro de unas semanas, Juanjo estará en La Coruña para participar en Viñetas desde o Atlántico, el festival de Miguelanxo Prado. Habrá exposición con páginas de ‘Todo cae’ y también del Buscón. “Y alguna otra cosilla”, dice con un deje de picardía. Y un catálogo que incluirá un texto suyo, prodigioso, largo y bien currado… ¡que alberga un enigma! Ahí lo dejo. 

A Coruña no podré alargarme, me temo. Aunque ni se imaginan las ganas que tengo de asomarme al mejor festival de cómic de España, del que todos hablan maravillas.

Pero en cuanto arranque agosto sí nos daremos un salto a Madrid para ver la magna exposición dedicada al tebeo clásico, en CaixaForum: ‘Cómic. Sueño e historia’. Entre otras piezas, allí está uno de los incunables de Juanjo Guarnido: el dibujo para la portada del icónico y ya mítico primer Blacksad. De hecho, es el más contemporáneo y actual de los artistas expuestos, que hay obra original de Hugo Pratt, Quino. Moebius, Eisner, Miller y un largo etcétera.

En redes sociales veo que artistas y dibujantes granadinos no dejan de visitar esa exposición. Durante la pasada edición de Gravite pensamos en fletar un autobús para irnos en pandilla, pero somos demasiado anárquicos y las agendas aprietan en el bolsillo.     

Juanjo me cuenta, todo ilusionado, el siguiente proyecto que afrontará cuando termine ‘Todo cae’, al que aún le quedan meses de duro trabajo. Va a ser un reto artístico, un desafío que le obligará a ver mucho arte y pintura clásicos con los ojos del creador. A reinterpretarlos para hacerlos suya. Estará más cerca del Buscón que de Blacksad y el guionista será, de nuevo, el francés Alain Ayroles, con el que ya ha tenido prometedoras y productivas sesiones de trabajo en su estudio de Burdeos.   

Fantaseamos con la posibilidad de que Juanjo vuelva a Granada Noir. Esta vez, para hablar de los referentes literarios, musicales y cinematográficos que se esconden en su serie detectivesca. Pero en otoño e invierno, Guarnido piensa encerrarse a trabajar. No más festivales. No más distracciones. Blacksad, que no se termina nunca, exige toda su atención. ¡Ya veremos!

Jesús Lens

Los vampiros festivaleros

Fue una noche cálida. “¡Qué novedad!”, dirán ustedes. Y razón no les falta. Pero fue cálida en ambos sentidos de la expresión. Calurosa y, a la vez, embriagadora, con texturas, ecos y aromas africanos.

Cerca de 80 años tiene Mulatu Astatke y no paró quieto un momento sobre el escenario de El Majuelo, ese Club de Jazz en la Costa abierto a las estrellas que estrena Almuñécar todos los veranos. La definición de leyenda viva se queda corta. Es insuficiente. Porque el músico etíope está en plena forma. Si se mueve despacio es porque no necesita moverse más rápido. Como Paulie en ‘Uno de los nuestros’. 

Su concierto del miércoles estuvo repleto de texturas y de cargas atmosféricas. A través de su Ethio-jazz, Astatke fusiona la feraz tradición musical de su país con el jazz de los grandes maestros norteamericanos. Su música es un sólido muro de sonido envolvente, sin grietas ni fisuras. Personalmente me gustó más al vibráfono que a las percusiones o al piano. Pero eso da igual.

Los veranos son para la música. En vivo y en directo. Y más, éste, viniendo de donde venimos. Me ha dado coraje no poder sacar el abono para el portentoso Jazz en la Costa que, un año más y durante una semana, convierte a Almuñécar en capital mundial del jazz. 

Hoy, por ejemplo, hay alerta de incendio en la Costa Tropical, que Kenny Garrett amenaza con pegarle fuego. Por supuesto, ya no hay entradas. Pero si tienen oportunidad: pregunten, supliquen, unten o sobornen a quien sea menester para hacerse con una. Lo de robar suena a excesivo, pero no sería yo el juez que les condenara. 

Bajo el castillo iluminado y rehabilitado, me gusta cuando el escenario y los árboles del entorno se tiñen de rojo vivo. Es una estética muy de ‘Apocalypse Now’. Suenan los vientos, las cuerdas y los cueros de una banda con hechuras de orquesta. Los aires que vienen del cuerno africano colisionan con las corrientes del Atlántico y se desencadena la tormenta perfecta. Por fortuna, no hay heridos. Es el Jazz en la Costa, lleno hasta la bandera. 

Antes, para hacer madre y sentar las bases que acojan al mojito de tropicales maneras, unas cervezas y unas tapas en los bares aledaños al Majuelo. Dado que ‘El Lute y Jesús’, nuestro clásico por antonomasia, estaba de descanso, nos dejamos caer por otro igual de cercano. Y pedimos una espichá. ¡Uf! Esos boquerones secos con huevo frito y ajos tienen su aquel. Heavy metal. Sabores intensos a pescado. Muy intensos. 

 

El reencuentro con los amigos es otro aliciente de los festivales de verano. Como los vampiros, no tardamos en reconocernos, en sonreírnos, aunque hayan pasado meses, años incluso, sin coincidir frente a un escenario. Decíamos ayer…

Es otro de mis objetivos para este año. Ir a sitios a escuchar música. Volver a escenarios como el del Majuelo, al Tendencias de Salobreña y a ver qué otros se nos ponen a tiro estas semanas. 

Jesús Lens  

Jazz heroico y emocionante

Terminó la edición 2020 del Jazz en la Costa, la más especial desde que guardo recuerdo. No ha habido, por razones obvias, megaestrellas internacionales, pero el programa cerrado por Jesús Villalba y su equipo ha sido excepcional. Un programa de tronío, buena prueba del extraordinario nivel del jazz patrio, con músicos veteranos como Chano Domínguez o Javier Colina, a quienes no vamos a descubrir a estas alturas; y de bestias pardas como Marco Mezquida o Ernesto Aurignac, insultantemente jóvenes, pero sobradísimamente preparados.

Ha tenido mucho de heroico este año, en el Parque del Majuelo de Almuñécar. Y todos los músicos se han encargado de reconocerlo. Lo fácil, efectivamente, era no ir. Como fácil hubiera sido no organizar el festival. Pero allí estábamos todos, músicos y público. Lo decía Colina: ellos, los músicos, están locos por tocar. Y nosotros, el público, locos por escuchar. Por disfrutar de la música.

Este año ha habido programas dobles en el Jazz en la Costa; una inmejorable iniciativa para concentrar los conciertos en cuatro intensas veladas, minimizando los riesgos. Tener la oportunidad de escuchar, seguidos y en una misma noche, al gaditado-neoyorkino Chano Domínguez y al contabajista Colina es un lujo por el que se matarían en los Blue Note de todo el mundo. Chano presentó temas compuestos durante el confinamiento. ‘Limbo’, por ejemplo. Colina, por su parte, tiró de un repertorio variado de origen africano y vocación nómada, global e integradora.

Y están los cachorros. El ardiente maridaje de flamenco y jazz propuesto por Marco Mezquida, Chicuelo y Paco de Mode, que nos propulsó hasta la estratosfera. No es de extrañar que, al terminar, al pianista le temblaran las manos a la hora de firmar discos, como si siguiera poseído por la música, en pleno trance.

Y está el MAP, el proyecto jazzístico español más importante, libre y salvaje de los últimos años. Mezquida, Aurignac y Prats son tres genios, al mando de sus instrumentos y como compositores. Para sus conciertos toman como base su disco, deciden con qué tema van a empezar, se lanzan a improvisar, retarse y emboscarse sobre el escenario y, 45 o 50 minutos después, cuando a Ernesto no le queda un ápice de oxígeno en los pulmones y su camisa está empapada de sudor, terminan.
Cada concierto es diferente. Fluye la magia porque ni los músicos ni el público saben lo que va a pasar sobre el escenario. Algo que va con el espíritu de los tiempos.
Jesús Lens

Jazz en la Costa

Ha sido terminar uno y comenzar el otro. En Granada, cuando llega el verano, se encadenan los dos grandes festivales de nuestra ciudad: el de Música y Danza y el Jazz en la Costa.

El año pasado, por culpa de mi caos organizativo, no pisé el parque del Majuelo donde se celebra desde tiempos inmemoriales el Jazz en la Costa, que ya cumple 32 añazos. Este año, sin embargo, estoy firmemente comprometido a bajar a Almuñécar y disfrutar de todos los conciertos posibles: el programa del 2019 está magníficamente rematado y todas las noches prometen emociones fuertes.

Los dos conciertos que más ansiosamente espero son los de Gonzalo Rubalcaba y Christian McBride Situation. Insisto: todo el programa es excelente y hay variedad para todos los gustos, desde el jazz vocal de Jazzmeia Horn y José James al sorprendente flamenco jazz de Antonio Lizana, con un cierre de jazz clásico a cargo de Jesse Davis.

Aunque me gusten los vientos del saxofón y la trompeta, mi formato favorito en el jazz es el trío del piano y, en ese sentido, el cubano Gonzalo Rubalcaba es uno de sus mejores representantes. Definido por Dizzie Gillespie como “el mejor pianista que he escuchado en los últimos diez años” cuando tocaron juntos en La Habana, Rubalcaba ha ganado varios Grammy y, además de tocar como los ángeles, es productor de otros músicos y profesor en la universidad de Miami. Lo único que espero es que no se deje contagiar por el ambiente festivo y que no se meta en tontás verbeneras, como hizo Roberto Fonseca hace un par de años, arruinando el recuerdo de un excelente concierto.

El contrabajista Christian McBride es uno de esos intelectuales cuya voz es escuchada y respetada por las más altas instancias norteamericanas, defensor de los derechos civiles y capaz de improvisar una banda, sobre la marcha, cuando sus músicos habituales no consiguieron llegar a tiempo para un concierto en Monterrey.

Esta semana, la acción musical está en Almuñécar. Uno de los mejores festivales de España, en casa y al fresquito. ¡Vénganse!

Jesús Lens

¡Qué suene la música!

Julio es el mes más musical del año, coincidiendo y enlazándose un festival detrás de otro, hasta el punto de que sería posible organizar una ruta festivalera, en la provincia de Granada, casi tan larga como la mítica Ruta 66 norteamericana.

El Festival de Música y Danza y el FEX nos ofrecen diariamente, durante tres semanas, un menú exquisito, variado y envidiable. Que lo de Michel Camilo y Tomatito de mañana domingo hará temblar el misterio. Su tercera colaboración, tras “Spain” y “Spain again”, no tiene ningún tema llamado a convertirse en icono, pero “Spain forever” es un extraordinario cierre de trilogía… que debería seguir creciendo, diecinueve años después.

 

Hoy sábado debemos subir al Jazz en el Lago, a la Ermita de los Tres Juanes, ese lugar en que, mientras Granada agoniza de calor, sopla un imprescindible aire fresco que todos los años ofrece una modélica selección de los mejores artistas del jazz contemporáneo.

 

En la tercera semana de julio llega el Jazz en la Costa, convirtiendo el parque del Majuelo de Almuñécar en una versión mediterránea del Malecón cubano. Que este año viene Roberto Fonseca. Y Roberto Fonseca ocupa uno de los puestos más altos del escalafón pianístico internacional contemporáneo. El resto del programa es igualmente excepcional, que Charles Lloyd es legendario y el maridaje entre Hiromi y Edmar Castañeda promete emociones fuertes. Pero yo, por Fonseca, ma-to.

De Almuñécar hay que saltar a Alcalá la Real, esa maravillosa ciudad jiennense tan, tan nuestra. Este 2017 vamos a tener el Etnosur más potente de los últimos años, con una jornada africana protagonizada por el angoleño Toto St, el percusionista de Sierra Leona, Seydu, y el grandioso Youssou N`Dour, una de esas celebridades que son más grandes que la vida, atesoradores de los valores de todo un continente.

 

De Alcalá hay que irse a Íllora, al Parapanda Folk, uno de los festivales con más personalidad de la provincia, para terminar en el Nuevas Tendencias, esa denominación acuñada en Salobreña, hace 26 años, y que siempre sorprende, deslumbra y emociona. Un Tendencias que este año ofrece un homenaje a la casete como objeto del pasado, pero proyectado hacia el futuro. Estarán Víctor Coyote, Vicente Amigo y Quique González y la exposición organizada por el imprescindible Colin Bertholet nos llevará a callejear y perdernos por el casco viejo de la blanca villa.

 

Jesús Lens