El Choque-Libro

¿No se les cae la cara de vergüenza a los colegios motrileños Santo Rosario, San Agustín, Ave María, Ave María Esparraguera, Príncipe Felipe, Arco Iris y Río Ebro por salir tan mal retratados con el tema del cheque-libro?

Ojalá que otras Asociaciones de Libreros hicieran como la de Motril, desvelando qué centros de enseñanza mercadean con los cheques-libro, una actividad vil y rastrera que arruina a unas librerías que, en la venta de libros de texto, encuentran el balón de oxígeno necesario para sobrevivir el resto del año.

Resulta bochornoso y lamentable que sean precisamente los colegios los que contribuyan a la decadencia de las librerías. ¿Es imaginable un sinsentido más grande?

Cada vez que cierra una librería en nuestro entorno, nos echamos las manos a la cabeza y mostramos nuestro llorar y crujir de dientes en las redes sociales. Hablamos de lo importantes que son, del trascendental papel que desempeñan en la formación intelectual y moral de nuestros hijos y demás tópicos y lugares comunes. Pero luego, en vez de ayudarlas a mantenerse a flote, cada vez más gente prefiere no complicarse la vida y canjear sus cheque-libro directamente en los colegios.

Y mira que la cosa es sencilla, para ayudar a las librerías a mantener sus puertas abiertas, todo el año. Se trata, tan solo, de seguir cumpliendo un rito ancestral: comprarles los libros de texto. Y punto. Nada más. No es necesario apadrinarlas, firmar en change.org ni rellenar ningún formulario. Nada. Es tan fácil como ir, pedir los libros, entregar el cheque-libro y marcharse a casa.

Dado que hay colegios que prefieren lucrarse con un negocio que no es el suyo, ante la indolencia y la apatía de la administración -¿para qué se va a meter en nada ni a complicarse la vida, la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía?- la responsabilidad recae en los padres. Como casi todas las responsabilidades, por otra parte.

De todos los comercios de nuestras ciudades y pueblos, las librerías son realmente imprescindibles. Son territorio de aventuras y descubrimiento para los más jóvenes. En ellas encuentran la tierra prometida y la tierra media. El paraíso terrenal y la terra incógnita.

Es necesario que, entre todos, contribuyamos a que el choque-libro no provoque un cataclismo que convierta a las librerías en tierra quemada, en tierra baldía…

Jesús Lens

Día de las Librerías

El once del once, además de ser un día señalado para la Organización Nacional de Ciegos (mañana les digo si me ha tocado el Cuponazo, que termina en 0) es el Día de las Librerías. Y eso hay que celebrarlo. ¿Cómo? Pues está claro: yendo a una.

Día de las Librerías 2016

Cada vez es más complicado, en Granada, ir a una librería. Pero hoy no es día para llorar por cierres, traspasos y defunciones. Hoy es un día para festejar las que siguen abiertas.

Las buenas librerías son un inmejorable ejemplo de eso que se ha dado en llamar “reinventarse”. Que siguen vendiendo libros, por supuesto, pero que hacen un montón de cosas más, empezando por las tradicionales presentaciones literarias, cada vez más en desuso y menos apreciadas, por otra parte.

Día de las Librerías

A través de la organización de Clubes de Lectura, por ejemplo, las librerías fidelizan a sus mejores y más comprometidos clientes y permiten hacer comunitaria una experiencia solitaria por antonomasia, como es leer un libro. Juntarse periódicamente para comentar, analizar, descubrir, reflexionar o discutir en torno a una novela, un poemario o un ensayo es una actividad muy estimulante que, si no la practican, ya tardan.

Muchas librerías organizan, también, actividades para los más pequeños, de forma que se sientan atraídos por el mundo del libro desde su más tierna infancia.

Y todo ello gracias al compromiso de una persona fundamental: el librero. Un buen librero es más, mucho más que un mero vendedor de libros. Es la persona que, si hace bien su trabajo, consigue convertir a un cliente en lector. Y el lector, no lo olvidemos, es una especie en peligro de extinción. ¿Recuerdan este artículo sobre «Ir a las librerías«? ¡Apliquémoslo!

Día de las Librerías viaje

En estos tiempos de algoritmos, recomendaciones cibernéticas y compras por Internet, pasar por una librería, ojear un libro y, después de hojearlo, comprarlo y leerlo en casa; es un acto de resistencia cultural que, un día como hoy, es necesario reivindicar.

Es 11/11. Día 3 de la Era Trumpiana. O Trumposa. ¿Qué tal si empezamos a practicar la resistencia contra el empobrecimiento intelectual yendo a una librería y llevándonos algún ensayo que nos haga comprender la realidad que nos rodea? O una novela negra, género que bucea en esos rincones oscuros de la sociedad que no solemos ver. Dos recomendaciones recién salidas del horno: “Mal trago”, de Carlos Bassas y “El jardín de cartón”, de Santiago Álvarez.

Jesús Lens

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Ir a las librerías

Buenos días. Hoy, en la edición impresa de IDEAL, además de El Rincón Oscuro, publico este artículo propuesta. A ver qué te parece.

Hoy, casi todo se puede comprar a través de Internet. Ustedes ya lo saben. Y saben cómo hacerlo: un portal de compra, dos o tres clics, una tarjeta de crédito y a esperar cómodamente sentados en casita a que llegue el mensajero con el paquete de turno.

Librería El Roto

Sin embargo, hay objetos, bienes y servicios cuya búsqueda y adquisición debería ser algo más que una fría compra a distancia. Por ejemplo, ¿cómo va a ser lo mismo hacerse con unas cervezas y beberlas en casa -solo o en compañía de otros- que compartir unas cañas con los amigos, en el bar de toda la vida?

Pues con los libros pasa lo mismo: hojear las novedades, repasar las baldas de tu género favorito, buscar un título concreto entre los distintos anaqueles y charlar con un librero que conozca y disfrute con su oficio; es un placer.

Un placer que ya no puede ser más
Un placer que ya no puede ser más

Sin embargo, para disfrutar de este tipo de experiencia y más allá de las absorbentes redes sociales, hay que visitar una librería. Físicamente. Y Granada, para eso -como para tantas otras cosas- es un lujo, que nuestra provincia todavía atesora varias y buenas librerías. Todavía, insisto, aunque no debemos confiarnos, que el cadáver de la Atlántida todavía está caliente. Así que, tratemos de apoyar a nuestros libreros de una manera útil y práctica: comprándoles libros.

Es cierto que este consejo es redundante para los buenos aficionados, fieles usuarios de librerías y bibliotecas. Sin embargo, se me ocurre una idea para conseguir nuevos adeptos: regalar un libro a alguien, pero en vez de entregárselo en mano, dejárselo en la propia librería para que vaya a recogerlo.

Librería 1616 Books de Salobreña
Librería 1616 Books de Salobreña

Es cierto que puede resultar incómodo en estos tiempos tan acelerados que vivimos. También es verdad que siempre nos gusta ver la cara de una persona cuando abre nuestro regalo, pero… ¿y si hacemos la prueba? ¿Se anima usted, querido lector? Y es que, para regalar un libro no es necesario esperar a una ocasión especial ni gastar demasiado dinero. Además, siempre hay una librería que pillará de paso al afortunado destinatario de nuestro obsequio.

Librería Picasso

Una vez en la librería, ese amigo, además de animarse a comprar algún libro adicional, podría seguir el ejemplo y dejar pagado su obsequio para algún otro colega y, de esta manera tan sencilla, iríamos construyendo una cadena que no cuesta ni mucho dinero ni mucho esfuerzo, que no perjudica a nadie, nos enriquece a todos y, además, nos sirve de estímulo para salir a callejear.

¡Ahí es nada!

Jesús Lens

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