Twin Peaks y sus gemelos

No existe un tutorial en Internet para aprender a ver “Twin Peaks”. Ni para entenderlo. De hecho, querer entender “Twin Peaks” es tan inútil como tratar de encontrarle un estribillo a la caótica música de Trent Reznor, buscarle significado a la agónica pintura de Egon Schiele o descubrir un patrón alfanumérico en las llamas que devoran un bosque.

Ha vuelto “Twin Peaks”, veintisiete años después. David Lynch ha cumplido la promesa que Laura Palmer le hizo al agente Dale Cooper. Y aquí estamos todos, estupefactos frente a la pantalla, sin dar crédito a lo que vemos. Y a lo que escuchamos. Porque Lynch ha vuelto más surrealista, hermético y complejo que nunca. Pero, ¿qué esperaban? ¿Una sencilla receta tradicional de tarta de cereza? ¡Por favor!

Estos días se leen muchas cosas sobre “Twin Peaks”, la serie original. La nueva nos ha cogido tan a contramano que aún estamos rumiando sus primeros dos episodios y no es cosa de hacer juicios acelerados que terminen retratándonos por siempre jamás.

Una de las frases que se oyen por ahí es que la serie de los noventa por antonomasia ha envejecido mal. Y no, oigan, no. Aquí, los que envejecemos somos los espectadores. Y que lo hagamos bien, mal o regular, depende de nosotros. Que las series, las películas, los discos y los libros no cambian y son siempre los mismos.

 

Les confesaré una cosa: en estos veintisiete años he visto “Twin Peaks”, completa, hasta en cuatro ocasiones. Que yo recuerde. Por ejemplo, aquellos jueves en que Tele5 estrenaba el capítulo semanal de la serie, no había nada más importante que estar en casa, fijos frente a la televisión. ¡Si las calles se quedaban medio vacías, todos locos por saber quién había matado a Laura Palmer!

Después llegó el error, tantas veces denunciado por el mismísimo David Lynch, de hacerlo público. Y de contarlo. Y eso que la respuesta era la más terrible de las posibles. La más dura. La más inaceptable. Pero todo eso ya es historia. Porque, una vez resuelto el enigma principal, “Twin Peaks” nos regaló tantos personajes locos, tantos momentos surrealistas y tantas situaciones disparatadas, que nos hizo suyos.

 

Desde aquel lejano 1990, insisto, he vuelto a ver la serie completa varias veces. Un mes de septiembre, por ejemplo, con mi hermano, abrasándonos las pestañas, bien metidos en la madrugada con los ojos enrojecidos y esa oferta que nunca se puede rechazar: ¿un episodio más y lo dejamos? Solo uno. Otro capítulo y nos vamos a dormir.

 

Volví a devorar “Twin Peaks” cuando ya estaba metido en los treinta. Y, pueden creerme, no había envejecido nada de mal… Es más: ¿adivinan qué hice, años después, para comprobar si me había asaltado la crisis de los 40? Efectivamente. Y no. Ni asomo de crisis. De hecho, estoy más mordido por Lynch que nunca. Con decirles que hace unos días volví a ver “Twin Peaks. Fire walks with me”, la película que David dirigió en 1992, en la que se contaban los últimos días de la vida de Laura Palmer, y me pareció extraordinaria… ¡Con lo poco que me gustó en su estreno! ¡Y lo que me costó, las siguientes veces que la he visto! Ahora, sin embargo, me parece magistral. ¿Cosas de la edad?

También he aprovechado para revisar “Carretera perdida”. ¡Y me ha parecido igualmente colosal! La quintaesencia del David Lynch más noir que, como los maestros, vuelve una y otra vez a sus temas de referencia. En la venerada “Terciopelo azul”, sin ir más lejos: el enfrentamiento del joven inocente y virginal con el veterano gángster que representa el mal absoluto. El paladín que trata de arrancar a la dama de las tinieblas en que está atrapada, para conducirla de vuelta a la luz. Solo que la dama no se deja y, en el camino, se pierde la inocencia.

He visto el documental “David Lynch, The Art Life”, sobre su forma de afrontar el proceso creativo, cuando pinta. Que Lynch, antes que cineasta, fue pintor. Que estudió Bellas Artes. Y que, en Granada, pudimos ver la exposición “Action-Reaction: El universo creativo de David Lynch”. ¡Ahí es nada!

 

Estos días, además, he terminado de leer “La historia secreta de Twin Peaks”, un libro descacharrante en el que Mark Frost, el otro creador de la serie, aporta infinidad de datos e información sobre qué pasa en el pueblo maderero y en su entorno. Un libro fresco, rico y muy visual en el que confluyen todas las conspiraciones posibles… y algunas hasta imposibles, de Roswell, los OVNIS y el asesinato de Kennedy a Aleister Crowley, los masones, los boy scout y la teosofía. Una joya bibliográfica que termina de convencerte de que, efectivamente, las lechuzas no son lo que parecen.

Con este bagaje me he sentado frente al televisor, excitado como un adolescente ante su primera cita, para ver el regreso de “Twin Peaks”. Y, afortunadamente, los dos primeros episodios son el puro caos, el desconcierto y el sindiós argumental que podíamos esperar de la mente de un David Lynch que, para volver, puso una condición: libertad creativa absoluta. Y eso, cuando se le brinda a un tipo como Lynch…

 

Al terminar el arranque de la nueva entrega de “Twin Peaks”, cogí una silla y me senté en el salón de mi casa, frente al cuadro “Tarta de cerezas”, de la maravillosa artista Irene Sánchez Moreno. Un cuadro que le encargué para ilustrar uno de mis libros, “Café Bar Cinema”, en el que el Doble R y el Roadhouse del pueblito maderero tienen tanta importancia. Y traté de buscar respuestas. Y allí sigo, sentado, tratando de comprender.

Insisto: el término “gustar”, en este caso, no aplica. Volviendo al principio de este artículo, no es un término que tenga sentido en el particular universo, onírico y surrealista, de Lynch. Un Lynch que, por si alguien abrigara alguna duda, va a contar lo que le dé la gana y como le dé la gana.

 

Sí. Hay un asesinato. Sí. Está la señora del leño. Sí. Está Dale Cooper. Y la inmensa mayoría de los protagonistas originales de la serie. Aunque Lynch nos los irá racionando. Con decirles que incluso aparece ella, ¡la mismísima Laura Palmer!

Nicole LaLiberte and Kyle MacLachlan in a still from Twin Peaks. Photo: Suzanne Tenner/SHOWTIME

La habitación roja se da la mano con un bar molón: el nuevo y remozado Roadhouse, con el atractivo neón de “Bang Bang”. Y las habitaciones cutres de hotel conviven con cabañas escondidas en lo más intrincado del bosque. Y en Nueva York hay una habitación en la que hay una enorme jaula. De cristal. Son 18 capítulos nuevos de “Twin Peaks”. Van dos. Y David Lynch, por supuesto, ya ha armado el taco.

 

Jesús Lens

Cosas que hacer

Porque hay vida, en Granada, más allá de las procesiones. Y de esa otra vida hablo en mi artículo de hoy, en IDEAL. Es cierto que la Semana Santa es una época propicia para tratar de darse los primeros baños del año, en nuestro Mediterráneo. Y también hay algunos, privilegiados, que huyen del olor a incienso y de las calles revestidas de cera, largándose al quinto pino. Y más lejos aún.

Pero otros muchos nos quedamos. Y tenemos que darle vidilla a estos días. ¿Qué tal, por ejemplo, si se dejan ustedes caer por el Paseo del Salón y se maravillan frente a las fotografías XXL de Sebastiao Salgado? Porque su “Génesis” es un proyecto monumental, en todos los sentidos de la expresión. Y no se demoren, que apenas le quedan tres días de exhibición.

Jesús Lens Génesis

Reconozco y confieso que tengo pasión por Salgado desde hace mucho tiempo. Pero no fue hasta ver la película “La sal de la tierra”, el año pasado, que cobré conciencia de la magnitud del desafío humanista que subyace en el trabajo de uno de los grandes maestros de la fotografía contemporánea.

Vea usted el documental de Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado, si está a su alcance. Pero, sobre todo, visite la exposición, al aire libre. Gustarle, le gustarán todas las fotos, un prodigio de la técnica en blanco y negro. Pero, ¿cuál le impresionará más? ¿La de los miles de pingüinos? ¿Los leones marinos? ¿Las de África? A mí, por su aparente sencillez, su rotundidad y su magnético simbolismo, la de la cola de la ballena me parece especialmente sobresaliente.

¡No molestes, hombre!
¡No molestes, hombre!

Y si son amantes de los libros, busquen “Génesis” en la editorial Taschen. No es barato, pero les aseguro que vale infinitamente más de lo que cuesta. AQUÍ lo pueden comprar.

Dejen el Salón y aprovechen para callejear hasta el Palacio de los Condes de Gabia. Hay dos exposiciones ahora mismo en cartel. “Al pie de la letra” es curiosa e interesante, con piezas singulares, instalaciones y collages sorprendentes. Pero en la sala de arriba están los cuadros de Irene Sánchez Moreno. Muy, muy desasosegantes. Y que maridan muy bien con el “Génesis” de Salgado. Porque son cuadros de gran formato en los que la representación de una esplendorosa naturaleza aparece perturbada por el inquietante rastro dejado por el ser humano.

Inclemencias. Irene Sánchez Moreno.
Inclemencias. Irene Sánchez Moreno.

Acérquense a los cuadros de Irene y admiren los trazos en la ejecución pictórica. Aléjense y pásmense con su acabado casi fotográfico. ¡Y sientan, sientan el deseo de adentrarse en su interior!

Jesús Lens

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Sin ideas

Hoy no sé sobre qué escribir. Tengo ideas, pero ninguna tan diáfana como para dedicarle las 390 palabras de esta columna. Vengo de Íllora y Alomartes, de ver unos olivos centenarios, pero esta historia necesita tiempo, reposo y documentación. También he conocido a un par de tipos estupendos, cada uno con una historia diferente, ambas complementarias. Pero me pasa lo mismo: aún no ha llegado su hora.

Sin ideas olivo centenario

Rebobino. Ayer estuve viendo dos exposiciones fascinantes, pero todavía no he terminado de procesar el impacto visual, sensorial y emocional provocado por el Génesis de Salgado y las Inclemencias de Irene Sánchez.

Y esta mañana, camino del trabajo, pillé al vuelo la conversación de unos jóvenes que iban al instituto. Hablaban de coches de lujo. Y, en mitad de la conversación, se coló un nombre: Dimitri. Dimitri debe ser un ruso que lleva en Granada desde los seis años y que habla con acento muy del barrio. Ya tenía título: Dimitri, el Ruso del Zaidín. Pero no he pasado de ahí. Del título.

Sin ideas inclemencias

Sigo sin ideas. Porque tengo un recorte en mis manos con una información muy curiosa: los granadinos viven casi un año menos que la media nacional. Pero está tan bien desarrollada y es tan completa que solo podría aportarle dos banalidades intrascendentes.

También tengo guardado el suplemento de Economía de este periódico, del pasado domingo. Y es demoledor para Granada. Cifras, datos, comparativas… No. Estamos bien. Pero este análisis también requiere una reflexiva digestión para tratar de ir un poco más allá. Y el tiempo apremia.

Podría hablarles de Stephen Curry y de cómo está cambiando el baloncesto, un fenómeno que entronca con Jordan y, más allá, con Larry Bird y Magic Johnson. O de, posiblemente, la mejor serie de televisión del momento, la heladora e impresionante “American crime”. Pero ¿pegaría en esta sección? ¿Les interesaría a ustedes?

Sin ideas curry

También tenemos la Fiesta de la Primavera, el Botellón y la Holly Run, pero ya he escrito sobre ello hace no demasiado tiempo. Y está, por supuesto, el drama de los refugiados. Pero fíjese usted por dónde, cuando me he ido a acordar de los refugiados, resulta que me he quedado sin espacio y ya he terminado la columna. Que podría empezar de nuevo, y centrarme en ellos. Pero que menuda pereza, ¿no? Mejor otro día. Ya si eso.

Ustedes me entienden, ¿verdad?

Jesús Lens

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Hervidero de cultura

El viernes, en IDEAL, recordamos que ayer jueves fue, para los amantes de la cultura, un paraíso. O un infierno, según se mire. Porque si estabas en la master class del fotógrafo José María Mellado no podías acompañar a la pintora Irene Sánchez Moreno en la inauguración de su exposición “Inclemencias”, en el Palacio de los Condes de Gabia.

Cultura hierve

Si asistías al concierto de Jacco Gardner y Ramírez te perdías un par de conferencias importantes, un encuentro con Mago Migue y una presentación literaria. Y es que en Granada pasa como en el Madrid de Eugenio D’Ors: cuando llegan las siete de la tarde, o das una conferencia o te la dan.

Semana intensa, culturalmente hablando, en la que el punto y final a FITUR ha dado paso a la presentación de las actividades de Retroback,  Festival de Tango y Granachef. ¡Un no parar!

A falta de Museos Picasso o Pompidou de referencia y con un Centro Lorca que sigue siendo un melón por abrir, Granada cuenta con un potente sector privado que amalgama una programación cultural de primer orden, vibrante e imprescindible, para complementar a las instituciones.

Asociaciones culturales como Ool Ya Koo, que dan continuidad al Festival de Jazz de Granada y al Jazz en la Costa con una programación estable de conciertos que, cada semana, convierten el Club Magic en un Blue Note a la granadina. El Planta Baja y su apoyo a la escena musical alternativa. Salas como La Expositiva, que estrenan ese cine de autor que las salas convencionales han eliminado de su programación, además de organizar mil y una actividades más.

El mejor jazz, con Ool Ya Koo
El mejor jazz, con Ool Ya Koo

Nuevas galerías de arte como Millenium, que vienen a sumarse a esos templos de resistencia artística que son las galerías de Ceferino Navarro y, en el Zaidín, la de Santi Collado. O nuevas librerías como Ubú Libros y Agapea, que organizan encuentros con autores, lecturas y actividades para niños.

El empuje, la ilusión, el trabajo, la tenacidad, la preparación y la profesionalidad de estos currantes son esenciales en una ciudad como Granada, autobautizada como Capital de la Cultura. Pero no olvidemos que, además de atesorar un voluntarismo a ultranza, estas personas también son empresarios con facturas que pagar, Autónomos en los que darse de alta y balances contables que cuadrar.

Cultura Ubú Libros

Por eso, hay que apoyarles. Hay que ir a sus locales, hay que tomarse algo durante los conciertos, hay que difundir sus actividades… porque si queremos cultura, tenemos que cuidarla entre todos. (Por ejemplo: no debéis dejar de venir al concierto de Ernesto Aurignac del jueves 4 en CAJAGRANADA. Compra tu entrada AQUÍ)

Jesús Lens

Twitter Lens

Soldado de un futuro pasado

Muy impresionado por esta fotografía.

I Guerra Mundial Lancero alemán con máscara de gas

No.

No se trata de una serie o de una película.

Ni de un montaje o ilustración para la portada de un libro distópico.

Sin embargo, sí podría protagonizar una historia de Futuros Pasados o Pasados Futuros. Se trata de la fotografía de un Lancero Alemán, durante la I Guerra Mundial, y creo que amigos como Emilio Bueso o a mi añorada Irene Sánchez Moreno, cada uno en su estilo, le encontrarán un cierto gusto e interés, a la imagen y a la pose.

¿No tiene un pedazo de historia, esa imagen?

Jesús Lens

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